Por Rubén Darío Villafraz

@rubenvillafraz

Ha concluido el pasado domingo la parte central de la feria taurina de Tovar, la que se lleva a cabo en homenaje en honor a la patrona de los tovareños como es la Virgen morena de Regla, cuyo origen se remonta a Chipiona, tierra de artistas y genios. Como otro genio es el que se requiere para enderezar la difícil situación que nos lleva por la calle en medio, hablamos económicamente al país, visto de manifiesta en la Sultana del Mocotíes, donde muchas fueron las ganas por estar en toros y conciertos nocturnos feriales, pero el bolsillo nada que daba para tales menesteres. Si acaso alcanza para “medio comer”, menos lo es para esos lujos, que antes eran posibles. Cuando éramos felices y no lo sabíamos.

Lo cierto del caso es que de estos cuatro días de epicentro taurino tovareño, se han suscitado varios hechos. El primero, que a nivel de la cabaña brava nacional estamos muy complicados, “jodidos” en términos castizos, a tenor de lo presentado por las divisas de Campolargo, Rancho Grande / El Prado / La Consolación y San Antonio, donde han quedado en él debe el elemento trapío y en especial raza y bravura. En pocas palabras, que desde hace años no sabemos por nuestras ganaderías lo que es refresco de sangre, a poco de uno u otro toro indultado importante de las ganaderías colombianas que se lidiaba años atrás, o los españoles que se lidiaron en la pasada Feria de San Sebastián de los años anteriores, de los cuales se les ha perdido el “rastro”.

El elemento toro, un factor más, o siquiera, el más importante de una feria taurina no es novedad en los últimos años. Pero ha sido esta agudísima crisis que venimos sorteando a nivel taurino, en un año donde hemos sido testigos de una sola cita ferial (sin mencionar la curiosa edición ferial de enero en San Cristóbal), la que ha destapado las alarmas. No tenemos toros aptos para nuestras citas feriales sobrevivientes.

La cuestión es complicada cuando en la pasada edición ferial tovareña muchos aficionados se acercaron a las taquillas de la plaza, y vieron impávidos y estupefactos como se les cobraba en su equivalente en dólares cada una de las boletas a disposición. Con precios a la par de todo el planeta taurino, como si estuviéramos en Madrid, Cali, La México o Pamplona, por mencionar plazas de toros especificas del planeta taurino.

Esto en parte es una reflexiva lección, que en parte sanea y sincera el orden económico de un espectáculo que estaba convirtiéndose en deficitario. Otra cosa es lo que se dio cita en los tendidos del Coliseo, donde muchos hicieron el esfuerzo pero al ver lo que salía de toriles, pegaban el grito al cielo, como me imagino que también lo harían los empresarios, los hermanos Santana, a quienes literalmente les han hecho pagar la novatada, la misma que pasa cuando se trata con la buena fe. Vaya que es difícil esto, pues estamos hablando de intereses muy puntuales. El que organiza y espera triunfar económica y artísticamente (y en especial los toreros) y quien provee la materia prima de lucimiento en esto donde el elemento central, vuelvo y lo repito, es el toro. El único quien pone y quita.

De lo visto se habrá tomado lección. Diversas serían las opciones a tomar en cuenta si los Santana para el 2020 asuman de nuevo las riendas empresariales tovareñas. Y más a lo que sería la edición del VIII Reencuentro. Exigir así como le han exigido pagar por adelantado los toros antes de embarcarse, el que sean eso, toros de mínimo 425 kilos, cuatro años y la presencia acorde a una plaza de solera; o tomar el doloroso camino en estos momentos de hacerse con una camada de toros de ganaderías de renombre en Colombia, con tiempo prepararlos, y hacerse con ellos, asegurando al menos el éxito en este apartado. El tiempo lo dirá y ya quedara tiempo para que Johan, Franklin y Luis Miguel Valencia hagan un mea culpa y entiendan, que en este momento no se puede “pifiar” en cosas así, pues solo eso nos falta para terminar de darle la puntilla final a un espectáculo que tal y como se vio en los tendidos, se encuentra en fase crítica. Ojala y no lo lamentemos después.

MÉRIDA, SIN EMPRESARIOS, VIENDO LAS BARBAS EN REMOJO DE LAS DEMÁS

Por su parte en San Cristóbal ya anuncian la posibilidad que para la edición del 2020 de la Feria de San Sebastián, por lo menos dos corridas de toros se estén llevando a cabo en su ruedo, ese mismo que este año por enero tuvimos la ocasión de ver de manera horrible bajo los dientes de mucho cemento sin vender, y los colmillos de la indiferencia de una afición que era en época orgullo y envidia de muchas.

Para tal efecto la C.A. Plaza de Toros de San Cristóbal está trabajando con el conocido aficionado local, Miguel Murillo para lo que sería desde ya armar la feria sancristobalence, en momentos duros para la capital del estado Táchira como en el resto del país, pero en especial San Cristobal y Merida. No es fácil la tarea, y en especial necesitara mucha audacia y astucia para devolver al público, aficionado y taurino (cada uno muy definido en sus gustos y criterios) a los escaños de la Plaza de Toros de Pueblo Nuevo que no hace poco se jactaba de los mejores carteles de la América Taurina. Buscar la fórmula, sin pasar por lo visto en Tovar es la cuestión, el riesgo, el acierto o atrevimiento de cara a la gran cita que abre el año taurino en los andes venezolanos. Dios quiera las decisiones que tomen les encamine por el éxito que veríamos en el ruedo y en la masiva presencia ocupada en sus escaños. No lo visto este año, donde daba pena, lastima y en especial dolor por todo lo que ha implicado su historia y trascendencia.

Lo de Mérida es preocupante más aun. Que en la capital emeritense no se hable, ni se sepa, ni se diga (a so pena de ser excomulgado de los círculos elitescos taurinos) sobre la Feria del Sol 2020, que tendría lugar del 21 al 25 de febrero próximo, es decir, a día de hoy poco más o poco menos 162 días es alarmante. No se sabe nada de na’ dirían por allí, solo rumores de un Gobernador de Estado intentando “enamorar” quien asuma el compromiso no cumplido de una empresa taurina que desde hace rato no tiene la solvencia taurina ni económica para asumir una cita de vital trascendencia para el merideño y el toreo nacional, como lo fue en su momento la feria taurina de mayor importancia, solo que los mismos que deberían velar por ella, entiéndase COREMER y COMISIÓN TAURINA DEL MUNICIPIO LIBERTADOR, en mano a mano, solo ven pasar el tiempo como si la cosa no fuera con ellos. Vamos, que esto se llama “recular” responsabilidades, que así se la han pasado todo lo que llevamos de año.

Preocupante el panorama pero no imposible si con tiempo se trabaja. Es cuestión de remar todos en la misma dirección… y como se hace, dejando de lado egos y negocios personales, buscando gente seria, honesta y siempre con la verdad por delante. Como todo en el toreo. Que las mentiras luego el toro, en el ruedo las descubre. Los hechos están a la vista.

FOTO: Aníbal García Soteldo