Los tres hicieron el paseíllo desmonterados por ser este su debut en novilladas sin picadores. Adolfo Cervantes se equivocó al dar el cambio por la espalda a su primero y sufrió una fractura en el escafoides de su mano izquierda como consecuencia del golpazo que recibió. A duras penas logró matarlo y pasó a la enfermería.

 

A José María Pérez Hickman le tocó el peor lote y no logró centrarse con ninguno de sus oponentes. Su actuación se vio deslucida por una serie ininterrumpida de enganchones, desarmes y falta de quietud. Con la espada estuvo fatal y fue reconfortado por la amplia parroquia que acudió a ver su debut.

 

Raúl Bravo no sólo fue el triunfador porque cortase el mayor número de orejas, sino porque mostró un toreo de buen corte. Al castaño que abrió plaza lo saludó a la verónica mientras este evidenciaba su falta de fuerza. Como el novillo tenía buena clase en la embestida, Raúl lo sacó a los medios doblándose con él y allí lo toreó muy largo por ambos pitones. Él mismo lo cambió cerrándolo en el tercio donde lo toreó al natural de modo extraordinario. Complementó esta faena basada en el toreo fundamental con airosos remates de una gran personalidad. Lo mató con una estocada en la suerte de recibir –algo nada usual- y el novillo rodó sin puntilla.

Brindó al cielo y la banda de música amenizó su faena con el pasodoble La Entrada, algo que agradeció el diestro y también la docena de villenenses que allí pudimos disfrutar de su toreo en un día tan señalado.

 

El segundo de su lote –negro de capa- salió manseando e intentó saltar al callejón. No fue claro en el capote y el matador se dobló con el para abrirlo a los medios. Allí se estiró relajado con tres series de naturales desmayado, llevándolo larguísimo y aprovechando perfectamente la querencia para rematar las series con torería y naturalidad. Fue esta su mejor faena y en algunos momentos alcanzó una gran intensidad. Tras dos estocadas fue premiado con una oreja, la que le abrió la puerta grande y lo hizo merecedor del traje de luces en que consistía el premio.

 

Por la imposibilidad de Cervantes para continuar la lidia, por ser cabeza del cartel tuvo que vérselas con el complicado novillo que cerró el festejo, un animal de brusca y desconcertante embestida que en banderillas se hizo el amo. Raúl Bravo trató de someterlo macheteándolo con la muleta baja y fue imposible el lucimiento. Tras una estocada trasera escuchó un aviso y después de la segunda estocada fue premiado con una ovación.