La novillada que envió López Gibaja, sin ser brava, resultó interesante en su juego. Ayer en el Coso de Los Califas apareció el toro de la fiesta del siglo XXI. Es decir, animales sosos, de medidas fuerzas, pero de embestidas dulces y nobles en el último tercio, que pusieron en manos de los novilleros un material para cimentar unas faenas mucho más rotundas que las que finalmente se hilvanaron. El escalafón inferior está adocenado, sin personalidad y, lo que es peor, con un oficio cogido con alfileres. La lidia no es dar muletazos sin ton ni son a diestro y siniestro. El toreo es mucho más que eso. El toreo es conocer y evaluar las condiciones del antagonista que se tiene en frente. Lo demás son quimeras. Por eso cuando al ruedo salta un animal que ofrece unas mínimas condiciones para el lucimiento hay que ser despierto para exprimirlas al máximo. Llevar los trasteos abocetados y preconcebidos desde el hotel es el gran error de todo aquel que se enfunda un traje de luces. Ayer, como ya ha quedado dicho, el festejo dejó la impresión de que podía haber dado mucho más de sí. En esta ocasión no fue la bravura ni la casta la que desbarató las ilusiones de los espadas. Fue la nobleza y el buen juego en el último tercio del ganado jugado.

Abrió plaza Arturo Saldívar. El novillero mexicano es un torero con gusto. Tiene el toreo metido en la cabeza y, a la postre, sus actuaciones, aún sin cortar trofeos, fueron las más solidas de la tarde. Su lote pecó de soseria en la muleta. En su primero, un novillo que estaba muy medido de fuerza, Saldívar anduvo pulcro, correcto y con buen trazo. Su problema quizás fue la colocación tras cada muletazo, que le impidió ligar y hacer las tandas compactas y rotundas. No obstante, dejo buena carta de presentación. Mucho mejor estuvo en su segundo. En éste, paró, mandó y templo en algunos muletazos con profundidad y hondura, sobre todo en las tandas con la mano diestra. Al natural, bajó la rotundidad del trasteo, lo que al final hizo que los ánimos se enfriaran y todo quedara en nada.

Ignacio González estuvo toda la tarde voluntarioso y con ganas de hacer muchas cosas. Unas salieron mejor y otras peor. No se le puede reprochar a Ignacio su voluntad y ganas de agradar. Lo malo es que su buena disposición le llevó a atropellar en demasía la razón y no ver con claridad lo que cada uno de sus novillos le pedían para redondear. Demasiado eléctrico y amontonado fue su balance final, en todo caso. Lejos quedó la imagen del Ignacio González de la pasada temporada, más asentada y madura. Ayer se volvió a ver al novillero que se creía había madurado y crecido en oficio y buen hacer.

Thomas Duffau se mira demasiado en el espejo de su compatriota Castella. Tanto, que se vio un torero vulgar; obviamente, no es Castella, y eso puede ser un lastre en la carrera que acaba de iniciar. En su primero acompañó las embestidas sin mando y pesimamente colocado. Buscó ese terreno de cercanía y allí, a base de redondos invertidos, logró cortar una oreja demasiado fácil. Otra pudo cortar a su segundo si el presidente atiende la petición de un público demasiado amable. Bien en esta ocasión por el palco. Córdoba tiene que defender su categoría y no premiar trasteos vulgares y ramplones. Sólo pedir que este criterio, serio y a tono con una plaza de primera, se mantenga cuando lleguen las tardes de figuras y clavel en la solapa. Lo dicho, Duffau volvió a estar en el mismo tono que en su primero. Acompañando más que toreando y poco más. El cierre de faena por alto, vulgar y propia de una plaza de talanqueras en la España profunda.

Se presentó Gallo Chico con picadores en Córdoba. Tras el buen tono mostrado la pasada temporada por el joven novillero cordobés, es esperado en la presente con ganas por la afición. Lógicamente las diferencias entre el eral y el utrero son grandes. Los erales embisten como jugando. El utrero tiene una embestidad más seria. Gallo Chico tiene, si quiere ser alguien en esto, que adquirir el oficio necesario para resolver ante los novillos de manera solida. Ayer se apreció a un torero serio, que quiere hacer las cosas con buen estilo y personalidad. Pero con eso sólo no basta. Su presentación en una feria como la de Córdoba ha podido ser precipitada. Necesita mucho mas rodaje en plazas de menor categoría, para dar el salto a las plazas importantes y al circuito de las grandes ferias. Afición, ganas y buen sello lo tiene. Personalidad, que es muy importante, también. Sólo le falta el aprendizaje necesario para andar por la plaza más asentado y capaz para resolver con rotundidad.

Así resultó la historia. Novillos a modo para el toreo moderno y novilleros que no estuvieron a la altura de tan magníficos colaboradores.

 

 

Ganadería: Novillos-toros de Antonio López Gibaja, bien presentados en líneas generales y de buen juego para el torero. Fueron aplaudidos en el arrastre 2º, 3º, 5º, 6º 7º y 8º.

 

Toreros: Arturo Saldivar, de azul turquesa y oro. Media estocada tendida y trasera (ovación con saludos) y pinchazo, estocada y descabello (ovación con saludos). Ignacio González, de rosa y oro. Pinchazo y estocada (oreja) y pinchazo y estocada (ovación con saludos). Thomas Duffau, nazareno y oro. Estocada (oreja) y estocada defectuosa (vuelta tras petición).Gallo Chico, verde botella y oro. Estocada (ovación con saludos) y estocada (silencio).

 

Incidencias: Plaza de toros de Córdoba. Domingo 23 de mayo de 2008. Primer festejo del abono. Menos de un tercio en tarde soleada. Duración: más de tres horas.