Por Paco Delgado

Es preocupante que uno de los países más taurinos del mundo se vea tan agobiado por la presión antitaurina de unos pocos y la plaza más grande del mundo siga cerrada a cal y canto desde hace más de un año y sin visos de que vuelva a abrir sus puertas, al menos de manera inmediata.

Desde luego hay que reconocer la insistencia, tenacidad, fuerza e influencia que tienen y aplican los movimientos animalistas y pseudoecologistas. Su radio de acción es universal y tras el revés sufrido en Francia y el poco caso que se les hace en España -crucemos los dedos y toquemos madera- han puesto el foco de su atención en Hispanoamérica, habiendo conseguido, amparados y protegidos por  la política local, no pocos triunfos en su carrera de odio: Ecuador, Colombia, Venezuela… y ahora Méjico, uno de los países taurinos por excelencia.

Hace más de 500 años, de la mano de los conquistadores, las corridas de toros llegaron a sus tierras. Fue en 1526 cuando se celebró la primera corrida de toros de la que se tiene noticia documentada en aquel país, un festejo organizado para celebrar el regreso de Hernán Cortés de su incursión en Honduras.

Antes, en 1522, se fundó, en Atenco, la primera ganadería de toros de lidia, y en se oficializan las funciones taurinas para festejar acontecimientos importantes.

A día de hoy es el segundo país del mundo con mayor número de plazas, con 216, celebra una media de 800 eventos taurinos al año y tiene en todo su territorio un total de 262 ganaderías dedicadas al toro de lidia.

Varios estados, Hidalgo, Guanajuato, Zacatecas, Querétaro o Tlaxcala, han declarado la tauromaquia como Patrimonio Cultural Inmaterial, una decisión que blinda la celebración, impide que se puedan abolir y obliga además a los gobiernos estatales a invertir en ellas y difundir sus contenidos.

Sin embargo están prohibidos en otros, como Guerrero, Sonora, Coahuila y Quintana Roo, así como en algunos municipios de Veracruz, Michoacán, el Estado de México y Nuevo León.

Según cifras de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia (ANCTL), el sector genera a nivel nacional ingresos que rondan los 300 millones de euros y es responsable de la creación de 80.000 empleos directos y 146.000 indirectos. Más o menos como en España.

Pues así y todo, resulta que la plaza más grande del planeta, con una temporada -que en realidad son dos­- sencillamente impresionante, permanece cerrada, olvidada y arrumbada, desde hace más de un año. Para algunos es una batalla perdida y para otros una misión ganada respecto a la Tauromaquia. Lo que es una realidad es que la Monumental sigue con el cerrojo echado desde junio de 2022. Unas semanas antes, un Juez de Distrito ordenó suspender de manera provisional las corridas de toros en el Coso de Insurgentes buscando (sic) “proteger a los toros de un trato violento al que supuestamente son sometidos en los espectáculos taurinos”. Y se tomó en consideración. Hace unos meses se convocó a los aficionados para reunir más de 30.000 firmas para intentar revertir el desastre y en abril un grupo de taurinos se dio cita frente al Congreso de la Ciudad de México sin que tampoco hubiese respuesta positiva, sin que la resolución final del conflicto se presuma, desgraciadamente, favorable.

Pero no queda ahí la cosa. Una asociación de supuestos “Abogados Animalistas” ha conseguido suspender las corridas de toros en Tijuana, generando otro roto y veremos en qué queda.

Suspender, prohibir, no aceptar, ir en contra de la fiesta taurina… eso es lo que les mueve. Pero, a la vez, demuestran que están en contra del arte, de las tradiciones, de la ecología, de la cultura y hasta del beneficio económico de muchísimas personas que trabajan en este sector ¿Eso es progresía? Confiemos en que, como siempre, la censura nunca ha tenido vida larga.