Por Julián Agulla López – Escalera del Éxito nº 230

Las parejas de toreros que encandilaron a los públicos con su competencia pasaron a la historia, aquellos Lagartijo y Frascuelo, o Bombita y Machaquito y, los más grandes, los de la Edad de Oro, Joselito y Belmonte, llenaron muchas páginas de la prensa del momento y fueron los que llevaban gente a la plaza. Aficionados fervientes seguidores de sus toreros y “acérrimos enemigos” de los contrincantes. Se dijo que la mayoría de los seguidores de Ricardo Torres “Bombita”, a su retirada, se hicieron partidarios de Belmonte por la rivalidad que hubo entre su torero y “Gallito” pese a que era éste el que continuaba la línea de torero largo, completo y de poder, más semejante a Ricardo.

Luego ya fue menos la competencia en pareja, grandes toreros pero sin ese apasionamiento y fervor por parte de seguidores acérrimos que buscara emparejar a algunos para dirimir la supremacía en el ruedo. Más cercano, podría hablarse de la recordada pareja de novilleros como fueron Litri y Aparicio que recorrieron las plazas siendo base de ferias importantes.

En todas las épocas ha habido, hay y habrá, buenos toreros, excelentes según los años pero lejos de las competencias atractivas para el público, tal vez los que llegan a figura prefieren navegar en aguas más tranquilas.

Los empresarios han buscado siempre las combinaciones más llamativas para que sirvan de base para las ferias y así, al nombre de las figuras, se van llenando fechas en el calendario de los festejos de la temporada pero sin que haya esa rivalidad que enfrente a dos toreros y a sus partidarios.

Cercana en el tiempo, aunque no tanto, la pareja “El Cordobés” – Palomo “Linares” fue un revulsivo en la temporada de 1969 cuando se anunciaron como “Los Guerrilleros” y recorrieron la geografía española enfrentados a los grandes empresarios pero duró sólo esa temporada y tampoco los festejos fueron en plazas que tuvieran la repercusión y relevancia suficientes.

En la década de los ochenta, se juntaron tres toreros distintos entre ellos pero que completaban una terna que sirvió de base a los carteles de muchas ferias. Los empresarios intuyeron una forma de competencia que resultó muy atractiva para el público que llenó los cosos donde se anunciaban. Y como aliciente el segundo tercio, el de banderillas, que permite la creatividad, el adorno, la inspiración y, por qué no, la espectacularidad. ¿Qué aficionado no recuerda el cartel formado por Luis Francisco Esplá, Víctor Mendes y “El Soro”?

El alicantino Luis Francisco Esplá había tomado la alternativa en Zaragoza un 23 de mayo de 1976  en un cartel de “tronío”, con Camino y “Niño de la Capea” y toros de Manuel Benítez. Tarde exitosa que se saldó con el corte de dos orejas al sexto. Otro cartel de lujo para la confirmación en Madrid de manos de Curro Romero y Paco Alcalde de testigo. Torero largo, dominador, ejemplo de maestría y conocedor de terrenos y distancias. Como muestra el ejemplo de la tarde del 29 de mayo del 79 en Madrid en la que el público le hizo dar la vuelta al ruedo tras parear a su segundo toro, de Pablo Romero, en una tarde en la que tuvo que matar tres por cogida de Antonio José Galán.

En esas fechas había otros toreros que brillaban con los palos y se juntaron en algunas ocasiones, “Paquirri” y Paco Alcalde de generaciones precedentes y “Nimeño II”, “Morenito de Maracay” y Juan Antonio Esplá, más cercanos.

Si hay que hacer una parada para recordar y paladear, esa será la del 1 de junio de 1982, aquella corrida denominada como “la del siglo” y en la que Ruiz Miguel, Esplá y José Luis Palomar dictaron lecciones de tauromaquia añeja ante toros de Victorino Martín. Y, desde luego, para la historia quedó su despedida en Madrid en junio del 2009 junto a Morante y Castella; su demostración de torería, buen gusto, poder y conocimiento de la lidia quedó patente ante Beato, un gran toro de Victoriano del Río premiado con la vuelta al ruedo. Un gran toro que tuvo delante a un torero que supo mostrar sus virtudes para cuajar la faena de su vida.

Víctor Manuel Valentín Mendes,  comenzó a torear en España por 1978 cuando ya Esplá era torero de alternativa. Víctor tomó la alternativa en Barcelona el 13 de septiembre de 1981 de manos de Palomo “Linares” y con Manzanares de testigo confirmando al año siguiente el 16 de mayo con toros de Pablo Romero y Esplá y “Morenito de Maracay” como compañeros. Algo aportó el torero portugués en sus actuaciones que siempre estuvieron marcadas por la pureza y en el garbo y gallardía de ir a los toros en banderillas y clavar reunido. El cartel de la confirmación ya denota la visión de los empresarios de potenciar y hacer rentable un cartel con espadas banderilleros. Ya había toreado con Morenito y Esplá cuando llega “El Soro” que fue el complemento perfecto para la formación del trío. Víctor Mendes en estas fechas, sigue dictando lecciones en los ruedos, vestido de luces aunque se prodiga poco.

Vicente Ruiz El Soro” tomó la alternativa en Valencia el 14 de marzo del 82 con Camino y Pepe Luis Vázquez de compañeros. Un cartel, acorde a los merecimientos del toricantano que, ya de novillero, llenaba el coso de la calle Játiva pues tenía seguidores en toda la provincia que llegaban en trenes y autocares repletos. Qué era un torero querido por los aficionados y muy capaz lo demuestran las tres orejas cortadas aquella tarde. La confirmación en Madrid el 21 de mayo de ese mismo año tuvo a Rafael de Paula y a Pepín Jiménez como acompañantes. Un torero que se entregaba todas las tardes ofreciendo un espectáculo explosivo y arrollador. La desgracia se cebó en él cuando, en abril de 1994 se encerró con seis toros en Benidorm; era la primera vez que se anunciaba para matar seis toros y, como agradecimiento a todas las muestras de afecto de esa tarde, pidió el sobrero. Triunfo rotundo y rotura de ligamentos en la rodilla que le ha llevado al calvario de innumerables operaciones sin terminar de quedar bien. Luis Francisco Esplá figuró en el cartel del homenaje que se le tributó en la plaza de Valencia en junio de 1996. Aún así, un ejemplo de sacrificio y superación, y con una rodilla “reconstruida” ha vuelto a vestirse de luces este año, volviéndose a llenar la plaza de Valencia al anuncio de su nombre, como en los viejos tiempos.

Los tres torearon en carteles con combinaciones distintas, según las plazas, ganaderías y empresarios pero, fueron coincidiendo en algunos comenzando así una andadura que duraría prácticamente una década. Un cartel famoso en todo el orbe taurino que llenaba las plazas y que era garantía de espectáculo. Garantía de ver en el ruedo lo que es la lidia del toro desde que sale de chiqueros. Es verdad que se “afianzaba” en el tercio de banderillas pero también lo es que fue el cartel más rentable de aquellos años, el que salvaba muchas ferias. En “Las Ventas”, fue un cartel muy bien acogido y se vivieron con pasión las tardes en que actuaron.

Los tres dominaban el segundo tercio pero también aportaban su “granito de arena” a la tauromaquia. Tres estilos y conceptos distintos que se complementaban cuando actuaban juntos y que, además, lo mostraban con el mérito añadido de lidiar hierros de los denominados duros. Esplá se retiró siendo reconocido como un maestro, estudioso de todas las tauromaquias anteriores que él asimiló y puso en práctica con sello propio. Mendes dejó constancia de la autenticidad, la clase, la pureza de presentarse en la cara del toro dándole la ventaja en todo momento. “El Soro” fue el rayo que surca la noche, la vistosidad, la innovación, el vaciarse todas las tardes para el público, “su público” porque todos los que llenaban las plazas, eran soristas.