Enviándome fotos del acto, me comenta Domingo Echevarría que ha estado en Madrid como representante de la Federación de Peñas Taurinas de Córdoba para la entrega del premio que la Federación Española ha concedido a Victorino Martín (Escalera del Éxito 11). Me dice que departió con los dos ganaderos, Victorino padre e hijo, sobre la corrida de toros más famosa que se ha lidiado en Madrid en los últimos 50 años, tanto que fue bautizada como «la del Siglo». Ahora habría que decir «del Siglo XX». Yo recuerdo que la vi por televisión y que vibré con aquel espectáculo creciente ofrecido por los toros de Victorino y los diestros Ruiz Miguel (Escalera del Éxito 169), Luis Francisco Esplá (Escalera del Éxito 18) y José Luis Palomar.

Victorino ya era figura de los ganaderos cuando se celebró el festejo hace 32 años; pero se le encasillaba como «ganadero de Madrid», ganadero de gorrilla campera – «el Paleto de Galapagar» – que los aficionados radicales de Las Ventas enfrentaban a los ganaderos de sombrero de ala ancha preferidos en otras plazas.

Pero ése 2 de junio de hace 32 años, el paleto lidió a Madrid una corrida de toros que terminaría en coplas por bulerías:

«Son las siete de la tarde,

ya va a sonar el clarín:

se van a lidiar seis toros

de Victorino Martin».

Lo vimos toda España. Ruiz Miguel, que ya era parte de la sociedad comercial que formarían su nombre y el de la ganadería de Galapagar, ganó una oreja en cada uno de sus toros. Fue el toreo hecho emoción con compases de cantiña:

«Rosa y oro Ruiz Miguel

toreando al natural.

Remata con el de pecho,

cuadra al toro pa matar.

La plaza grita un olé

cuando el toro «Pobretón»

ha rodao de un volapié».

Luis Francisco Esplá cuajó ése día el que quizá haya sido el tercio de banderillas más espectacular – y torero – que se pueda presenciar. Quebró al toro con piruetas, dio naturales con las banderillas en una mano, cuadró en la cara, y luego, antes de cortar las dos orejas…

«… se quita Esplá el corbatín

pa rematar su faena

y se lo pone a «Cortigón»

en el pitón por bandera».

José Luis Palomar se hizo aquella tarde figura del toreo. Cortó una oreja en cada toro. La faena al sexto, que se aplomó pronto, fue comentada y animada por el propio ganadero, invitado por el director de la retransmisión a tomar el micrófono. Hizo José Luis toreo de calidad jugándose la vida:

«Palomar, tabaco y oro,

ha dicho sobre el albero:

si me mata, que me mate,

que así mueren los toreros».

Al final, los tres espadas el mayoral y el ganadero salieron a hombros de la plaza de Las Ventas. Lo nunca visto.

¿Que hubo triunfalismo? Pues claro. Como debería haberlo más veces en la fiesta de los toros. Pero, sobre todo, hubo triunfos. Ruiz Miguel y Esplá se consagraron como toreros de Madrid y de España y Palomar, por su parte, cogió tal impulso que poco después repetía Puerta Grande en la misma plaza. Y el ganadero pasaba de «paleto» a «señor», «El señor de Las Ventas», y en todas las plazas deseaban ver los reflejos grises y humillados de sus toros cárdenos.

Luego vendrían otras corridas de toros de Victorino históricas, incluso mejores – por ejemplo, la lidiada mano a mano en Córdoba por los hermanos Campuzano, la más completa que he visto – y toros más bravos que los de Madrid – aquel lidiado en una concurso en Zaragoza, que, en lidia dirigida por su ganadero Victorino hijo, se arrancó increíblemente al caballo desde las tablas opuestas al picador-, como también hubo tropiezos.

Pero lo cierto es que Victorino Martín está entre los tres ganaderos más importantes de la historia. Más de medio siglo en primera línea y puede ser que en el primer puesto de los ganaderos de bravo.

En ese medio siglo tiempo han aparecido y desaparecido de los primeros puestos docenas de ganaderías. Lógico, si pensamos que criaban sus toros pensando en el triunfo del torero.

Pero Victorino hizo una apuesta especial: criar toros para el triunfo del ganadero y de los toreros, es decir, de aquellos que se sintieran toreros. Si hablas con un torero que haya triunfado con un Victorino, notas una emoción distinta. Y así lleva Victorino medio siglo en la cumbre.

Ahora trabaja con él su hijo, también Victorino, y a poco que hables con él, te das cuenta de que sigue los mismos pasos que su padre: caerle bien a todo el mundo y mandar sin complejos en su ganadería; preveo otros cincuenta años de la patente «Victorino».

Con un cordial saludo para todas las Peñas Taurinas de España, los mejores deseos de

P.S. Las coplas por bulerías incluidas en el texto las escuché hace muchos años en la voz de Tina Pavón, firmadas José Carrasco Domínguez. Escucharlas ahora también te hace revivir otro flamenco.