Por Ladislao Rodríguez Galán

A estas alturas del invierno estoy como los novilleros con ansias de comerse el mundo, que están deseando que comience la temporada para ver un pitón. Para volver a torear.

Mi guión para cada temporada, desde hace más de cincuenta años, es peregrinar por las plazas (sobre todo acompañando a toreros de la tierra) para luego dar cumplida información a los aficionados que no pudieron asistir. Necesito ese ritmo. No me agota.

Mi debilidad, lo tengo más que demostrado, son los chavales que comienzan, pues ellos son los que verdaderamente precisan ayuda. Los toreros consagrados, ya tienen expedito el camino.

Lo difícil es lo de los jóvenes que tienen que sortear inconvenientes y obstáculos para poder dar un pase. Ellos son el futuro de la Fiesta y no se pueden dejar solos. Ni pueden caer en el desánimo. Por eso la labor de las Escuelas Taurinas es inestimable y fundamental. Si no fuera por estas instituciones, muchas de las cuales carecen de subvenciones, (como la Escuela de Córdoba, sin ir más lejos) , los aspirantes a toreros no podrían torear en el campo ni en una plaza.

Pero todo esto viene a cuento, porque como estoy ansioso de que comience la temporada y su barullo, para matar el gusanillo, he espigado en mi archivo más reciente y he rescatado estas fotos que demuestran la infinidad de posibilidades que oferta un espectáculo taurino para obtener imágenes vistosas desde todos los ángulos. Sobre todo, jugando con las sombras y el contraste.

El movimiento y el multicolor de la Fiesta de los Toros ofrecen estampas muy agradables de presenciar y captar. Les muestro encantado este breve muestrario. El espacio es el que manda. Que las disfruten.