Luis Francisco Esplá se despidió de Venezuela con una actuación variada, alegre y emotiva en la que dejó muestras de su particular tauromaquia. Lanceó con gusto a la verónica al primero banderilleando  con sinceridad y torería, destacando los pares de poder a poder y el tercero al violín. Centrado y con oficio, el alicantino toreó con sabor en varias series de muletazos largos, dejando detalles originales ante un toro complicado. Tras una estocada que tardó en hacer efecto y descabello escuchó palmas.  Esplá lanceó con empaque al quinto, cubriendo un tercio de banderillas pausado, sereno y ortodoxo, lejos de la habitual espectacularidad de estos tiempos. Eligiendo los terrenos y saliendo de la suerte con gallardía, demostró que con él este tercio tiene un aire de liturgia. Variado, templado y emotivo, Esplá ligó varias series de muletazos con ritmo y ligazón, destacando varios naturales de trazo largo. A pesar de pinchar dos veces, se le otorgó una oreja que paseó en aclamada vuelta al ruedo.

Javier Conde pudo al fin cumplir su compromiso en Mérida, cortando la oreja de su primero tras una personal faena llena de detalles de buen gusto, como cambios de mano, trincherazos y recortes muy personales. Destacó toreando al natural en varios muletazos buenos y largos, en un hacer original aunque no redondo. Con el sexto, desconfiado el torero, se limitó a esbozar algún pase largo, mostrándose muy precavido con los aceros.

Lo de más mérito llevó la firma de Julián López “El Juli” que demostró de nuevo su magistral técnica, que le permite estar por encima prácticamente de cualquier toro, ya que su perfecta colocación, el juego de alturas en la presentación de los engaños, los toques precisos y el temple hacen posible que toros remisos y parados acaben tomando los engaños con suavidad y nobleza. La raza del madrileño y su infinito valor obran milagros, como esta tarde en la que bien pudo salir en hombros de no pinchar al séptimo. Consiguió en ambos toros pases con gusto, templados y de mano baja, alargando las embestidas con precisión de relojero. El trofeo de más  peso de la tarde lo paseó El Juli, oreja que no refleja la grandeza de la labor del torero.

Rafael Orellana salió con entrega, valor y raza ante el cuarto, al que toreó muy bien con el capote, cuajando cuatro series de muletazos largos, templados y de mano baja. Lejos de arrugarse Orellana se plantó en el ruedo con afición y decisión, en un trasteo que en su primera parte fue interesante, por lo mucho que consintió el torero las nobles pero sosas embestidas del toro. Justo cuando la faena estaba en su mejor parte, Orellana se dejó llevar por el toreo fácil y bullanguero, perdiendo el buen ritmo inicial, sin terminar de redondear. Tras pinchazo y estocada cortó una oreja. Firme y serio ante el octavo, se arrimó con emoción en larga faena, con momentos muy conseguidos, a pesar de lo parado y soso del astado. Aguantó imperturbable miradas, parones y tornillazos, llegando mucho al público. Tras una estocada arriba pero trasera falló con el descabello y perdió la puerta grande. Mejorando detalles y cuajando a los toros con el toreo bueno que sabe hacer, Orellana seguro  llegará a buen puerto.

 

 

FICHA DE LA CORRIDA

 

Plaza de toros de Mérida, martes 16 de febrero

Séptima y última corrida de la feria del Sol. Tres cuartos de entrada.

 

Ocho toros de Ernesto Gutiérrez, desiguales de presentación, terciados y chicos, salvo el segundo. Parados, tardos, nobles y sosos en líneas generales. El más deslucido el octavo. Pesos: 433, 481, 467, 428, 438, 434, 430 y 452 kilos.

Luis Francisco Esplá, de turquesa y oro (Palmas y oreja)

Javier Conde, de blanco y azabache (Oreja y silencio tras aviso)

El Juli, de turquesa y oro (Oreja y palmas)

Rafael Orellana, de azul marino y oro (Oreja y palmas tras aviso)

 

Luis Francisco Esplá se despidió de Venezuela con el toro “Sultán”, número 29. Destacaron en la brega Álvaro Montes, Domingo Navarro y en banderillas Fabián Ramírez y Mauro David Pereira.

 

                                                                                               

 

Crónica de Víctor Ramírez “Vitico”