Por Paco Delgado – Del Toro al Infinito 
Tendríamos ahora que estar viviendo sus últimos festejos o contando ya, según se hubiese planteado, cómo fue la feria de Julio de Valencia… pero la noticia, triste y muy negativa, es que este año, la feria más antigua, prestigiosa y modelo de todas cuantas llegaron detrás, no se ha celebrado.
Y lo que se tendría que haber vivido para celebrar el 154 aniversario de este evento, cuya primera edición data, nada menos, de 1871, pasará en blanco y como una de las 8 veces que -Sobrino dixit- por unas u otras razones se ha dejado de dar a lo largo de tan dilatado espacio de tiempo.
Unas obras para renovar el sistema de alumbrado del coso de Monleón se han llevado por delante ahora a la que fue primera y gran feria de Valencia -la de fallas no apareció hasta 1929 y no tuvo la dimensión actual hasta bien entrado el último tercio del siglo pasado- y que no sólo se vivía en la plaza, sino que era el gran acontecimiento social de una ciudad en expansión y crecimiento a todos los niveles y que tuvo en los toros, como en tantos sitios y tantas veces, su motor y escaparate.
Seriales que ocupaban sus buenos 8 ó 10 días, muchas veces llegando a primeros de agosto y rematando con la famosa “fartá” de 8 toros, con carteles en los que las más reputadas y encopetadas figuras se anunciaban con reses de Veragua, Aleas, Miura, Concha y Sierra, Pablo Romero, Conde de la Corte, Santa Coloma, Palha… que era de lo mejorcito de entonces y así siguió siendo con el paso de los años.
Pero los tiempos cambian, las modas mudan y los intereses de unos y otros varían, y lo que ayer era lo más, ahora dicen que es obsoleto y que molesta. Vaya por Dios.
Lo bien cierto es que hace ya un tiempo que a quien maneja el negocio taurino no le viene bien el tener que dedicar horas y dinero a un ciclo que, según ellos, ha caducado. Ahora, con la desaparición de los grandes empresarios y el rechazo de organismos públicos a la gestión de la cosa taurina, no solo el concepto de plaza de temporada es cosa del pasado, sino que se pretende un circuito que tenga una feria por ciudad a lo largo todo el año.
Santander, que hasta no hace tanto limitaba su actividad a un par de funciones por sus fiestas de Santiago, es, dicen, la gran feria del verano. Por supuesto, entonces Huesca, Gijón, La Línea, Almería, los seriales franceses… eran un apéndice a lo que Valencia significaba, el centro de atención del mundo de los toros. Pamplona, Bilbao San Sebastián eran los otros focos de interés para el aficionado y, excepto en el caso de San Fermín -que habrá que ver como queda con la actual deriva política-, ya se ha visto qué ha pasado en cuanto ha desaparecido la red pública o el turismo de alto standing que las mantenía.
El calor, los apartamentos en la playa, las vacaciones… son argumentos que se esgrimen para justificar la falta de rigor, atención y dedicación a un acontecimiento que siempre supo convivir con esos condicionantes -¿o es que en los años sesenta no hacía calor en julio, la gente no tenía ya coche y apartamento en la playa o no había cines, teatros o viajes?- y que ahora se pretende eliminar en pos de una mayor comodidad para quien mueve los hilos del tinglado.
 
Santander, siguiendo con este ejemplo, supo volcarse con su feria taurina, dotándola de respaldo social y envoltura cultural, con mucho actos al margen del ruedo y despliegue publicitario como Dios manda. Lo que Valencia hizo en su día y debería volver a hacer; tanto Diputación como Ayuntamiento y demás instituciones que sí apoyan a conciencia otras muchas otras manifestaciones y actividades, tendrían que implicarse mucho más. Entre todos se debe, y se puede -o al revés-, evitar que la de julio se limite a un festejo testimonial como se pretende, porque entonces sí que se habrá conseguido que la que fue gran feria del verano sea ya un mero recuerdo.