Con media plaza de entrada se vivió la penúltima corrida del abono macareno. Los asistentes abandonaron La Macarena con una gran sonrisa en su rostro, tras presenciar una de las tardes históricas en el coso primaveral.

Se lidió un encierro bien presentado de La Carolina de comportamiento desigual, el encierro se caracterizó por su falta de fuerza y poco motor y calidad al embestir. Pitado en el arrastre el tercero de la tarde, el cuarto tuvo un pitón izquierdo potable,

No fue una buena tarde en el tercio de la pica, en posiciones y medidas incorrectas.

Como director de lidia ejerció el maestro Enrique Ponce, quien terminó muy disgustado tras la pica de su primer ejemplar pues el picador de confianza Manolo Quinta se excedió al igual que ayer en el festival con el castigo; claro está que el toro no recibió con actitud de bravo el puyazo sino rebrincándose como manso bravucón. Ponce le aguantó al primero de su lote  a pesar de las grandes complicaciones de comportamiento del astado, el cual llevó siempre la cara arriba y trompicaba la muleta con su calamocheo; toro desconcertante que a la vez provocó en el maestro una falta de gusto e imposible colocación, faena corta de unipases que  estuvieron cargados de un gran peligro que ofreció el de La Carolina. Pinchazo y estocada en lo alto.

Que no se diga que Ponce no puede con los toros mansos y peligrosos, porque sacó agua de un pozo seco; el maestro le demostró a quienes gritaron declaraciones inapropiadas desde el tendido que puede cuajar grandes faenas sin que exista materia prima. No solamente hubo toreo sino que hubo una danza que nunca se borrará de nuestras retinas, naturales de ensueño… nunca se le ve de malgenio pero hoy su disgusto por las condiciones del toro y la falta de entendimiento de un espectador, se convirtió en el arte hecho realidad. Pinchó y luego remató con estocada fulminante. Ole por los toreros buenos como dice Don Rafa. Oreja. Dos vueltas al ruedo y una ovación apoteósica para quien marca la historia de la tauromaquia.

Partiendo plaza salió el segundo de la tarde que por turno le correspondió a Sebastián Castella, y él salió con una serie de verónicas, medias verónicas y recorte a manera de tentadero, haciendo uso de su gran técnica. A los dos minutos de haber tomado su pañosa, en los tendidos comenzó a sonar el pasodoble que acompañó una faena técnica y llena de arte; entendió a la perfección la lidia adecuada para un ejemplar pegajoso que necesitaba de su dominio de las distancias y una impetuosa autoridad en su mano para someter a un ejemplar que no se quería dejar ganar la batalla. Estocada completa y descabello. Saludo desde el tercio para un torero que lo quieren como si fuese antioqueño.

El capote cobró vida en las manos de Castella con chicuelinas muy ceñidas, la claridad del toreo con la muleta de Sebastián sobrepasó la falta de transparencia en el embestir del toro; aunque lo brindó las capacidades del torero estuvieron por encima de las condiciones del astado… muletazos de postín adornados por la perfección del trompetista que brindó notas de ilusión. Valor, técnica arte y muy pocos centímetros entre su cuerpo y la cornamenta del ejemplar. Tandas limpias y continuas… si Castella hubiese sido músico ninguna de las notas de sus canciones habría sido errónea. Dos orejas.

El colombiano Cristóbal Pardo tuvo serenidad y disposición para con un ejemplar sin transmisión y reservón como lo fue su primer contrincante, que lamentablemente al igual que sus hermanos pero este con más acentuación careció de fuerzas en sus remos y una de sus manitos tenía una lesión de la cual no se percataron para su cambio. Cristóbal no pudo lucirse a pesar de la voluntad, remató con estocada defectuosa. Silencio.

Pardo nunca será un torero que se conforma con solamente estar bien en una plaza, sino que siempre quiere más y esa buena ambición lo hizo salir con decisión a recibir con largas cambiadas y ejecutar la suerte de las banderillas… Medellín se regocijó con el caldense. Pechó con un astado que se lo pensaba para ir a la muleta y que su mirada mostraba las malas ideas que rondaban su embestir. Hubo buenos pases de Cristóbal pero la mansedumbre quitó posibilidad de profundidad en su faena. El toro cambió, inició con mucho motor en la vara y las banderillas, pero en la muleta perdió toda cualidad. Silencio

 

Desde Colombia, Informa Carolina Baquero (Directora para América)