RUBÉN PINAR abrió la tarde confirmando su alternativa en Iñaquito, e inició la faena por alto para ejecutar a continuación series de derechazos y naturales de mucha cadencia. Su quehacer tuvo solidez y firmeza, toreando en la distancia corta y colofonando su labor con ajustadas manoletinas. Despachó de estocada y descabello, dando una vuelta al anillo. Los despojos del toro fueron aplaudidos en el arrastre. A su segundo, Pinar lo sometió por bajo, rubricando luego muletazos diestros dejando siempre el trapo en la cara del astado para provocar así el viaje de la res, que se iba haciendo cada vez más corto. Tras media estocada, el albaceteño saludó una ovación.

 GUILLERMO ALBÁN se dejó ver muy templado manejando el percal en los quites por chicuelinas, para posteriormente torear por derechazos bien trazados. Al natural, debió correr mucho la mano para darle salida al cornúpeta, pues este carecía de recorrido. Terminó Guillermo metido entre los pitones y pasaportó a su oponente al tercer viaje. Con el segundo de su lote, el de Guayaquil se lució en los quites por altaneras, y ya con la pañosa, Guillermo no tuvo mayores opciones, pues el bicho recortaba el viaje y se devolvía en un palmo obligando a su lidiador a enmendar constantemente los terrenos. Al final, hubo pitos para la res en el arrastre.

 DAVID FANDILA EL FANDI, saludó con dos largas cambiadas de hinojos al primero de su lote, y estuvo lucido en el tercio de los valientes, pero durante la faena, el astado no terminó de romper a embestir ni se desplazó correctamente. Empeñoso estuvo el granadino matando de media estocada. Con su segundo, Fandila quitó por navarras y volvió a encender al tendido durante el tercio de banderillas, destacándose un escultórico par al violín. Inició el trasteo de rodillas instrumentando muletazos por alto, pero la embestida no fue clara, quedándose el astado debajo de la muleta y buscando el cuerpo del torero. El viento hizo también su mala labor, y poco fue lo que David pudo al final sacar a limpio, siendo pitados los despojos del burel en el arrastre.

 

 

Crónica de Fabricio Guerra