Fuente: El Callejón de Córdoba
 
Madrid. Temporada de 1899.

Rafael Guerra Guerrita hace de nuevo el paseíllo en la plaza de Madrid. El éxito alcanzado en su última comparecencia hace que suenen las palmas para él y Revete en el despegue de las cuadrillas. Pero la mala suerte llega cuando Agustín Molina, su picador, mete medio metro de palo a un toro de Cámara dándole muerte. Guerrita, ajeno a este lance, es recriminado por la plaza. ¡Despiertan sus críticos! ¡Ha llegado el momento de herir de nuevo! Los silbidos ensordecen la tarde. Caen al ruedo botellas amenazadoras. Una dura naranja impacta en la espalda del cordobés que acusa el golpe. Por la noche, en la fonda de doña Gregoria, Guerrita, dolorido por dentro y por fuera- tiene un gran moratón en la espalda- comenta con Torerito.

– Yo no atoreo más en Madrid

– No digas eso, Rafaé. En la próxima toca triunfo. Esto es así. Y dile a Agustín que mida más a los toros, que el matador eres tú.

– Esta gente no está a gusto si no se deja uno enganchar por el pecho

A pesar de ello, Guerrita debe de cumplir sus contratos. Así el día 11 de Junio vuelve a Madrid, teniendo como compañero a Antonio Fuentes y con toros de la ganadera Celsa Fontefrede.

Al llegar a la barrera un energúmeno grita

¡Guerrita, que ganas muchos cuartos, de modo que ten cuidado!

– Pero, hombre, si todavía no hemos empezado- contesta Guerrita procurando no levantar mucho la voz- ¡Qué pasa! ¿No le ha gustado como he hecho el paseíllo?

– ¡Como baje, te rajo! – concluyó el mentecato

A instancia de Torerito y Juan Molina, Guerrita se retira del lugar. A su primero, de nombre Moreno, le realiza una buena faena y es ovacionado. Su segundo, Almendrito, es un toro difícil. Al matar, como buenamente puede, renacen los odios y recibe una sonora pita y de nuevo caen botellas y naranjas al redondel. El tercero de su lote, llamado Gallardo es devuelto a los corrales saliendo en su lugar un ejemplar de Concha y Sierra, abierto de cuerna con el que vuelve a lucirse. Pero el público no se entregó con el aplauso tanto como merecía la faena. Al llegar a la barrera para tomar el estoque, con el semblante serio, susurra a Torerito mientras se seca el sudor.

– Te lo juro, Torerito. Voy a matar como nunca ese toro, para que toa esta gente se entere como se hace verdad. Será el último que me verán matar

Entro en corto y por derecho enterrando el estoque en el morrillo de la res. Sintió una quemazón en la ingle derecha. El pitón que buscaba la vida se llevó solamente un trozo de la taleguilla. El toro, tambaleante, cae a los pies de su matador. Guerrita recoge la espada que le entrega Juan Molina.

Aplaude la plaza, sin calor. Se oyen algunos pitidos. Arrastrando la muleta por el albero, balanceando la espada en su mano derecha, Guerrita sonríe ladinamente. Nadie escuchó sus palabras.

– Adiós, Madrid, me alegro veros guenos. ¡Hasta nunca!

A pesar de que aquella misma noche Guerrita manifestó a su amigo Pepe Bilbao “ No toreo más en Madrid ni para el beneficio de María Santisima”, el gran torero cordobés estaba dispuesto a cumplir su último compromiso en esta plaza el día 19 de junio; pero una lesión toreando en Lisboa le impidió cumplir con este compromiso. Esta ausencia fue empleada en su contra por sus irreconciliables enemigos que trasladaron sus iras a otras plazas. La moda era meterse con Guerrita. Cansado de este tratamiento injusto, el día 15 de octubre en la plaza de toros de Zaragoza, al dar muerte el segundo de su lote, un toro llamado Limón, colorao, de la ganadería de don Jorge Díaz, con gesto sereno se acerca al puntillero:

– Manué, no vayas a limpiar el estoque. Deja en él la sangre del animal. Y di en el desolladero que quiero la cabeza de este toro.

 ¿Y eso, Rafaé?

– Después te enterarás en la fonda.

A media tarde, Guerrita había mandado en la fonda que preparasen unos refrescos y algunas magdalenas. Reunió a su cuadrilla. Sus ojos estaban húmedos.

– Quiero deciros que esto se acabó. Manué, vete ahora mismo a telégrafo y pon este telegrama, uno a Dolores, mi mujer, y otro a mi amigo Pepe Bilbao: Sus lo voy a leer, dice así: “Mañana a las dose en Córdoba me corto la coleta ”

 ¡Pero, hombre, Rafaé! – Era la voz de Antonio, su hermano:- ¿Cómo es que te vas así? -Y su voz sonó sin mucha convicción.

– Yo no me voy de los toros- dice Guerrita saltando como un resorte- me echan. O es que no lo estáis viendo tarde tras tarde.

La cuadrilla, sin argumentos, abrazó a su matador. Se abrazaron todos y repartieron sus emociones. Nadie habló en el tren desde Zaragoza a Madrid. Allí, esperaba al torero su amigo Noval que le ofrece su casa para evitar encuentros inoportunos. Aquella misma noche salió Guerrita camino de Córdoba en el mixto de Valencia y espera en Alcalá de Henares el paso del expreso. A las siete de la mañana llega a Córdoba. Lo espera, emocionada, Dolores.

-¡Qué alegría Rafael! ¿Es de verdad, ahora?

– Ahora si, Dolores. ¿Mis hijos duermen?

– Si, duermen

 ¿Cómo está mi madre?

– Ya te lo puedes imaginar, emocionada como todos.

– Voy a dar una cabezadita, Dolores. Prepáralo todo. He citado a la cuadrilla, aquí, a las doce.

(Continuará)

Alfredo Asensi

Escalera del Éxito 255

Genio y figura: Rafael Guerra, como vistió de calle toda su vida. Foto Montilla
Rafael el GalloJoselitoMachaquito Guerrita. Fotografiada titulada
«Los cuatro ases del toreo». Fue tomada el 15 de noviembre de 1915 en
la sierra cordobesa, en la finca «San José de Vista Alegre». Foto Montilla
Guerrita

GUERRITA CON  LA CUADRILLA