Finito de Córdoba: 1 oreja con fuerte petición de segunda, 2 orejas.

David Fandila, el Fandi: 2 orejas y 2 orejas y rabo.

Curro Jiménez: 2 orejas y 2 orejas y rabo.

 

Toros de D. Julio de la Puerta. Bien presentada y de buen juego todos los toros, excepto el primero que acusó menos fuerza y recorrido. Nobles y de gran fondo, aplaudidos en el arrastre el segundo, el cuarto, el quinto y el sexto.

 

 

 

 

La Historia Taurina de la Plaza de Toros del Valle del Zalabí se está escribiendo con letras de oro desde que la empresa Toros Albaicín, joven y granadina, asumiera la gestión del coso. Este es su tercer festejo y de nuevo se ha dejado escrita una página de la Tauromaquia con mayúsculas, con un lleno casi absoluto, en una tarde de sol

Abrir plaza no es fácil, cuando los tendidos aún andan despistados, colocándose. Pero bastó con una trincherilla de Finito de Córdoba para acallar los murmullos y meterse al público en el paño. Magistral la clase de este torero de raíz sentimental cordobesa. Sin perder la sonrisa en ninguno de sus dos adversarios, logró rubricar con cada uno de ellos el sello de la única tauromaquia que existe, la de verdad, la del conocimiento y el arte, la de la entrega y el saber. “Finito está toreando vamos a ver…”, así dice la canción y así sintió la afición con cada molinete, con cada natural, con tandas ligadas aritméticamente perfectas. Se gustó el torero y supo trasmitirlo. Ejecutó la suerte de matar con tanta destreza que sus toros cayeron en una muerte digna. Y el toque de gracia la lidia en banderillas de su segundo toro que Finito realizó en primera persona. Gracias Maestro, inolvidable.

Aclamado y aplaudido desde el paseíllo, el cariño y respeto que la afición  profesa a  David Fandila, el Fandi, se lo ha ganado a pulso. Desde que enamorara con su toreo a Granada, ha sabido mantener ese sentimiento, hoy evolucionado, perfeccionado, el de un torero maduro, con temple, que sabe entender con intensidad cada parte de la lidia. Mantuvo una línea única desde los arriesgados recibos de capote hasta el culmen de la suerte suprema. Es el torero de las tres suertes. Tres estrellas que brillan por igual. Brindó los rehiletes esperados y mantuvo la intensidad de la nobleza de los dos de su lote para dar comienzo a su lidia con la muleta. Aquí, el diestro granadino, apuró todo el repertorio, en dos faenas completas, largas y de emoción, ligando una tras otra, disfrutando. Más no se le puede pedir, menos no lo permitiría él.

Estar empezando y hacerlo al lado de dos grandes figuras es un reto y un aliciente al mismo tiempo. Las dos oportunidades las supo aprovechar Curro Jiménez para demostrar que hay torero, que va a dar mucho y bien de que hablar. El de Priego de Córdoba puso sobre el albero los conocimientos y el dominio. Se creció en los momentos difíciles y aprovechó las repetidas y suaves embestidas de su lote para alargar faenas con sentido, en diferentes terrenos, mostrando al toro y mostrándose él. No dudó en hincar la rodilla a tierra para componer tandas de molinetes o al natural; no fue Curro Jiménez a cumplir una penosa obligación sino a dar un paso más para consolidarse en ese escalafón de dioses. Toreó para el público, para Finito, para Fandi, para reflejarse en aquellos que, con cariño, le jaleaban desde el burladero. Es duro el camino que eligió el 14 de octubre pero, con la firmeza y la honestidad que le caracterizan, logrará, sin duda, su sueño.