Fuente: Del toro al infinito
(1922 – 2009)

 

Conchita Cintrón, la más importante de las rejoneadoras que ha dado la tauromaquia universal, gran dama de exquisito trato, atenta y amable, dulce y gentil como pocas. Gran aficionada a los toros, nunca desdeñó transmitir sus impresiones sobre la fiesta con una inteligencia y donosura sin par. Tuve la oportunidad de conocerla y conversar con ella en alguna ocasión, como en aquel Congreso Internacional de Tauromaquia “Des taureaux et des hommes” celebrado en París en 1999, en el que habló con profundidad y conocimiento sobre la esencia de la fiesta, tal y como pudieran haberlo hecho varios de sus contemporáneos, como Domingo Ortega, Marcial Lalanda o Pepe Luís.
 Álvaro Domecq, Conchita Cintrón y Juan Belmonte antes de romper el paseíllo en la Monumental Plaza de Toros de Las Ventas (26 Julio 1945)
Nunca se ocultó en tímidas o interesadas complacencias, y siempre con educación y galanura, supo exponer lo que opinaba sobre la fiesta brava, acudiendo al toro en primera instancia, a aquel toro encastado y con movilidad del que reconocía que era el sustento del espectáculo.
Había nacido en Antofagasta (Chile) el 9 de agosto de 1922, aunque ya con un par de meses se trasladaría a Lima y de ahí que siempre se la haya considerado como peruana más que como chilena; ella misma así lo reconocía. Desde muy pequeña mostró esa afición a la monta, que incluso ejercitaba con los criados de su casa con tierna edad; y a medida que fue creciendo fue haciéndose experta amazona hasta que descubrió el toreo a caballo. Desde entonces se aficionó de tal manera que, a pesar de recomendaciones familiares, decidió convertirse en torero por encima de todo, ya fuese a pie o a caballo. La época, desde luego, no era la más propicia para el toreo femenino a pie, prohibido en España tras el triunfo del Alzamiento Nacional, y era mal visto en algunas repúblicas americanas; sin embargo el toreo a caballo se veía de muy otra manera, por lo que su carrera se desarrollaría, principalmente, con las riendas en la mano. No obstante, nunca desdeñó echarse a pie cuando la ocasión lo requería, haciéndolo con conocimiento y poderío, hasta el punto de que algunos matadores, cuando alternaba en corridas mixtas –lo que era habitual en aquellos años- la miraban con recelo, sino profundo entre las figuras, sí desconfiado-.
Sus primeros pasos en la equitación se produjeron en Lima, en una academia dirigida por el rejoneador portugués Ruy Zarzo da Cámara, a la par que recibió nociones de toreo pedestre por parte del espada español Diego Maquiarán “Fortuna”, una de las más interesantes y poderosas espadas de la edad de plata española. Así lo relata ella misma: “Un día apareció por allí el torero español Fortuna y al saber que me gustaba el toreo se empeñó en darme unas lecciones. Me ponía un capote en las manos y me enseñaba “de salón” los lances más difíciles. Después repetía la faena con muleta y estoque”.
Actuó por vez primera como rejoneadora en la bicentenaria plaza de Acho, en Lima, en enero de 1936 (hay quien afirma que fue el 31 de julio de ese año), cuando no llegaba a los quince años de edad. Conchita llegó a escribir sobre este primer episodio taurino de su vida: “Fue una corrida benéfica, organizada en Lima en enero de 1936. Rejoneé dos novillos, pero sin atreverme a echar pie a tierra”. Hay algunos autores, como Antonio Manuel Morais, que sitúan este debut en Lima en el mes de mayo, y la hacen toreando a caballo en la plaza desaparecida de Algés, en Lisboa (Portugal) en el mes siguiente.
En esos años finales de la década de los 30 coincidiría con Jesús Chucho Solórzano, el matador mexicano que tomaría la alternativa en México el 15 de diciembre de 1929 y en España en la sevillana plaza de la Real Maestranza el 28 de septiembre de 1930. El diestro azteca pronto reconocería las indudables virtudes de Conchita Cintrón y la animaría a debutar como novillera en 1938 en la localidad peruana de Tarma. Ella llegaría a firmar, en entrevista publicada en El Ruedo por Francisco Narbona, que tomó la alternativa el 28 de julio de 1938 en la capital peruana, aunque tales tal alternativa sea cuando menos dudosa, dadas sus actuaciones posteriores, principalmente a caballo.
Se suceden unos cuantos festejos antes de que el 20 de agosto de 1939, apenas un año después, debute en México en la plaza de “El Toreo”, lidiando novillos de Matancillas junto a Manuel Jiménez Chicuelín y Jesús Guerra Guerrita, y alcanzando ovaciones tanto en la lidia a pie como a caballo, repitiendo en otra ocasión esa misma temporada. Recorrería la República toreando en plazas como la de Pachuca, Ciudad Juárez, Querétaro, Monterrey, Guadalajara, Saltillo y otras. Ya empezaron por entonces a llamarla los mejicanos la “Diosa Rubia del toreo”. Pero es que también, por estos tiempos, interpretaría la película “Maravilla del toreo”, que se estrenó en el Palacio de la Música madrileño, el 11 de junio de 1945, con el reclamo de “¡¡La única mujer que, con capote, muleta y estoque, es un fenómeno de la moderna tauromaquia!!” y “¡Solamente podrá usted ver en España torear a pie a Conchita Cintrón, con su inimitable arte, en la pantalla del Palacio de la Música!” ya que su actuación a pie, en nuestro país, estaba formalmente prohibida.
Volvería a pisar el máximo coso mexicano el 7 de enero de 1940 junto a José Ortiz, Fermín Rivera y Ricardo Torres con toros de don Carlos Cuevas. Ese mismo año pisaría dos veces más el ruedo azteca, aunque durante la temporada de novilladas., alternando con la española Juanita Cruz y la mexicana María Cobián La Serranita. Dos tardes más alternaría en la temporada 1940-41, en la primera –celebrada el 5 de enero de 1941- en la corrida a beneficio de los familiares del infortunado Alberto Balderas, fallecido en la misma plaza el 29 de diciembre de 1940, junto a Armillita chico, Chucho Solórzano –que le cortó el rabo al toro Ceniciento-, Carnicerito, Silverio Pérez, Carlos Arruza –recién alternativado el 1 de diciembre de 1940- y Andrés Blando con seis toros de La Laguna. Durante la temporada de novilladas volvería a actuar en una ocasión este año de 1941.
En la temporada grande mexicana de 1941-42 volvería a rejonear en tres ocasiones, mostrando sus aptitudes tarde tras tarde, en épocas en las que apenas ella actuaba como rejoneadora en la plaza de la capital mexicana, como años antes lo hiciera el portugués Simao da Veiga; una de estas tardes fue la de la despedida de Juan Silveti, el 1 de mayo, en la que el matador mexicano diera cuatro vueltas al ruedo con la oreja del cuarto de la tarde, de la ganadería de Piedras Negras. Seguiría luciendo sus habilidades dos veces en la temporada de novilladas de ese año, al igual que lo hiciera en una la también rejoneadora mexicana La niña Brígida. En la siguiente temporada grande –entre 1942 y 43- volvería a pisar el ruedo capitalino en dos ocasiones, luciéndose mucho en la tarde del 4 de abril con toros de Xajay. Otra tarde aparecería, durante ese mismo año, en la temporada novilleril del coso de El Toreo. Y no la volvemos a encontrar hasta la temporada de 1948-49 en que aparece en la 19ª corrida de la México, junto a Luís Castro el Soldado y Manuel Capetillo y 8 toros de Torrecilla, fecha en la que cortaría una oreja, tras resultar herida y salir de la enfermería para acabar con su oponente.
Apenas unos años antes, incluso de su presentación en la plaza de El Toreo azteca, había debutado en algunos otros países hispanoamericanos, como Venezuela y Colombia. El 26 de abril de 1944 sufre una cornada en la plaza colombiana de Santa María, en Bogotá, en el muslo. Se estrenó en la plaza lisboeta de Campo Pequenho el 6 de septiembre de 1944, y que lo haría desde entonces en muchos cosos portugueses con notable éxito.
En 1945 llegaría para torear en España, donde las actuaciones a pie estaban vedadas para las mujeres. Conchita Cintrón, no obstante, lo haría en algunos festivales, como el celebrado en la madrileña plaza de Vista Alegre en Carabanchel, el 14 de julio de ese año, eso sí, a puerta cerrada; o en la tarde del 26 de julio, asimismo en privado, en festival con Juan Belmonte, Álvaro Domecq y Díez, el Duque de Pinohermoso y Juan Pedro Domecq; en San Sebastián el 6 de septiembre de 1945, en un festival pro la Lucha Antituberculosa, esta vez junto a Albaicín, Antonio Velázquez y Fernando Pérez Tabernero; en dos festejos celebrados en las plazas de soberanía nacional –en aquel entonces- de Ceuta y Melilla para los que conseguiría permiso del general Varela. Lo haría, también a puerta cerrada, en el coso de Las Ventas, en Madrid.
Hizo su presentación en la plaza de Sevilla el 23 de abril de 1945, en novillada junto a Rangel, Niño de la Plama II y Antonio Caro y un novillo de Ángel Sánchez, mientras que sus compañeros lidiaban seis de Hidalgo Hermanos. Repetiría en el coso maestrante el 6 de mayo en corrida de toros, en la que saltaron al ruedo cinco de Infante da Cámara, 1 de Isaías y Tulio Vázquez y otro de Ángel Sánchez, alternando con Curro Caro, Morenito de Valencia y Angelete. Y lo haría una vez más en la preciosa plaza maestrante, el día de la Hispanidad, el 12 de octubre, ante reses de María Sánchez (cinco), Atanasio Fernández (una) y Juan Belmonte (otra) y Cañitas, el Andaluz y Julián Marín en el cartel.
En la plaza de Las Ventas de Madrid se presentaría en público el 13 de mayo de 1945, una de las tres tardes que actuaría en la capital este año, y en toda su carrera. Ese día se lidiaron 5 toros de Enriqueta de la Cova, 1 de Felipe Bartolomé, y otro para rejones del Vizconde de Garci-Grande (corrido en 7º lugar). Junto a la rejoneadora actuaron Mario Cabré, Valencia III y Angelete que cortó la única oreja del festejo. Conchita Cintrón daría una vuelta a pesar de que el toro volvió a los corrales porque el sobresaliente, Manuel Fernández Jerezano, fue herido grave y no pudo rematar el toro. Dejó, no obstante muy buen recuerdo, y de ella diría Don Indalecio , en su libro “La Tauromaquia en el siglo XX” (Madrid, 1952) que “arrastró a las masas para presenciar su arte de caballista, y se quedó a media miel por no poderla ver actuar a pie. Con su salida a los ruedos hubo aires de feminidad en ellos y en los tendidos y gradas”.
En la misma plaza repetiría el 15 de julio de 1945, con 6 toros de Alipio Pérez – Tabernero Sanchón y 1 del Conde de Ruiseñada parea rejones. A pie lidiaron Lorenzo Garza (que conseguiría las dos orejas del cuarto), el Andaluz y Manolo Escudero. La rejoneadora daría una nueva vuelta al ruedo; rematando el toro el sobresaliente José Alcántara. Su tercera y última actuación en Las Ventas tuvo lugar el 20 de septiembre de este mismo año; corrida en la que se lidiaron 6 toros del Marqués de Villamarta y otro del Conde de Ruiseñada (éste para la rejoneadora, en 7º lugar). Junto a ella hicieron el paseíllo el Estudiante, Pepe Luis Vázquez y Rafael Llorente; y de nuevo habría vuelta al anillo, tras matar el novillo de rejones José Alcántara. No volvería a torear en corrida formal en esta plaza, aunque lo haría en varias ocasiones en festivales benéficos.
En las plazas de Barcelona, que durante estos años tuvieron una importancia trascendental, aun mayor que la de Madrid, celebrándose mayor número de festejos que en la Villa y Corte, se presentó el 31 de mayo de 1945, ante un toro de Benito Marín. A lo largo de esta temporada intervendría en 38 festejos, casi siempre matando novillos en corridas formales, junto a matadores de cartel. Estuvo apoderada este año por el diestro madrileño Marcial Lalanda.
En 1946 llegó a hacer el paseíllo en 48 ocasiones más. Pisó la arena de la Maestranza sevillana en corrida de toros el 12 de octubre, tarde en la que fueron anunciados Antonio Bienvenida –a hombros junto a Dominguín, pese a fallar con el acero-, Luis Miguel Dominguín –que cortó una oreja- y Parrita, con la recaudación para la Cruz Roja. Los toros fueron de Tassara para la lidia a pie, y de Juan Belmonte para nuestra rejoneadora. Antes lo había hecho en novillada, como la del 1 de mayo, con un novillo de Julia Cossío, mientras que R. Balderas, Morenito de Talavera II y Constantino Vizeu –el único que tocó pelo- se las veían con otros seis de Hidalgo Hermanos.
En 1947 actuaría en la plaza de toros de Portoalegre (Portugal), entre los 19 festejos que realizó en el país vecino, pero en España sólo actuaría una única vez. La temporada finalizaría en la plaza portuguesa de Villaviciosa, el 14 de septiembre, dejando muy grato recuerdo, en una tarde en que resultaba herido mortalmente el matador mejicano José González López, Carnicerito de Méjico por un toro de los herederos de Estevao Oliveira. Conchita Cintrón, al parecer, se ocupó de transmitir la noticia a su viuda y de costearle el viaje a Portugal. Fueron escaseando sus actuaciones en los siguientes años, y así en 1948 sólo haría tres veces el paseíllo y en 1949 rejonearía en cuatro ocasiones, una de ellas la de la plaza de México donde conseguiría una oreja. Otra de estas corridas fue en la plaza de Sevilla, donde se anunció junto a Pepe Luís Vázquez, Pepín Martín Vázquez y Manolo González, el 2 de mayo. Los toros fueron de diferentes ganaderías y la corrida a beneficio de los huérfanos del Ejército de Tierra. Esta sería su última actuación en festejo formal en la plaza de la Real Maestranza.
En 1950, después de hacer el paseíllo en 19 festejos en España, decidió retirarse para contraer matrimonio al año siguiente con el portugués Francisco do Castelo Branco. Esa postrera temporada como rejoneadora, al margen de sus ulteriores actuaciones en festivales, la saldó en tierras francesas toreando en Burdeos, el 1 de octubre, novillos de Infante da Cámara; y en España en la plaza de toros de Jaén, el 18 de ese mismo mes, ante un toro de Oliveira, ante el que echó pie a tierra, a finales de la temporada, actuando con Antonio Ordóñez y Manolo Vázquez, lo que produciría un escándalo que se saldó con su detención, siendo llevada al palco presidencial.
Conchita lo relata así en su libro “Recuerdos” (Madrid, 1962): “El sobresaliente ya estaba en la arena. Al verle reviví la tarde de Sevilla… ¡Ah, la misma escena de Sevilla, aquella tarde en que no me tiré al ruedo! Salté la barrera entre las protestas de los alguaciles. Quisieron salir detrás de mí, mas ya estaba yo en los medios, y mi cuadrilla me protegía. Sorprendiendo al sobresaliente, le arranqué de las manos la muleta y la espada. ¡El mundo era mío!”.
Prácticamente un año después, el 5 de noviembre de 1951, contraería matrimonio. A lo largo de su carrera –llamémosla profesional- había toreado en más de 550 corridas y novilladas.
Desde 1947 se hizo con una ganadería de bravo en tierras portuguesas, encastada con 30 vacas de Pinto Barreiro y un semental de la misma vacada de nombre “Pandereto”, lidiado por Manolete en Campo Pequenho en 1945. Lucían divisa blanca y encarnada y un hierro con una C enmarcada por un círculo abollonado.
En los últimos años, mucho después de esta su retirada actuaría esporádicamente. Así, alternando su matrimonio con la representación de su país –Perú- en Lisboa como agregada de la Embajada, y en labores periodísticas, fue corresponsal de los diarios “El Comercio” de Lima o “Excelsior” de México, en los que no sólo trato de asuntos taurómacos, sino también de política y actualidad.
Presidiría en Lisboa el festival pro víctimas del terremoto en Perú el 16 de julio de 1970, en el que actuaron Antonio Bienvenida, Manuel dos Santos, Miguel Báez Litri, Paco Camino, Amadeu dos Anjos, Jose Falcao y Alfonso Navalón. Los novillos-toros fueron de Antonio Cabral Ascensao.
Y, en 1991, habiendo cumplido 70 años de edad, concedería la alternativa a la rejoneadora francesa Marie Sara, en la plaza de toros de Nimes. Siempre estuvo, durante estos últimos años, pendiente de la actualidad taurina, pero con la vista puesta en la historia y la época que le tocó vivir en primera persona. Lució su elegancia, su fina ironía y sus muchos conocimientos en cuantos eventos fue invitada, y no rehuyó la polémica cuando vino al caso.
Escribió los libros “Recuerdos de Conchita Cintrón” (Madrid, 1962), “¡Torera! Memoirs of a bullfighter” con una introducción de Orson Wells (Londres, 1968), “¿Por qué vuelven los toreros?” (México, 1979), “Aprendiendo a vivir” (México 1979), y “Patio de Cuadrillas”. El primero de ellos es reflejo del que escribiera probablemente ella misma, bajo el nombre de “Lola” Verrill Cintrón, llamado “Goddes of the Bullring. The story of Conchita Cintrón the world´s greatest matadora” (Indianápolis, 1960).