Pamplona ya está ahí, se huele, se palpa, con todos los abonos renovados, caso único y magnífico.

Una buena realidad, que me atrevo a cantar porque a las cosas buenas hay que aferrarse, y más en estos tiempos, y darles el sitio que se merecen.

Y que tanto maula que pulula o vegeta o daña en el llamado planeta de los toros se fije y aprenda algo. Y no vaya abriendo heridas que nos desangran cuando tienen en sus manos el mejor espectáculo del mundo, siempre que sea de verdad y veamos en el ruedo a auténticos toreros con toros auténticos.

Pamplona cercana. El mejor cartel mundial del toreo, sin discusión. La figura del toro llegando a todas las partes del globo. Millones y millones viendo los encierros y la valentía heroica de los mozos que saben lo que se juegan y lo que representan y la de los locos –guiris, nacionales o lo que sean- que no. El mejor spot taurino del mundo. Espectáculo único que mantiene –y mantendrá en pie- lo que es la valentía de las personas con un par (de narices) y la bravura de los animales con otro par (de pitones). Por eso atrae tanto y llena al máximo. Que sepamos vender lo que significa esto del toro en Pamplona.

Y hasta los colores, blanco y rojo, son ejemplo de una estética tan monumental como atractiva.

Fuera de la plaza lo tienen todo : ambientazo, música (no la hay más popular), procesiones religiosas y manifestaciones mundanas, comida, bebida, entusiasmo. Y peñas, antes y después de la corrida, lanzando al viento que van y vienen de los toros. Que es a donde hay que ir.

Colores, música y sentimiento. Vaya tarjeta de presentación.

Y por encima de todo un capote maravilloso y único : el capotillo de San Fermín, el de los milagros, el de los quites continuos, el mejor salvavidas que se conoce.

Y por la tarde, otra cosa, que se queda en segundo plano ante la maravilla del encierro, pero que no debería relegarse tanto. Pero ahí están llenando la plaza día a día y demostrando .-también con ese cartel- que el espectáculo taurino está en primer plano. Y sólo un pueblo tan loco y pasota como España podría estar pensando en cargárselo. Como se carga la unidad de los territorios.

Tan locos estamos que, antes de casarse, el que iba a ser yerno de Arturo Más, o como se llame, el verdugo de los toros en Cataluña, el tonto del freedom en el Camp Nou, festeja su boda, el gran acontecimiento de su vida ¡¡¡celebrando una capea!!!. Olé, olé y olé. Qué manera de dar en los morros al suegro enloquecido y dañino. Espero que las informaciones sean ciertas. Una estocada en todo lo alto, como reza el léxico taurino. Y es que no pueden ni podrán.

Y la justa Pamplona, repartiendo puestos y dinero en sus carteles a los que se lo merecen. Pamplona no redondea carteles como Bilbao. De hecho sólo hay uno, el de miércoles 10. Bilbao tiene que atraerse al público y rematar combinaciones. Pamplona lo tiene ganado de antemano.

Mira los beneficios para su Casa de Misericordia y, a la vez, hace justicia. Lleva al triunfador de Sevilla, Manuel Escribano, del que nadie se acordaba tras su buena tarde ante los Miuras en la de abril, y no se olvida de los nombres de Madrid (salvo Adame) como Alberto Aguilar. Y da oportunidades a toreros que se lo merecen y que torean poco. Y que se lo han ganado en ese ruedo y le han cogido cariño. Como Joselillo. Y los que quieren abrir las puertas del futuro y las tienen cerradas en casi todas las plazas. Hablo de Nazaré, López Simón, Juan del Álamo y Rubén Pinar. Alientan a los jóvenes que empujan como Jiménez Fortes, aunque sobrevalorado al darle dos tardes.

Estos nombres deberían ser los protagonistas del Madrid de agosto y no novilleros sin cartel ninguno ni experiencia que vienen aquí a protagonizar la Roca Tarpeya. O sea, ser lanzados por el precipicio. Y que su sitio, si hubiera, Dios mío si hubiera, sería el de los pueblos o de plazas de tercera para ir haciéndose.

Los primeros pueden ser toreros y para los segundos es una experiencia casi imposible. Y la verdad : necesitamos toreros nuevos como el comer.

Pamplona cuida hasta la familia (Francisco Marco) y es justa con Rafaelillo, Ferrera y Castaño. Y, por tener, tiene una novillada interesante y la del rejoneo de Hermoso de Mendoza, el ídolo de la tierra, con un cartel en el que se repiten los tres ya varios años porque Galán y Armendáriz también triunfan.

Lo que no tiene Pamplona es la serie de días del clavel, con figuras que llenan el prestigio de una ciudad taurina. Para eso –dicen- tienen al toro que precisamente no es tanto toro cuando aparecen los privilegiados de la vida. Y que, como saben, se llama feria del toro porque un año se vieron sin figuras y había que equilibrar, ofrecer atractivos. Fue una jugada comercial simplemente.

Le falta también –y mucho en los últimos años- valoración justa las faenas y no devaluar constantemente una plaza que es de primera por ley y de primerísima por su repercusión mundial. Menos regalos y más seriedad en el palco. No estropeéis lo redondo. Que por eso vuestros triunfos no tienen repercusión, salvo los zambombazos irresistibles. El último que recuerdo : el de Antonio José Galán, herido, arrastrando la pierna y bajo un monumental aguacero. Mientras, año tras año, gran ambiente a los orejeados del día pero ni una repercusión en las ferias posteriores españolas.

Siempre Pamplona. Siempre ahí. Siempre ejemplo de una tradición. Siempre triunfal. Qué falta nos haces y cuánto te queremos.

Si San Isidro tapó la hemorragia, en Pamplona no hay enfermos de ninguna enfermedad sino gente sana y feliz. Hacen lo suyo. Sin complejos y sin soberbia. Qué alegría en estos tiempos. Que no nos la quiten nunca.