No sabía que decir cuando en casa de un viejo amigo taurino sancristobalense se acerca su pequeño hijo, de seis años para ser exactos y le dice «papi cuando me llevas a los toros» e inmediatamente pensé en
Saúl, paisano tachirense, le responde a su pequeño hijo «tranquilo nene iremos al Festival que hay en San Pedro del Río» y éste se fue al patio de su casa a jugar con otros, mientras pensaba como me hubiese gustado que la Defensora del Pueblo de Mérida hubiera visto la carita inocente del hijo de mi coterráneo cuando le requería que lo llevase a los toros.
«Papi cuando me llevas a los toros» uffffff emocionantes palabras que aún retumban en mis oídos. La semilla de una familia clama porque lo lleven a una corrida de toros, sin trauma alguno, algo que no saben entender quienes dicen velan por los derechos del niño y por el contrario, los violan flagrantemente.
Tristes antitaurinos, tristes quienes como la Defensora del Pueblo en el Estado Mérida, occidente de Venezuela, pretende impedir que nuestros hijos vayan a las corridas de los toros y tristes quedarán como la grasa de una olla que se lava todos los días, se irán «a llorar al valle».