Por: José Julio García Sánchez. Escalera del Éxito 103

La noche y el día se desposaron con gracia en Triana y el can­te por «alegrías», con sonrisa de oro, celebraba el nacimiento del calé Antonio de los Reyes Vargas. Este pariente de los toreros Francisco y Rafael Vega de los Reyes «Gitanilo de Triana», vino al mundo en Sevilla, el 31 de agosto de 1904. Trianero y gitano, le bri­llaba en sus ojos un rayo de sol de la alegre Andalucía; desde chu­rumbel le tenía enajenado el sueño de ser torero. En San Fernando (Cádiz), fue donde viste de luces por primera vez, el 25 de julio de 1926. Como arpa que tiene música de brisa marinera y cordelaje de rayos de sol, el trianero interpreta su canción torera. El aire de las sali­nas le trae la flor del éxito.

Vive un alba de esperanzador horizonte y desparrama aroma torera por los distintos redondeles. Como dicha amada, logra, el 31 de julio de 1926, torear en Barcelona, y misterio, la ilusión se vuelve esquiva. La racha se quiebra, como caña de maíz azotada por el viento huracanado, con olores de fracaso. Breve es la claridad, al igual que la existencia de las flores, ¡qué poco dura la ilusión y la ventura! Seguidillas, soleares, que con otros cantares, guitarra y jipios calman sus penas. No pasa mucho tiempo y se agita su escorzo gitano, como vara de fresno, sus ojos de azabache se alegran y se pregunta: ¿de qué barro estoy hecho? Entonces se dice, dejar dé ser torero, ¡jamás! Y decide pasarse a banderillero, enro­lándose en la cuadrilla de su primo Rafael Vega de los Reyes «Gitanillo de Triana».Así se encuentra a gusto consigo mismo, que dicen las gitanas, es lo cabal.

«Contigo la luna juega

y la luna siempre paga

con rayos de azucena».