Naufragó en el mar de la inseguridad y con la expresión perpleja se preguntaba por qué la gente se metía con él. Jerónimo no quiso darse cuenta de que el teletoreo conduce al desastre, y sus pies atentos al instinto de supervivencia, pero desleales con el torero, le traicionaban llevándoselo antes de que terminara la reunión con el morito. Por su parte, salvo algunas series de El Payo que fueron muy buenas, el ruedo perdió su sentido litúrgico, pero a cambio, ganó fiesta y colorido. La manifestación de la alianza entre el hombre y el caballo siempre será un motivo jubiloso. Pablo Hermoso de Mendoza brindó otro recital de buena doma y del parte aguas que el instituyó en el arte del rejoneo. (Crónica de José Antonio Luna)