Informa desde México. José Antonio Luna Alarcón. Profesor Cultura y Arte Taurino. UPAEP

¿Ustedes creen que, de verdad, los novilleros contemporáneos son soñadores de gloria?, ¿qué realmente, están preocupados por convertirse en leyendas? Perdón por aguar la fiesta, pero tengo una teoría personal al respecto. Lo que los chicos de hoy quieren, es vivir bien y que les digan toreros por que se visten de luces y no tanto por las hazañas realizadas en el ruedo.

En Guadalajara, el domingo, a las míticas cinco en punto de la tarde, se abrirá la puerta de cuadrillas de la plaza Nuevo Progreso, para dar la primera novillada con los jóvenes más destacados del ciclo llamado “Soñadores de gloria”. Van a ser cinco festejos de selección y en el sexto, estarán anunciados los que sobresalgan en la breve temporada, para disputar el trofeo “Manuel Capetillo”.

Ya he mencionado otras veces, lo que dijo el novelista Juan Carlos Onetti -palabras más, palabras menos- que entre los que quieren escribir y los que quieren ser escritores, se quedaba con los primeros. Del mismo modo, el que esto firma se queda con los que quieran torear, no con los que quieren ser toreros.

“Soñadores de gloria”, es una frase publicitaria muy bonita, pero hay que explicarle a los muchachos que entre la fama y la gloria, media un buen trecho. Es difícil hacerse matador de toros en un mundo que no los deja serlo. Me explico, siendo fiel a la precisión del lenguaje, torero es el que mata toros, no novillos ni eralitos. Sin embargo, quieren ser toreros, porque, en este país, si se sale bueno para pegar muletazos, puede que se alcance una posición económica aceptable, aunque nunca se pase de ser un matador equis, del que nos vamos a olvidar al otro día de que se corte la coleta.

Dicen que quieren ser toreros, pero no torear toros, que el apoderado lo arregle, que sean novillos con cierta apariencia de toro, que los cuernos estén despuntados: “maestro, -me llaman así, porque soy profesor-  no hay quien resista jugarse la vida cada ocho días”, dicen los espadas. Son soñadores de una gloria muy poquita cosa. Una gloria que consiste en seguir a los que se han colocado, a esos matadores que en México consiguen vivir de matar corriditas y pasarla bien, aunque entre ellos y ser una figura legendaria medie una distancia cósmica, pero, en estos tiempos ¿a quién le interesa ser una figura legendaria?.

Ellos mismos se roban su sueño, para inventarse una mentira en la que están perfectamente inmersos. Dicen que quieren ser toreros, pero no caminan por una ruta propia, sino por donde les dicen sus compañeros y los apoderados que son especialistas en deshacer ideales. Los he escuchado, los matadores de toros me lo han dicho: “maestro, es que usted ve otra fiesta, muy bonita e idealista, pero aquí hay que salir retratado en los portales taurinos a hombros y con las orejas en la mano”. Inevitable, pienso en “La sociedad del espectáculo” de Guy Debord, que dijo: “todo lo que alguna vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación”. Primero fue el ser, luego, importó más el tener, ahora, basta con parecer. Ha habido los que eran: Lagartijo, Gaona, Joselito, Belmonte, Manolete, Ordoñez, ¿quién más?. Otros que tenían, Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Curro Rivera, trilogía de la decadencia, si no, échenle un vistazo al torito “achaficado”, y pueden decirme lo que quieran, -que gusto tienes, José Antonio, por hacerte de rencillas- se aceptan reclamaciones que, desde luego, no voy a discutir. Más dramático es el caso de los de ahora, nada de ser ni de tener, a ellos les basta con parecer. No los nombro ¿para qué?.

Dicen que quieren ser toreros y se imaginan en el sosiego del cortijo, la cuenta de cheques gorda y el Mercedes Benz, pero pretenden brincarse a la torera –nunca mejor dicho-  lo del dolor que cuesta conseguirlos, nada de poner en serio las femorales en los diamantes, y menos, la posibilidad de morirse vestido de oro. Dicen que quieren ser toreros, pero les molestan las críticas, todo aquello que no sea coba. Quieren el reconocimiento barato y sin pozo. Lo de ser verdaderas figuras es un sueño muy caro, los tiempos que corren son pragmáticos, vivimos la lógica del mercado, la gloria si no tiene un rédito capitalizable, no tiene sentido. Noten el veneno de la frase.

¿Creen que exagero?, echen un vistazo a la baraja nacional de matadores; a la nómina de figuras mexicanas de las últimas tres décadas, nombren a alguien. ¿Saldrá alguno de las escuelas taurinas?. En España, ¿quién se va a convertir en el hito que inscribirá su nombre entre los de los más grandes?.

Por todo eso, hay que decirles, que no se trata de llegar a tirones y a jalones a media tabla, sino de intentar a sangre y cornadas poner el nombre con letras de oro en las páginas de la Historia de la Tauromaquia. Que sepan a ciencia cierta, que los muy pocos que lo han logrado, fueron, en su día y sin cortapisa, unos verdaderos soñadores de gloria.