El muchacho no ha desentonado fuertemente, aunque se ha visto que está verderón y que habrá que esperar a verlo cuando esté más cuajado pues ha apuntado alto, recibiendo bien de capa al tercero, al que propinó tres buenas verónicas y una media con mucho gusto. Pero se ve que ha debido de atracarse de la nobleza y la buena embestida del novillo, y a excepción de las dos primeras tandas, luego ha habido muchos enganchones en los que llegó a perder los engaños en dos ocasiones, parando de esta forma la música y perdiendo toda opción de triunfo, aunque las veces que lo llevó lo hizo bien y bajando la mano… La faena fue de más a menos y muy intermitente. Mató de estocada y recibió una ovación que recogió desde el tercio, aunque la ovación de verdad se la llevó el novillo Ballesto en el arrastre.
Lo demás fue en su mayoría una tarde sin contenido pues no hubo mucho más que contar, en su segundo, un novillo muy parado, no tuvo opciones el manchego que dejó de manifiesto su predisposición y sus ganas.

Juan Luis Rodríguez repetía hoy después de haber cortado una oreja en la segunda novillada, pero hoy el albaceteño ha venido con otra actitud, muy diferente a la del primer día. Ha venido demasiado relajado, además de poco acertado en sus faenas. El primer día seguro que se habría comido a cualquier novillo que hubiese tenido delante, pero hoy no ha sido así y ha dejado otra impresión muy distinta. Aún así el aire le molestó en demasía en los dos novillos tanto con la capa como con la muleta. Demostró una vez más su buen oficio aunque con mucha menos transmisión. Recogió también una ovación por la faena que había brindado al público. El cuarto novillo tuvo embestida más molesta y no le dio opción, así que sólo pudo esforzarse en el toreo de cercanías y mató mal.

Diego Lleonart parecía estar tan apático como el novillo primero que le tocó en suerte y demostró tener tanta o más sosería que el utrero. Con el quinto tampoco tuvo opción alguna, por lo  que la tarde pasó en blanco para él.

 

 

29620093190~12462275430080.jpg  Crónica de Conchita Rodríguez Ortiz