Abundan por doquier, dan palmaditas en el hombro y espalda, abrazan, alaban, comentan orondos, estrechan la mano con toda la hipocresía del mundo, se dicen ser amigos del alma y a la vuelta de la esquina dan el garrotazo traicionero para luego disecar todo lo que en lo taurino no va con su conveniencia, exhibiendo su trofeo dañino dentro y fuera de nuestra Fiesta Brava.

 

Los taxidermistas en nuestra Fiesta Brava hacen valedero el concepto de este arte de disecar con su actitud siempre negativa, represiva, dañina, inconciente, destructiva, maligna, para mantener viva la imagen de la mala controversia, polémica, crítica, bajo la premisa de que están aportando lo mejor de ellos en bien de lo taurino, algo que ellos mismos no se creen.

 

Son sujetos que se asemejan al taxidermista de mala muerte que rebusca de la manera más cobarde el mejor trofeo de caza para disecarlo, sacarle provecho a su antojo personal sin importarle el costo de ello, ni les va ni les viene hacer lo que sea para perjudicar a quienes de una u otra forma, aportan lo mejor de sí para impulsar la Fiesta Brava.

 

Los taxidermistas a lo que me refiero deambulan dentro de lo taurino, más peligrosos que nuestros adversarios, muestran cara de honda preocupación cuando se ataca lo taurino pero están a la caza del trofeo deseado para dar vida a su mala fe, son esos que toda la vida han vivido y convivido de la Tauromaquia pero nada de nada aportan para impulsarla y fortalecerla, su diaria vida se va en la malsana búsqueda de disecar nuestra Fiesta Brava.

 

Con ellos solo nos queda, cazarlos con sus propias armas, exhibirlos con el escarnio público que se merecen ante la afición taurina pues sencillamente «hacer como hacen no cae mal».

 

San Fermín nos guíe en la limpieza de tanta alimaña que hay en nuestra Fiesta Brava y olé.