En el primer festejo de la llamada actualmente Miniferia de la Comunidad de Madrid que se organiza por la conmemoración de la epopeya madrileña del Dos de Mayo de 1808, se abrió con una novillada en la que se corrieron reses de la ganadería salmantina de Antonio Palla, procedencia Domecq Díez, flojos con poca fuerza y justos de casta, dieron juego deslucido. El trío de espadas, Cristian Escribano de Getafe; Adrián de Torres de Linares y López Simón del distrito madrileño de Barajas, pusieron decisión, voluntad de hacer, distinguiéndose en los quites. Pero cuando enfrente no hay material propicio, lo mejor es cortar, se evita perder el tiempo, y las faenas absurdas de porfiar para nada, pese a la buena voluntad. Un trasteo eficaz por la cara, cuadrar a la res y despenarla con rapidez deja siempre en el aficionado un concepto de buen lidiador. En esta ocasión podemos decir que en una tarde lluviosa se poblaron poco los tendidos y el público que los ocupó parecían amigos o paisanos de los jóvenes novilleros porque lo aplaudieron todo lo bueno, lo malo y lo pesado. La novillada duró dos horas y media. ¡Insufrible!. Además se concedieron dos orejas benévolas no propias de la Plaza de Madrid.

 

El público, que no el aficionado habitual madrileño, las pidió y el presidente señor Gómez no quiso compromisos, ni críticas absurdas y atendió al entusiasta público en su petición. Los tres espadas entraron a matar con el brazo suelto, el vicio y ventaja, que se está cargando la suerte de matar tan fundamental y bella en su realización, según los cánones.

 

Escribano despachó de tres pinchazos, un aviso, media delantera y descabellos al primero. Mejoró su bormuletra con el cuarto, al citar con la muleta planchada y menos pico y al matar de una estocada ladeada le dieron la oreja.

 

De Torres muleteó al segundo a base de un pase, otro y así sin ligar ninguno. Resultó revolcado sin consecuencias. Ante la sosería del novillo sobraron pases y sonó un aviso y continuó para nada. Al fin acabó de pinchazo y estocada trasera. El quinto se le coló desarmándolo con la muleta y le cogió por suerte sin herirle. El novillo buscaba, se iba suelto y lo despachó de estocada, dos pinchazos, uno hondo y descabello. Saludó desde el tercio.

 

López Simón que hacía su presentación en Madrid, ante un buen número de paisanos del barrio de Barajas, se las vio con el tercero que derribó en varas y se dobló de manos. Inició el muleteo de rodillas y dejó ver empaque en su toreo, como ya había demostrado con el capote. El novillo volvió a caerse, pese a esto, tomó la muleta con ligazón de pases, oyó un aviso. Si entrar a matar por no jugar la muleta para dar salida resultó cogido sin nada que lamentar. Al sexto, faena deshilvanada para acabar de pinchazo y estocada baja.

 

Acaba de empezar la temporada y vemos un concepto del toreo que es muy discutible. El tiempo ya dirá.

 

 

 

 

 

José Julio García

Decano de la Crítica Taurina

Escalera del Éxito 103