Gitano por los cuatro costados y nacido el 19 de marzo de 1839 en la provincia gaditana de Algeciras. Con tan solo un año de edad se traslada con sus padres a Jerez de la Frontera, donde recibe sus primeras lecciones de toreo en el matadero de la citada localidad, lidiando las reses que llegaban hasta allí, para ser sacrificadas. En el año 1859, tras actuar en algunas novilladas, viaja a Lima (Perú) como banderillero de la cuadrilla de Manuel Díaz “El Lavi». Llamó tanto la atención del público peruano que, en la sexta corrida en que actuaba, los aficionados le obligaron a alternar como primera espada junto a “El Lavi». Fueron cuatro años consecutivos los que “Chicorro», estuvo toreando como matador de toros. Después de Perú, pasó a torear en la Habana y Puerto Príncipe, ciudad en la que actuó en veintinueve ocasiones en corridas de toros.

A su regreso a España en el año 1865, se enrola en la cuadrilla de Antonio Carmona “El Gordito», destacando de igual forma como había sucedido en América. Cuando su maestro lo considera convenientemente preparado, le otorga la alternativa. La ceremonia tuvo lugar el 24 de septiembre de 1868, en Barcelona. Y la confirma en Madrid el día 11 de julio de 1869, de manos de Julián Casas “El Salamanquino”, al cederle la muerte del toro “Diablo” de la ganadería de los duques de Veragua.

En Madrid, el 29 de octubre de 1876, alternando con “Lagartijo” y “Frascuelo”, para colmo de alardes dio el salto de la garrocha y un quiebro a cuerpo limpio. En un recorte admirable le arrancó la divisa al toro y subió al palco regio a ofrecérsela a los príncipes de Baviera que presenciaban el festejo acompañando al rey, don Alfonso XII. Vuelve al ruedo y clava tres pares de banderillas, una de las comunes y dos de las cortas, de manera magistral. Y aún le sobra aliento para hacer una gran faena en el que consumaría la hazaña, a un toro de nombre “Medias Negras», de capa berrendo en negro, capirote, botinero y bien armado de la ganadería de Benjumea. Tras derrochar arte con ese duende potestativo de los toreros calés, el delirio de los aficionados, pone broche de oro a lo realizado con un certero volapié que hace innecesaria la puntilla, estrechándose en la ejecución de la suerte y entrando con limpieza, como mandan los cánones. El astado rueda como una pelota, mientras que el público, fuera de sí y no sabiendo cómo premiar a “Chicorro”, pide insistentemente le fuera regalado el toro. El presidente accede a aquella unanimidad y le concede la oreja, galardón que por primera vez se otorgaba en la plaza madrileña, hasta que oficialmente en 1910, se premió al diestro madrileño Vicente Pastor.

 

Escena costumbrista, Villegas. (Escuela sevillana, siglo XIX)

 

José Lara Jiménez “Chicorro», toreó por última vez el 29 de octubre de 1899 en Barcelona, para conceder la alternativa a su sobrino Manuel Lara Reyes “El Jerezano”.

Fue torero de gran popularidad y un personaje delicado, caprichoso, de soberbia fantástica que tuvo en sus manos el cetro del toreo y de manera indolente se durmió en los laureles. “Lagartijo” llegó a decir de él: “Chicorro” nos hubiera hecho apretar los machos a todos los que vestimos de torero… y perdió el corazón”.

Murió en Jerez de la Frontera el 22 de mayo de 1911, a la edad de 72 años, en el anochecer tibio e inquieto de la plazuela, con murmullo de plegaría callejera:

 

¡Llorad gitanos, llorad,

que se ha muerto un calorró,

de lo más cabal.

 Manuel Lara Reyes “Jerezano».-

El Jerezano

Es el nombre artístico de un torero andaluz, hijo del banderillero Luís Lara, “El Gato» y sobrino carnal del espada José Lara “Chicorro». Manuel nació en Jerez de la Frontera el 8 de diciembre de 1867, siendo bautizado en la parroquia de San Miguel de la mencionada ciudad andaluza. Después de ser aprendíz de tonelero entró de ayudante en el Matadero Municipal de Jerez, en el cual demostró grandes aptitudes para sortear las reses bravas. Con el apodo de “ El Gato», comenzó a torear como matador y banderillero en tientas y capeas, buscando conocer los secretos del arte taurino que llegó a interpretarlo con buen son, pero su carácter abúlico le resto continuidad a cuanto realizó. Debuta (según Sánchez de Neira), el 15 de agosto de 1890 iniciando su postulado torero en la plaza de Jerez de la Frontera, alternando con Fernando Lobo Escobar “Lobito” y José Villegas “Potoco”, con novillos de don Pedro Manjón, anunciándose con el alias “El Gato”. Mostrándose rotundamente torero y todos aquellos aficionados que acertaron a verle vieron en aquel joven un rayo de esperanza. En igual fecha o sea, el 15 de agosto del año siguiente (1891), se presenta en Madrid, dándose a conocer ya con el sobrenombre de “Jerezano», para torear novillos de Medrano y Udaeta, en unión de Francisco Benayas “Toledano». Gustó mucho la labor de Manuel, y comienza a hacerse notable. En 1895 un astado de la ganadería de Infante da Cámara le produce una grave cornada en el cuello, arrugando su decisión ante los bureles, aunque en ocasiones se sobrepusiera y diera el “do de pecho”. Aquella temporada de 1895, fue de un interés extraordinario por la grey novilleril en la que actuó como base de cartel “Jerezano», Enrique Gavira, Joaquín Hernández “Parrao”, Nicanor Villa “Villita”, José García “Algabeño”, Antonio de Dios «Conejito” y Diego Padilla.

La temporada siguiente su popularidad se agranda enormemente con el triunfo conquistado en la plaza de Madrid el 8 de septiembre de 1896, en cuya fecha, alterna con el cordobés “Machaquito» y “Maera», en la lidia de seis Veraguas. Al segundo de su lote lo pasaportó de un modo excepcional. Después de un elegante cambio de mano, un natural, uno por alto, otro más por alto y el de pecho, lo citó a matar en la suerte de recibir, administrándole una soberbia estocada de la que rodó el animal sin puntilla. Pero los malos mengues se cruzan en su camino, esta vez, en la localidad murciana de La Unión, sede del Cante de las Minas; una grave cornada le aparta temporalmente de los ruedos.

30 Septiembre de 1895 litografía de La Lidia cogida de Jerezano en Jerez

Retorna a las plazas de nuevo desafiando la suerte, y toma la alternativa en Barcelona el 29 de octubre de 1899, de manos de su tío José Lara “Chicorro”, (el mismo día que éste se retira del toreo con 60 años a la espalda), cediéndole la muerte de “Cordelero”, número 72, negro meano. Figuró de testigo Joaquín Hernández “Parrao”, y los toros eran del ganadero Feliberto Mira. Confirma la alternativa en Madrid el 18 de marzo de 1900, de manos del sevillano Joaquín Navarro “Quinito» teniendo como enemigo el toro Regalón de la vacada de Arribas Hermanos. Ya es matador de toros y alterna con la figuras en candelero y, el 1904, marcha a México. Allende el océano se admira su arte, su bien torear, con ese aire por gitanerías.

Jerezano hacia 1910

 

La temporada de 1912, las cosas, no le fueron bien a “Jerezano», en los ruedos ibéricos, a pesar de haber alternado con las figuras más importantes de su tiempo, por lo que emprende su habitual viaje anual a México, y la tarde del día 6 de octubre, en la plaza de Veracruz, alternando con Eduardo Leal “Llaverito», el primer toro del festejo, que sale abanto y con muchos pies, coge a “Jerezano» situado en los medios, y al intentar darle el primer lance de capa es trompicado brutalmente. Por lo que ingresa en la enfermería de la plaza aquejado de fuertes dolores en el vientre. Aquel fuerte topetazo en la zona lumbar le produce una peritonitis, y por esta causa deja de existir el día 8 las 09:30 horas. La noticia del fallecimiento de “Jerezano» tuvo sones de música amarga entre los aficionados aztecas y también entre los hispanos, pues el desventurado torero era sencillo y muy bondadoso en el trato.

En el trasatlántico Buenos Aires, su cadáver fue trasladado a Cádiz, por generosidad expresa del marqués de Domecq, padrino del torero.

Manuel Lara Reyes “El Jerezano», recibió sepultura en su tierra (Jerez de la Frontera), en medio de una gran manifestación de duelo.

“La mar está serena”

y allá en el altozano,

los calés lloran de pena

la muerte de “Jerezano».

 Gabriel Ortega Díaz “Barrambín”.-

Era hijo de José Gabriel Ortega de la Oliva “Chicuco», y de Gabriela Josefa Díaz Cantoral, y nació en Cádiz el 23 de julio de 1835.

El perfil gitano y torero de Gabriel Ortega hay que dibujarlo entre la vocación y la fantasía. Encajado en la tradición torera de la familia, este calé gaditano, hermano de “Cuco» y “Lillo», con más ambición vital que ellos, centra sus aspiraciones en la notabilidad, no en la jerarquización. Le interesa que su figura torera sea distinguida y piensa que puede serlo en el plano llano de la torería que viste de plata. No hace falta ser matador de toros para oír la resonancia de clarines y ovaciones, “con saber estar en el ruedo es suficiente…” se dice, para sí mismo. Un banderillero puede ser también un orfebre del toreo. De ahí que busque la singularidad de su acciones y el lucimiento personal. En sus pretensiones entra emular al diestro Antonio Carmona “El Gordito”, consumado artífice de la suerte de banderillas, que suele hacer con alardes de valor rayando en la temeridad. Gabriel Ortega “Barrambín», desde su juventud, es persona extraordinariamente inquieta, con preocupaciones desde que es aprendiz de torero, siente un vivísimo interés por el arte y los secretos del arte de torear. Curiosa inclinación la de Gabriel Ortega, únicamente le importa dominar la suerte de banderillas y crear maneras de clavar los rehiletes. La pretensión de crear para banderillear con la delicia peculiar de este torero, le preocupa, gusta y entusiasma a los públicos. La suerte no se alía siempre con Gabriel “Barrambín».

En Cartagena, el 22 de abril de 1860, intenta banderillear sentado en una silla y lo logra con acierto. Repite y sale por los aires alcanzado por el derrote del burel. Ante las circunstancias adversas, no cesa, continúa entregado a su fantasía rehiletera en busca de los aplausos que compensen su imaginación creadora. Sus alardes con las banderillas los verifica en Madrid, en 1858, contratado de temporada en la Plaza de Toros próxima la Puerta de Alcalá. Cuando juzga que ya ha expuesto demasiado y ha de dejar descansar a su imaginación, se retira del toreo activo. La muerte le sorprende a Gabriel Ortega Díaz “Barrambín», en Sevilla, el año 1866, cuando pasaba sus días entre el recuerdo de las tardes en que se había “jugao” el tipo ante los toros, porque así se lo pedía su sentimiento y el honor de su raza.

Continuará…

Antonio Rodríguez Salido 

Compositor y letrista

Escalera del Éxito 176

 

José Luis Cuevas

Montaje y Editor

Escalera del Éxito 254