Cuando uno “se va”, del toro o de la vida, los medios de comunicación, y todos los hombres buenos, suelen ser generosos en la despedida. Esto no es malo en sí, pues la generosidad, virtud sublime, debe ser repartida con prodigabilidad; cantar los pasajes positivos, obviar los de menor bondad… Supongo que a todos nos tocará igual trato en el final de nuestros trayectos; profesional o vital.

 

El trato recibido por FRANCISCO RIVERA en su despedida me parece generoso, adecuado al planteamiento de lo enunciado en párrafo anterior. Pero yo veo el tránsito de la carrera de este torero de manera diferente. El criterio que guía mi impresión particular, no está afectado por ninguna subjetividad interesada; sólo por mi afición y mis constataciones sobre las actuaciones en los ruedos del retirado “PAQUIRRI”.

 

Ese trato recibido por el torero en cuestión, en el que se le adjetiva como gran profesional, no está de acuerdo con mi concepto de lo que debe ser un profesional integral, taurino o no. RIVERA tuvo cualidades de gran torero que nos demostró al inicio de su carrera desde su alternativa en “La Real Maestranza” en abril del 95. Luego cortó 2 orejas en el coso de “El Arenal”, y los aficionados empezamos a contar con él. En su confirmación en Madrid, en el San Isidro del año 96, mostró unas cualidades magníficas en su toreo al natural, que aplaudimos con ilusión. En el 2000, tras un periodo no destacable, nos volvió a dar una lección del toreo al natural en nuestra plaza venteña; repetido en la Feria de otoño del año siguiente.

 

Deducimos de estas actuaciones apuntadas que el ahora “PAQUIRRI” estaba dotado de cualidades y calidades interesantes que le habrían permitido colocarse en cabeza del escalafón cualitativo de haberse empeñado en ello; pero… “Lo que sea” de su temperamento o ambiciones distrajo su entrega a la Tauromaquia convirtiéndolo en un vulgar pega pases, eludidor de riesgos, adicto a plazas de tercera y ajeno a cualquier competencia taurina.

  

Todo aquel que no utiliza en plenitud los dones que le otorga la vida, merece un reproche; no una felicitación. Los “talentos” de los que habla el Evangelio, deben ser bien invertidos; en el caso de este torero de dinastía, dilapidarlos en disfraces de seudo toreo, con semi-toros, de dudosa integridad, no es, en absoluto, magnificable. Me quedo con mi criterio: “PAQUIRRI” ha dilapidado sus “talentos” y ha optado por la fácil comodidad del toreo superficial, sin compromiso; sin la excelencia que pudo haber alcanzado.

 

Bien está su retirada; ¡lástima que no tomase antes esa decisión!