Ya fue cuestionada la concesión anterior a Manuel F. Moles; como también lo fue la de José Tomás, pero al menos el torero madrileño se juega la vida, su toreo es emocionante, fue triunfador en las temporadas de finales de los 90, y, a su forma, dignifica la Fiesta. No es este, ciertamente, el caso de Francisco Rivera. No vamos a denostar su carrera taurina, pues ahí está su historial, carente de éxitos serios; tampoco él se ha esforzado en conseguirlos, claro. Sólo el maldito tirón mediático le sirven de aval para este premio que, no cabe dudas, debería ser digno e importante.

            Flaco favor se hace a nuestra querida Fiesta Nacional con la adjudicación de la medalla de oro de las bellas artes a toreros que no destacan lo suficiente para merecerla. Deberíamos aunar nuestras fuerzas de comunicación y organizar el envío de correos al ministro de cultura informándole de que el aficionado no está conforme con esta absurda e injusta concesión. Si permitimos que se adjudique tan importante distinción a una persona que no pasó nunca de ser un torero del montón, seremos esclavos de esa medianía siempre; no podremos defender nuestra maravillosa Fiesta si lo destacable en ella es el toreo que, normalmente, realiza Rivera. ¿A quién podremos convencer de que nuestra Fiesta es Arte, si la referencia es el toreo vulgar de Rivera, normalmente realizado ante toros de dudosa integridad (por decirlo con generosidad)?

            Toreros que merecen la Medalla de las Bellas Artes s que Rivera, los hay a manojos: Ángel Teruel, Dámaso González, Francisco Ruiz Miguel, Curro Vázquez, Pedro Gutiérrez “Niño de la Capea”, José Mª Dols Abellán “Manzanares”, Roberto Domínguez, Paco Ojeda, Carlos Escolar “Frascuelo”, Emilio Muñoz, Luis Francisco Esplá, José Miguel Arroyo Delgado “Joselito”, José Pedro Prado Martín “El Fundi”, Manuel Caballero, Pepín Liria, Julián López “El Juli”, Manuel Jesús Cid “El Cid”, Pablo Hermoso de Mendoza…; muchísimos más; y hasta Manuel Benítez “El Cordobés” (hay artes y artes), tiene más méritos que el agraciado. Obviamente no se debería popularizar por su excesiva prodigalidad tan, hasta ahora, destacada distinción, y debemos oponernos a que se conceda a Rivera, por considerarle un torero sin merecimientos  suficientes para recibirla.

            No me guía en esta crítica ninguna animadversión; no conozco a Rivera como persona; no me atrevería a juzgarlo como tal. Sí conozco su trayectoria como torero; desde luego nada destacable como para merecer tan importante distinción. La Tauromaquia es muchísimo más seria que lo que se puede deducir de  esta decisión ministerial. Ya todo se embadurna de sondeos de opinión, de porcentajes de audiencias y de famas impostadas. Lo bien hecho, la seriedad, la coherencia en el comportamiento, no vende, no se considera digno de premio. Lo vulgar, lo mediocre, el dislate y el estrambote, es lo que ahora se considera destacable. Y es que, como decía Ortega y Gasset, la Fiesta es un fiel reflejo de la sociedad española, y ahora toca esa fiesta (con minúscula), porque vivimos en una sociedad que está  desorientada, que nada en la insulsez, que es capaz de premiar la mediocridad; lo que van a hacer con la medalla de oro de las bellas artes, si el error no se remedia.

         Lo siento, Rivera; su posición en el escalafón de la Tauromaquia no es la que podría deducirse de esta injusta concesión. Si el Gobierno persiste en esa decisión, usted, con dignidad, debería rechazarla por inmerecida y por compañerismo, porque usted no está por delante de muchos compañeros que, con mayores merecimientos, no han sido galardonados.

 

 

 

 

 

 

 

ESPINOSA.jpgJosé Mª Moreno Bermejo

Bibliófilo Taurino