Novena   corrida de la temporada.  Aforo cuasi vacío en tarde gélida y ventosa.

SEIS TOROS DE SAN MARCOS. Muy  bien presentado el encierro, todos cumplieron en varas.  Destacó el cuarto, magnífico:  “Decidido”.   Pesos 485, 485, 470, 480, 500 Y   480  Kilos.

RUIZ MANUEL. (Verde manzana y oro),  silencio/aviso y pitos.

MIGUEL ORTAS “MIGUELETE”.  (Azul pavo y oro), silencio/aviso y pitos.

ANTONIO GARCÍA “EL CHIHUAHUA”.(Blanco y oro), confirmaba alternativa, oreja obsequiada/avisos y pitos sonoros.

Hay tardes, como la de hoy, que pareciera que la lotería está cantada de antemano.  Un cartel que no valía un cacahuate y un encierro  de magnífico trapío del hierro jalisciense de San Marcos, criado con gran esmero por padre e hijos de las ganaderías de los tres Santos: Mateo, Lucas y Marcos. La gente no estaba para dilapidar sus centavitos en experimentos empresariales de sobra equivocados ya con la borrasca del día anterior era suficiente y por tanto se ausentó totalmente de los tendidos, salvo cubeteros, familiares y algunas decenas de verdaderos aficionados que se sometieron a la inclemente temperatura para ver un torerito que hace suertes dignas de Tlaxcala –con respeto a esa capital-, al que la diosa fortuna le trajo una oreja, un aprendiz con poco futuro y un español de la tercera línea que tercamente se nos impone en el cartel que  mostró  dos trincherillas de excelente calibre. 

Por ello voy a repasar primero un fenómeno que me causa extrañeza pero que tiene sencilla explicación, supongo.  Hace unos días falleció en Sevilla, a los 79 años de edad y como consecuencia de una bronconeumonía, Antonio Chenel  Albaladejo, “Antoñete”.  El hecho cimbró a los taurinos del mundo que le vieron torear o que se hicieron por lo menos de un video o película de la faena del 15 de mayo de 1966 a “Atrevido”, el toro “blanco” de Osborne, faena que nos remite al más puro clasicismo taurino.  Un marrajo ensabanado, alunarado y botinero,  precioso, con cuyo peso no hubiese sido posible presentarlo en la misma plaza hoy, sólo 486 kilos.  Escaso de fuerza sólo tomó una vara y luego el maestro apuntó verónicas para rematar con una media que Belmonte mismo que lo observaba desde lo alto, la hubiera firmado. Otra segunda vara sin que el toro se empleara demasiado y aquí entró la historia, Antoñete lo toreó con ambas manos iniciando con tres por abajo, dos de pecho  y un ayudado a media altura.  En el centro del ruedo lo toreó con las dos manos, llevándolo largo y muy despacio, embarcado desde lejos. Tras instrumentar un natural  Antoñete dijo que lo amaba “como sólo se ama a una mujer”.  Ese día impuso su trono en Las Ventas.   Larga para aquella usanza fue la faena donde el maestro llegó a dar un molinete de rodillas espléndido.  No era la suerte de matar el privilegio de Chenel, dejó media estocada y se le confirieron, primero una oreja y después otra.  No eran los trofeos, era la hermosísima lección del arte más puro que expresó  Antoñete.  ¿Pero qué aconteció que impidió que esa majestad del toreo no fuese visto con la misma intensidad en México?  Chenel vino   en la temporada del 53-54 y confirmó su alternativa con reses de San Mateo –he aquí el vínculo de esta crónica- con Manuel Capetillo y Juan Silveti, sin causar un gran impacto.  Volvió en tardes consecutivas  alternando con Rafael Rodríguez y Jesús Córdoba con toros de Jesús Cabrera, repitió  con toros de Rancho Seco, recibiendo dos avisos con el toro “Tapatío”, en esta corrida volvió a alternar con Rafael Rodríguez y  El Ranchero Aguilar.  Persistió ese mismo año, ahora con reses de Torrecilla, alternando con Manuel Capetillo y Jaime Bolaños y al fin, al comenzar 1954, cortó una oreja al toro “Giraldillo” de Pastejé en un cartel de seis toreros. Se despidió el 7 de febrero nuevamente con Pastejé  alternando con Silveti y Pedro Martínez “Pedrés”.  De hecho se fue inédito.  Regresó en 1967 dos tardes en La México, primero con Jaime Rangel y Manuel Espinoza con toros de San Mateo, sin nada destacable y se despidió ese mismo año alternando con Jesús Solórzano y Manuel Capetillo con toros de Santo Domingo.  Ya en esta segunda visita al coso capitalino venía precedido de la fama de una extraordinaria actuación en Madrid a dos toros de Félix Cameno, “Domador” y “Flor de Malva”.  Con este, Antoñete observó lo bien que remataba en el burladero y lo toreó a la verónica, con la muleta brotó lo mejor de su escuela por uno y otro lado, destacando también los  larguísimos pases de pecho y este día vació en todo lo alto y…. resucitó!.  Después volvió en solidaridad a los damnificados del terremoto de 1985,  en un festival  con  Manolo Vázquez, que vino con él y de aquí, Alfredo Leal, Joselito Huerta, Jaime Rangel y Eloy Cavazos.  Volvió todavía a otro festival en 1993 a beneficio del DIF, sin pena ni gloria. Pero Antoñete, uno de los toreros más longevos de la historia, encontró su última resurrección en Jaén en 1999 a un toro de Victoriano del Río que abrochó con elegancia, técnica, temple  y alguno dijo “sin una sola mácula”.  El toreo ligado en redondo y un pase de pecho monumental para la historia.  Luego, era habitual su crónica al lado de Manuel Molés en la televisión, donde fuimos viendo su deterioro de salud y su lenguaje breve y profundo, acotando la crónica.  Se vistió por última vez de luces en Burgos en 2001.  Qué paradoja que aquel joven madrileño que toreó su primer novillo en 1949 en la parte seria del espectáculo “Los Charros Mexicanos” no pudo dar en la “México” el do de pecho que entre otros dieron singularmente, Manolete y Camino.

Con nombres que parecían recomendaciones para este año llegaron los excelentemente bien presentados toros de San Marcos.  “El Chihuahua” con su primero, “Ambicioso”, negro, entrepelado, vuelto, quitó con navarras ante un toro que empujaba con fuerza en caballos. Puso banderillas con más voluntad que éxito.  Con la derecha, por donde el toro pasaba bien, le corrió la mano, mostrando buen estilo.  Al intentar con la izquierda el toro mostró poca fuerza y el norteño prefirió recursos “rancheros” llegando a manoletinas y una de rodillas.  Se le vio precipitado pero al momento de matar se volcó en el volapié al morrillo, dejando estocada entera, aunque él salió trompicado. De sus pistolas, como siempre, el juez le otorgó la oreja.  Seguramente que con esto lo tendremos en otro cartel.  Con el sexto, “Aventurero”, mostró voluntad con una larga cambiada, el toro empujó a los caballos  ¿“renació” la suerte de varas?.  También lo banderilleó sin fortuna, salvo en el  tercer par con el que recogió aplausos.  Mostró que no tiene condición y está poco toreado y lo malo es que exhibe un estilo no propio de una plaza seria.  Mucho debe mejorar en la suerte de matar, dio dos pinchazos y nueve descabellos.

Ruiz Manuel, se enfrentó primero a “Audaz”, negro, paliabierto, bragado.  Abanto conforme a su sangre, peleó duramente con el caballo.  Sopló fuerte el viento y no entendió la lidia correcta del animal, ausente de conjunción, sin embargo tuvo algunos destellos, especialmente con la derecha y un cambio por delante que provocó aplausos.  Todavía había algo más en el toro pero él lo terminó con media atrás y desprendida.  Con “Decidido”, negro, bragado, entrepelado y como casi todo sus hermanos asaltillado, el español empezó con errores  como no desmonterarse al pedir el cambio de suerte.  Dio navarras y una bella serpentina.  El toro tenía magnífica condición y el  de Almería  le dio buenos pases por la derecha en cortas tandas, cortando la faena, sin embargo mostró oficio pero el toro le fue muy superior por lo que los pitos se oyeron.  Pinchó, recibió un aviso y se fue como la tarde.

Miguel Ortas “Miguelete”, primero con “Arrojado”, un cárdeno oscuro, nevado, tocado del izquierdo, le dio una larga cambiada.  También recargó en varas la res pero el torero se vio falto de sitio y sin habilidades para marcar la distancia con el animal.  Lo terminó con una estocada delantera y la pregunta  ¿cuál era el propósito de encartelarlo?  En el quinto, “Voluntarioso”, un bello ejemplar, negro, entrepelado y bien armado que también cumplió con los caballos y fue duramente castigado, le molestó el viento y mostró evidentes limitaciones técnicas. El toro se defendía y  aquí acabó todo con un pinchazo en el que salió rebotado, un aviso y un espantoso golletazo.

Se anuncia, justificadamente el regreso de Fermín Rivera, la presentación de “El Capea” que hace sólo campaña mexicana y otra oportunidad más para José Mauricio con toros de La Estancia. Pocos  se  avecindarán en el coso.