De Purísima y Oro: el rito trágico
En este país, afirmar que uno sabe de toros es fácil. Bastan unas birrias bien helodias, calzar un par de botas picudas tipo chipotles secos, cubrirse con un sombrero texano al estilo Bonanza, un puro encajado en la boca y empezar a hablar. Demostrarlo ya es algo más complicado. Demostrarlo ante especialistas es una osadía. (…)