Los toros de Alcurrucén tuvieron desigual presentación. Primero, cuarto y quinto con trapío, sobre todo este último que era un torazo cinqueño.

La corrida comenzó con puntualidad, sin prisas y todo indicaba que Juan José Padilla tenía las orejas cortadas por el simple hecho de vestirse de torero. Sin embargo -cuando salió el que abrió plaza- se aliaron en su contra el maldito viento, el entumecimiento del toro y su poco tino con la espada, pues necesitó de tres pinchazos y una estocada para mandarlo al desolladero. Con su segundo lo intentó todo y porfió ante el marmolillo que le tocó en suerte usando toda clase de recursos muy del agrado de este  público y como además lo mató con una contundente estocada, fue premiado con las dos orejas.

Rubén Pinar salió muy dispuesto en su debut en Villena –junto con Esplá hizo el paseíllo desmonterado- y toreó tan largo como le permitió la noble embestida del toro confeccionando una larga faena. Pese a esto y a la estocada tendida, el animal seguía con la boca cerrada y hubo de usar el descabello una sola vez. Con el precioso quinto estuvo mejor y lo toreó a placer casi en los medios rematando muy bien las series. Su pundonor y acierto en la suerte suprema lo declararon triunfador del festejo, cuyo premio debería ser el honor de estar en el cartel inaugural.

Alejandro Esplá paso casi inédito a pesar de que estuvo bien con el sexto mostrando un buen toreo natural que no fue apreciado en el ambiente festero de la plaza. Fue fulminante al volapié y se ganó –in extremis- la puerta grande.

También la organización mereció salir a hombros.