En la ejecución de las suertes de banderillas de “poder a poder” yendo de frente, “al cuarteo” y “al sesgo” se debe llegar a la cara del toro y clavar en décimas de segundo, levantar los brazos a ley y clavar saliendo limpiamente el banderillero por un lado y el toro por otro. Banderillear al hilo del pitón o a cabeza pasada y no levantando los brazos, como se dice “asomándose al balcón”, es feo por ventajista. Y sobre las suertes del violín y de la moviola, que provienen del toreo cómico y fueron mal incorporadas por diestros al toreo serio, no deberían aceptarse por muy espectaculares o vistosas que parezcan, y las suele aplaudir el público que desconoce la autenticidad de la suerte de banderillas. Los buenos aficionados deben de no aceptarlas, expresando su repulsa ya que son formas ventajistas de banderillear. En una se coge al toro por sorpresa yendo de lado, y en la otra yendo para atrás se aprovecha el viaje del toro y al llegar a jurisdicción del banderillero éste clava a cabeza pasada. Otros abusos de los espadas banderilleros son los saltos al clavar, eso resulta una acrobacia circense. Se debe hacer la reunión de la suerte con las zapatillas en la arena. A los toros difíciles que echan la cara arriba, que se defienden con pitonazos, a los toros “pregonaos”, se les puede banderillear a la media vuelta. Se coloca el rehiletero en el costillar y de ahí arranca hacia la cara del toro sorprendiéndolo y saliendo limpiamente por el lugar opuesto. Hay recursos para todo dentro de las normas taurómacas que no adulteran la verdad del toreo.

En el último tercio, los diestros no citan cruzándose en la cara del toro, ni adelantan la muleta y menos la pierna contraria. El pase sacado con el pico de la muleta en la mayoría de los casos se remata fuera, de manera  que no hay ligazón en la serie de muletazos. Se torea con poco temple, sin sentirse toreando, restando empaque y calidad a lo realizado, de manera que los diestros se convierten en pegapases sin cumplir con la regla de oro del toreo de parar templar y mandar. Hay que tener en cuenta que cada toro tiene su lidia y requiere un toreo adecuado. Hay toros que se debe doblarlos sin castigo para meterlos en la muleta y después descararse con ellos haciendo la reunión de la manera clásica y correcta. Otros se les pueden estar de lejos si están prontos, pero con el pecho por delante, no con ese viciado pase por la espalda nada estético y a lo que salga. Si el toro por lo contrario tiene malas ideas y es peligroso, el diestro se debe mostrar lidiador y dominador, doblándose con eficacia para poder con él y someterle para despenarlo pronto, pues intentar otro uso es perder el tiempo y cuestión de un percance, y esto el público debe entenderlo y agradecerlo. Las faenas, aunque el toro sea boyante, deben de tener un tiempo, no llegar a los diez minutos desde el comienzo. Con el exceso de muletazos se pasa al toro de faena y la mayoría termina gazapeando a la hora de matar, dando pesadumbre para cuadrarlos.

La suerte de matar es conocida también como suerte suprema, pues el toro desde que sale de toriles, todo cuanto se le haga debe tener el fin de prepararlo para la suerte de estoquear. Después de una faena de mejor o menor calidad torera, siempre la ejecución de la suerte de matar es definitiva, y es así porque en buena ley es la que da o priva del premio y homenaje de lo hecho por el diestro. Cuantos premios de oreja de una faena se pierden por el fallo a espadas, cuantos méritos alcanza lo realizado con una buena y pura ejecución de la suerte suprema. Es evidente que la práctica más realizada es el volapié, el toro cuadrado, bien en el tercio o en los medios, el diestro colocado en el centro de la suerte entre los pitones, y atacando en corto y por derecho, iniciando la acción con el brazo que mantiene el estoque a la altura del corbatín. Y mientras la muleta se echa al hocico y a la pata contraria, se ataca con el estoque. El toro al ver la muleta humilla y descubre la muerte, y según se clava el estoque se le marca la salida con la muleta, como si se iniciase un pase de pecho, todo con movimientos mecánicos que facilitan la perfección de la suerte.  A veces, en esta acción se suele pinchar en hueso, y aunque así fuese, la buena ejecución alcanza tanta validez como si la estocada hubiera entrado hasta la bola en todo lo alto, y no merma mérito alguno para el premio.  Lo que uno no debe tolerar es cuando el matador se perfila al hilo del pitón, o fuera, y ataca alargando el brazo y yéndose de la suerte. Aunque la estocada quede en lo alto, no se debe aceptar. También hay diestros que matan atacando con la punta del estoque para arriba y según se van de la suerte la bajan para clavar, se dice “matar a capón”, y también es deplorable. Según su colocación las estocadas deben quedar, bien hecho, arriba. Se pueden aceptar, según las circunstancias, delantera, ladeada, contraria, trasera, y mucho menos las estocadas bajas y las caídas con travesía. Un toro muerto de estocada arriba es digno de aplauso, sino de ovación.

 

Los toreros por prestigio y las aficiones por la verdad de la lidia no deben de transigir adulteraciones y ventajas.

 

 

 

 

                      José Julio García                                 22201042400~12650676427180.jpg

                      Decano de los críticos taurinos de España