Hasta el tercer toro casi todo fue un tedio, aunque hay que ponerle un 10 a la afición de Sevilla por aguantar lo de esta tarde y este público de aquí a fin de feria se convertirá en santo seguramente. La gente tenía ansias de toreo del caro, de recrearse en un muletazo, en una verónica de Morante, de un natural infinito del Cid,…. Pero poco juego les han dado los toros y así es imposible. Cuando saltó el primero al albero maestrante, la gente aplaudió la presencia del toro, o más bien las ganas de tarde inolvidable. Pero todo eso se truncó. Hasta el tercero no pasó prácticamente nada. Hay que decir que los toros han salido sueltos como me apuntaban mis apuntadores traseros, que no remató ni uno, y que salían por allí más que nada a ver qué pasaba por allí de manera descastada y muy deslucida. El primero de Morante fue un toro apático que no quiso saber casi nada. Se quedaba corto y encima miraba, así que Morante lo aguantó el tiempo justo al ver que su embestida no era clara.

En el segundo el torero de Salteras tampoco tuvo opción. El toro fue incierto, sin raza, soso y muy parado. En los primeros compases de la faena de muleta El Cid puso de su parte y quiso entenderlo, se dobló con él, le bajó los engaños para enseñarle a embestir, pero fue imposible porque encima el toro quería cogerlo.

El segundo de Morante también fue un regalito. Pudo darle dos medias series de derechazos, en la tercera ya el toro lo buscaba con descaro, así que volvió a abreviar.

Llegado el ecuador de la tarde, el respetable empezaba a impacientarse, aunque no se quejó en casi ningún momento. A partir de aquí empezaron a ocurrir cosas y el público a disfrutarlas como si fueran únicas e inigualables. Salió El Cid a torear a la verónica, y de qué manera, al ralentí y con gusto. Aquello empezó a animarse. Y su compañero de cartel salió a hacer el quite que le correspondía. Algún sector del público criticó el gesto, ya que se había peleado poco a su entender con los dos oponentes anteriores. Le dio solo cuatro verónicas, y ahí se desató la guerra entre los dos toreros de Sevilla. Volvió a salir El Cid a hacer la réplica y pegó tres lances a la verónica. En banderillas se desmonteró Curro Robles. Brindó El Cid al público. Por el pitón derecho fue completamente imposible lucimiento alguno, así que lo intentó por el toreo al natural. Buenos sobre todos los cuatro naturales sentidos, largos y profundos del diestro de Salteras. El escaso motor del toro se iba acabando en cada muletazo que le daba y los siguientes fueron casi de uno en uno muy parados. Estuvo El Cid allí y demostró que quería estar pero que no tenía opciones. Mató de una estocada casi entera y recibió una ovación.

En el quinto, Morante fue a la lucha de nuevo con el capote y dio una auténtica lección magistral del toreo a la verónica a un Victorino en la que le sonó la música merecidamente. Seguramente quedarán en la retina de todos esos lances para la posterioridad. Después fue El Cid por delantales, pero ya no era lo mismo, aunque también fue ovacionada su obra. Por el pitón derecho la labor no tuvo continuidad, pues la mayoría de los pases eran de uno en uno, el torero también estuvo un tanto acelerado y no se asentó aunque el toro no lo merecía. Al natural más de lo mismo, y ya llegando la gente al límite. La paciencia se agotaba, el sexto fue un toro blando in extremis, así que fue devuelto y en su lugar apareció un toro que tenía un comportamiento extraño, casi me atrevería a decir que podría estar toreado. Se llevo El Cid un revolconcillo y un pisotón. Se coló por ambos pitones y fue imposible. Lo que yo diga, Sevilla es santa…

 

 

244200951345~1240544091187.jpg   Desde Sevilla, crónica de Conchita Rodríguez Ortiz