Por Ricardo Díaz-Manresa – Del Toro al Infinito
25 años sin el inolvidable Antonio Ordóñez. Se fue un 19 de diciembre. Pasará el tiempo y así seguirá para todos los que lo vimos en los ruedos. Inolvidable por su valor. Inolvidable por su arte. Inolvidable por su elegancia. Inolvidable, especialmente, por llenar el escenario con su sola presencia, su figura, su personalidad, sus movimientos. Nada menos que único en eso. Todo esto sin toro. Único. No hacía falta más. Y después…
Después tremendo pero no perfecto. Como torero, le faltó la espada. De capote sublime, es al único que he visto parar el capote, pararlo en seco, a la mitad de la embestida, con el toro en movimiento. Y con la muleta llenaba la plaza.
No perfecto porque parecía disfrutar con sus broncas provocadas. Perfecto porque aprovechaba todos los toros, o casi todos (no quiero exagerar). Y despachaba rápido a los que no valían (que aprendan ahora los pelmazos). Nunca aburría aunque sí irritaba a veces.
Perfecto en sus momentos sublimes, le gustaba polemizar con los tendidos cuando no estaba bien, pero incluso dando ejemplo como aquella tarde de Pamplona, con el ruedo lleno de pan lanzado contra el torero, y él parsimonioso avanzando bajo la “lluvia” hacia el tendido de sol y agachándose a coger un pan, besándolo y diciéndoles: el pan no se tira. Perfecto también ahí. Y valiente.
De tremenda personalidad, dentro y…fuera de los ruedos, acusado siempre de carácter difícil y a veces hostil. Le temían. Mi experiencia personal fue estupenda con un trato muy amable. Me invitó a la boda Carmina y Paquirri y de ahí nació mi columna “La danza de los taurinos” que tantas satisfacciones me ha dado. Y mi admiración grande como le dije aquella mañana cuando lo encontré desayunando, muy temprano, en la barra del muy bilbaíno Ercilla y le dije:
 muy buenos días maestro, el mejor que he visto con diferencia. Y una sonrisa de respuesta y un escueto : Gracias, Ricardo…
¿El mejor? Muchos lo discuten. Y argumentan: en lo videos se nota que…Hasta yo me sorprendí, debo confesarlo, viendo los vídeos. No me parecía entonces tanto pero es que ese tanto era tanto… que imposible de recoger en la frialdad de una cámara.
Otra cosa que me impresionó fue oír a la familia referirse a él como Ordóñez, simplemente. Nunca Antonio. En su hermano Pepe era habitual.
Era el Ordóñez entre los Ordóñez. Él, hijo del Niño de la Palma (es de Ronda y se llama Cayetano, que inmortalizara Corrochano). Hermano de los matadores Cayetano y Pepe. Hermano de los banderilleros, Alfonso y Juan. Y por si fuera poco, casado con una Dominguín y por tanto cuñado de Luis Miguel, apoderado por su suegro Domingo Dominguín (el jefe de la saga), suegro de Paquirri y abuelo de los hermanos Francisco Rivera Ordóñez y Cayetano. Pero el Ordóñez, él.
Valor para parar un tren : 33 cornadas en 20 años de toreo. Le daban bien porque él se ponía ahí, aunque los detractores lo tachaban de torpe. En alguna época, le faltó quizá agilidad en las piernas.
Enrique Vila se refería a él así: Antonio Ordóñez, primera espada de España (por su categoría, no por el manejo de la tizona) tuvo mucha prensa en contra, y fue atacado con mucha dureza, quizá por su trato personal con algunos críticos : estaba en el otro extremo de los mejor tratados por la entonces llamada prensa : Curro Romero y Antonio Bienvenida (los más querido en el siglo XX, con exageraciones incluidas).
Ordóñez: el mejor o el más discutido, el más elegante, el más actor, el de más gancho torero, el que no quiso alternar ninguna tarde con El Cordobés Benítez, el del rincón de Ordóñez (la espada ligeramente caída, que bautizara el gran Antonio Díaz Cañabate), el polémico, el muy querido y muy odiado. Ordóñez. Inolvidable Ordóñez.