Desde hace muchos años, la casa del famoso torero Rafael Molina Sánchez “Lagartijo”, situada en la finca que el diestro poseía  en los aledaños de la ciudad, ha sufrido un continuo deterioro que al final ha ocasionado el derrumbe del edificio.

 

Esta simbólica casa está situada en una colina de la finca que el I Califa del toreo compró en sus años de gloria. El perímetro de la finca está rodeada por una cerca de piedras que el diestro mandó construir cuando el Obispo de la ciudad, Monseñor Herrero, le pidió ayuda para paliar el hambre de los cordobeses. Durante muchos meses  muchos jornales salieron de las arcas de Rafael Molina y numerosas familias cordobesas pudieron subsistir.

 

Una vez que la hubieron terminado el Obispo llamó al torero y le dijo “· Rafael, ya han terminado los jornaleros de levantar la pared de la finca. Que podemos hacer para que estas personas puedan seguir alimentando a sus familias” y el torero sin pensárselo dos veces respondió: “Que la tiren abajo y la hagan otra vez”.

Por su toreo y cosas como estas ha pasado a la historia como “Lagartijo” El Grande. Qué gran corazón el de este cordobés universal.

Pues bien, esa casa era el único estandarte de las propiedades del torero que se mantenía en pie a la entrada de la ciudad `por la antigua carretera de Madrid, y, aunque la empresa constructora, propietaria de la finca, había solicitado al Ayuntamiento el derrumbe por encontrarse el edificio en mal estado, Urbanismo había exigido a sus propietarios que la conservaran.

 

Unos por otros han ocasionado que se pierda una página más de la historia romántica de la ciudad. En el año 2000, cuando se cumplió el centenario de la muerte de Rafael Molina Sánchez “Lagartijo”, la casa y todos sus servicios se encontraban en un perfecto estado. Estaba habitada por una familia que vivía de una explotación vacuna. A la espalda de la casa se podía observar la placita de toros que el torero mandó construir para tentar las becerras de su ganadería.

 

Hoy no queda nada. El deterioro y abandono llegó a tal extremo que se convirtió en refugio de indigentes y rumanos que  expoliaron  sin piedad el inmueble.

Urbanismo no autorizó el derribo al estar el cortijo protegido por el PGOU y el plan especial ordenaba que la edificación se integrara en la ordenación detallada en las edificaciones futuras de la Cerca de Lagartijo, conservándola por su valor ambiental importante y por ser el cortijo un elemento singular y con cierto peso social y constituir un hito histórico. Cuando la constructora planificó la Ciudad de Levante en la finca, pretendía aprovechar el cortijo como elemento principal de un centro comercial.

Hoy sobrecoge ver cómo, paso a paso, enterramos todo lo que queda de la Córdoba del siglo pasado.