Tremenda la expectación y casi lleno en los tendidos de la Plaza México en una de las corridas que más gente ha llevado hasta la Monumental en los últimos años. La ocasión lo merecía, pues este domingo 20 de enero, el mano a mano entre El Juli y Diego Silveti se entablaba el número 26 entre un torero mexicano y un diestro extranjero en este importante coso, desde el primero que protagonizaran Silverio Pérez y Manolete.

 

En esta ocasión, el triunfador de puerta grande fue El Juli, que cortó dos orejas a su segundo toro, mientras que Diego Silveti, sin ninguna suerte en el sorteo, tuvo que tirar de raza para pasear un trofeo del animal que cerraba tan importante festejo. Se lidiaron tres toros de Montecristo y tres de Fernando de la Mora, con el siguiente resultado: El Juli, palmas, dos orejas y palmas; Diego Silveti, palmas, ovación y oreja.

 

Buena fue la primera faena de El Juli, malograda con la espada, aunque pudo cortar una oreja. Bien con el capote, también en un quite por saltilleras, la faena de Julián López fue profunda por los dos pitones, apurando la nobleza del toro. Buen ejemplar de Montecristo al que le faltó mayor raza. Largos los muletazos en redondo y también al natural. Fue ovacionado. La faena de El Juli al tercer toro de la tarde, del hierro de Fernando de la Mora, fue rotunda, pues ante una embestida remisa, el madrileño lo cuajó de principio a fin, en una faena a más que terminó en un verdadero arrimón del maestro. Le cortó dos orejas con mucha fuerza. Su último toro fue de Montecristo, un astado castaño y con cuajo, pero de escasa raza y muy poca clase, por lo que apenas si El Juli pudo intentarlo, pero sin poder hilvanar faena.

 

El primer toro de Diego Silveti, «Centauro» de nombre, de Fernando de la Mora, no fue toro de triunfo.

 

Todo lo contrario, noblote, pero sin humillar nunca, llegó deslucido a la muleta. Diego lo intentó, pero la faena nunca pudo romper debido a la condición del animal. «Mar de Nubes» fue el cuarto, también de Fernando de la Mora, y tampoco estuvo sobrado de raza desde que salió a la arena. Silveti puso todo de su parte tanto con el capote como con la muleta, destacando en un buen quite por gaoneras. Ya en el último tercio, y tras brindar al cielo en memoria de su padre, el gran David Silveti, Diego estuvo entregado totalmente, comenzando con enorme quietud en unos estatuarios que remató por abajo. Firme y templado, sacó buenos muletazos en redondo y al natural, para mostrarse muy por encima del animal, en un final de faena de máxima entrega, coronándola con ajustadas bernadinas. Mató de media estocada, descabello y fue ovacionado. Sin arrojar nunca la toalla, a pesar de la poca fortuna que tuvo en el sorteo, en el sexto, y a pesar de la aspereza y de la falta de entrega que tuvo ese toro de la ganadería de Montecristo, Diego Silveti tiró de raza y coraje, para inventarse una faena que quiso brindar, en señal de respeto, a El Juli.

 

Con paciencia, firmeza y valor, el joven torero de dinastía estuvo muy por encima del toro, consiguiendo ligar las series de muletazos a base de entrega y muchas ganas. Se mostró con la misma entrega a la hora de enterrar la espada y le cortó una merecida oreja