Fuente: Paco Delgado. Deltoroalinfinito.com
 
Como a la fuerza ahorcan, y siempre la función ha creado al órgano,  los tiempos, malos tiempos, que nos toca vivir, obligan al sector taurino  a tirar de ingenio para poder salir adelante.  Lo de renovarse o morir nunca estará mejor dicho.
Pocos serán los que todavía recuerden haber vivido en persona el horror de la guerra civil y la consiguiente postguerra. Ochenta y tantos años se han consumido ya desde aquel desastre que obligó a nuestra gente a partir de cero porque prácticamente no quedó piedra sobre piedra. Ingenio, sacrificio y voluntad férrea fueron las armas utilizadas para poder ir tirando y crear expectativas de un futuro que acabaría llegando pero que, entonces, se antojaba, imposible.
Tampoco ahora la cosa pinta bien y la amenaza invisible del coronavirus está causando mucho más daño del que se calculó, mal, en un principio y dejando muerte y ruina a su paso.
Otra vez hay que tirar de agallas e inventiva para salir del atolladero. Los tiempos difíciles nunca duran, pero las personas duras sí. Los ganadores nunca se rinden y los perdedores nunca ganan. “Si quieres el arco iris, tienes que soportar la lluvia”, decía Dolly Parton, la reina del country. Luchar. Hay que luchar. No queda otra si se quiere revertir la situación. Parados sucumbiremos y ni siquiera puede que quede recuerdo. Hay, por tanto, que arremangarse y meterse en faena. Ya se vio el pasado año que la mini temporada que se pudo salvar fue gracias sólo a los que se metieron en harina y tiraron del carro, bien organizando festejos en condiciones poco favorables de cara a resultados positivos en términos financieros, bien alentando y tomando parte en los mismos. Pero no había más remedio que asumir las consecuencias si no se quería dejar pasar el año en blanco.
Y cuando, en este inicio de año, se tendrían que estar presentando los carteles para las primeras ferias, lo que se anuncia son, ya, las primeras suspensiones y cancelaciones de una campaña que se antoja muy, muy complicada y para la que parece que no se han tomado las medidas necesarias para que no se repitiese la historia de 2020.
Sea como fuere, lo bien cierto es que no queda más solución y hay que ir al toro y sacar faena. Y para ello va a ser imposible que no haya cambios. Obligados y a la fuerza, pero también habría que aprovechar y establecer otros que deberían no ser meramente coyunturales y quedar ya establecidos en el nuevo orden que se avecina si queremos que todo esto dure.
Ya lo ha dicho Simón Casas, que a inventiva e imaginación hay pocos que le ganen: “Es muy probable que en Valencia haya que reinventar el calendario tradicional”. Y no sería la primera vez. Hay que recordar que hasta hace noventa años no existía esta feria de fallas, que con el tiempo se ha comido a la de julio. Por ejemplo.
Pero no habría que limitar esos cambios a fechas, sino a la misma estructura del negocio taurino, anclado en el túnel del tiempo y sobrepasado en muchos aspectos por los nuevos modos. Empezando por el monopolio y la eliminación de la división de funciones -empresarios de muchas plazas que a la vez son apoderados de muchos toreros y tienen ganadería o derechos sobre muchas, etcétera- y acabando por el abandono legendario de las modernas técnicas de marketing y publicidad que ha provocado el distanciamiento de mucha gente y el desconocimiento de otra tanta o más
Con todo, hay lugar para el cambio y ahora parece el momento ideal para arrancar. No es que tengamos poco tiempo, es que perdemos mucho, explicaba con acierto Séneca, en De la brevedad de la vida. Una cita que muchos deberían llevar escrita en un papel en el bolsillo y leer a cada poco hasta que se les metiese en la mollera.