Juro a ustedes por el penacho de Moctezuma que voy a contarles la pura verdad. Menos reservado y hosco que como es su costumbre, Sebastián Castella llegó al patio de cuadrillas. No me lo van a creer, pero durante la entrevista, por cuenta propia, dijo dos palabras más de las muy pocas que en otras ocasiones, el entrevistador de Canal Plus con tirabuzón logra sacar cuando lo cuestiona. El francés iba decidido a adueñarse del San Isidro 2015 y se adueñó. También, acudía a darles un baño a sus alternantes y se los dio.

La intención, obvio, era ganarle la pelea al Juli, porque pasar por encima de Morante era más fácil que recitar la tabla de múltiplos del número uno. Es que el diestro de la Puebla se siente la quintaesencia del toreo, el Paula y Romero fusionados son poco comparado con él y piensa que con dos verónicas no has hecho la temporada y que el resto, lo puede librar con una carpa de teatro infantil y un autobús recordando hazañas lejanas. El amo de las musas y los duendes del toreo más mezquinos de toda la fantasía gitana, se ha convertido en un diestro nulo. Cuando una empresa anuncia en una tercia a Morante de la Puebla, en realidad, lo que está promoviendo es un mano a mano entre los otros dos alternantes. Desde luego, sólo con cuatro toros, porque un par de la media docena se irán inéditos.

La faena de Sebastián Castella fue de una belleza extrema. De una brillantes luminosa. Temple, valor, entrega, creatividad, buen gusto y una torería exaltada son las características que la señalan como la mejor faena de la feria y de muchas ferias. Ya nadie podrá alcanzar la altura a la que en estos momentos se encuentra el espada francés.

Fue una pena que la estocada hubieses caído abajo, acción circunstancial. Por lo demás, quedan muchas cosas en entredicho. Por decir algo, la presencia de los toros que fue justita, algunos se veían anovillados. Mansos, era un triunfo arrimarlos a los caballos. La corrida suave y chica ha funcionado para el torero de la casa.

Tiene huevos el asunto con este Madrid que ya tolera los toros sin trapío y que ya no echa para atrás a los morlacos inválidos; que otorgó la segunda oreja a López Simón después de un pinchazo; que premió con una peluda a la más vulgar de todas las faenas, la de Manzanares, rey del teletoreo y señor del pico de la muleta, doctor en descargar la suerte. Este Madrid cada vez más permisivo y condescendiente, ha consentido, a su vez, que se le diera la vuelta al ruedo a “Jabatillo” el toro colorado de Alcurrucén no por su bravura, sino por su nobleza y a su vez, ha premiado con una oreja extra a la faena más diáfana y resplandeciente de la historia reciente del toreo, pero rematada con una estocada bajísima. La mediocridad es muy contagiosa y la gente del toro, sumada a los espectadores, la llevan de plaza en plaza sin perdonar la cátedra de la tauromaquia. Por lo que la elasticidad en los juicios se adopta con entusiasmo militante.

Sí, sé que ustedes pensarán que hay cosas que no se repetirán nunca, como esta obra de Sebastián Castella y que se tenía una sola oportunidad de premiarla así y con ello, volverla eterna. Es que siempre queremos cuantificar e importa más decir “faena de dos orejas”, que recordar las tandas templadas, pulcras, ligadas y bellísimas con que fue construida. Hemos olvidado que la obra que “Jabatillo” y Sebastián Castella crearon juntos una tarde de San Isidro, quedará guardada en nuestra memoria para siempre y que cuando el escándalo que genera lo de la “puerta grande” se apague, los cambiados por la espalda, junto a los pases por alto, el molinete, el de la firma y las trincherillas con que dio comienzo, más las series en redondo que siguieron, todo de una belleza irreprochable, estarán intactos en nuestro recuerdo de aficionados felices, tan contentos como si hubiéramos encontrado un tesoro, que de hecho, eso fue: ¡un verdadero tesoro!.

 

 

 

ProfesorCultura y Arte Taurino
UPAEP
Puebla, México