José Luis Prieto Garrido- Veterinario                  fotos: Ladis

   El actual Reglamento Taurino de Andalucía, Decreto 68/2006 de 21 de marzo, por el que se aprueba dicho Reglamento, redacta en su artículo 54.14: El comportamiento de la res y la calidad en la ejecución de la suerte de varas serán determinantes para la concesión de premios a la res y, en su caso, para la concesión del indulto”

artículo 60.1: “En las plazas de toros permanentes, exclusivamente en corridas de toros o novilladas con picadores y al objeto de preservar la raza y casta de las reses, cuando una res por sus características zootécnicas y excelente comportamiento en todas las fases de la lidia sin excepción y, especialmente, en la suerte de varas, sea merecedora del indulto, podrá concederlo la Presidencia del espectáculo …”

   Es evidente que para que un toro merezca el indulto es primordial el tercio de varas.

   Si, que sirve para ahormar al toro para propiciar su lidia y muerte posterior, administrándole puyazos, sobre todo bien colocados y dosificados, buscando la única finalidad de disminuirle poder y corregir defectos de su embestida, sí.

   Pero lo más importante, comprobar la bravura, temperamento y el comportamiento del toro. Si es bravo o es manso, si mantiene fijeza o es distraído; si acude con prontitud o tardanza; si humilla en el encuentro recargando con ambos pitones, o bien lo hace con un solo pitón; si intenta quitarse la vara y hace sonar el estribo, si se duele y muge.

   Y, por supuesto, y en tercer lugar, ofrecer al público un espectáculo tan único e incomparable como es el toro bravo en una suerte de varas bien ejecutada, con arrancada alegre al caballo, recargando en la suerte, retorciendo la cola, y repitiendo las veces que se ponga en suerte, con genio, bravura y prestancia. Para ello, habrá que ponerlo en suerte cada vez más lejos del caballo, hasta poder llegar al máximo de belleza y muestra de bravura cuando, desde el centro del ruedo se arranque galopando después de dos o tres varas. Es algo tan sublime y hermoso, tan maravilloso, que quien tiene la oportunidad de verlo, aunque solo sea una vez en su vida, nunca lo olvidará.

   Pregunto, ¿usted querido lector, ha tenido la oportunidad de disfrutar de lo indicado con anterioridad?  Pocas veces, ¿verdad?  Pero sin embargo sí ha sido testigo de muchos indultos.

   La bravura del toro de lidia puede considerarse como un fenómeno multidimensional, como un coctel con diez aspectos de comportamiento a considerar desde mi punto de vista: Movilidad, acometividad, fijeza, embestida al caballo, embestida a los engaños, fiereza, nobleza, fuerza, transmisión y crecerse al castigo.

   Pero ojo. No se puede confundir lo que es la bravura con lo que es la nobleza.

   Hay una serie de aspectos que me gustaría aclarar al lector para reforzar mi opinión sobre lo que es la bravura del toro, y, para ello, me voy a guiar por los diez términos que consideraba con anterioridad.

   Movilidad es la actividad constante, galopando, con recorrido, ritmo, agilidad y rapidez.

   La acometividad es el embestir con ímpetu y ardimiento, arrancarse con prontitud, con decisión, galopando y repitiendo.   La fijeza podría definirse como la persistencia en la atención visual y auditiva durante toda la lidia, permaneciendo constantemente pendiente de todo lo que acontece a su alrededor.   Embestida al caballo con clase, acudir presto, metiendo la cabeza, empujando con fuerza y repitiendo.

   Embestida a los engaños con clase, metiendo la cabeza y los riñones, con estilo, ritmo y rematando la suerte.

   La fiereza es la agresividad, la combatividad y la codicia durante la lidia.   La nobleza es la claridad y franqueza en la embestida. Bondad, suavidad, docilidad, en definitiva, lo que los taurinos denominan toreabilidad.   La fuerza es el vigor, la robustez y la resistencia durante toda la lidia.   Como transmisión se define la viveza y el ánimo que provoca emoción en el público.   Y, finalmente, crecerse al castigo, el aumento de la acometividad y pujanza por parte del toro cuando es castigado, venirse arriba.    Pero, ¿cómo comprueba el espectador la bravura?

   La bravura se hace ostensible en el espectador mediante la embestida, cuya rectitud y fijeza ha de ser el denominador común de su comportamiento.

Ya de salida por chiqueros, el toro bravo se arranca pronto, con viveza y prestancia, por derecho ante el cite de los toreros, desde cualquier terreno, rematando en tablas, galopando, no andando ni trotando, siempre para adelante, sin intentar en ningún momento saltar la barrera; entrar al engaño sin levantar las manos ni puntear, ni derrotar en el capote, ni cortar la salida al terminar el pase.

Se arranca de largo al caballo, bajando y remetiendo la cabeza contra el peto, recibiendo el castigo metiendo los riñones y sin cabecear;

no corta la salida ni berrea después de colocarle un par de banderillas ni muestra el más insignificante signo de dolor, embistiendo templado a la muleta sin salir suelto tras el remate del pase.

No acorta el recorrido, ni abre la boca, ni escarba durante el transcurso de la faena de muleta. Debe aceptar la lucha y entregarse a ella sin vacilar, sin hacer extraños. Embestir si sus fuerzas lo permiten, aún con la espada atravesando su morrillo, contra toda provocación, y solo declinando con la muerte.

   ¡Eso es un toro bravo!    ¡Eso es un verdadero toro de indulto