De purísima y oro: la condena
Se los juro que se les veía en la cara. A los dos, cada uno en su aciaga comparecencia, se les veía en la cara. Primero, plaza de toros El Relicario, es una noche templada y los aficionados van ocupando sus localidades. Nadie se imagina que estamos a punto de presenciar el drama negro de la fiesta, porque aunque parezca contradictorio, a la gente del toro siempre nos sorprende mucho cuando cae herido uno de los protagonistas. Esta vez, la muerte rozará a El Cuate Espinosa que ya desde el paseo trae una expresión de lejanía en el rostro. (Crónica de José Antonio Luna)