Reconozco que soy un apasionado de la Tauromaquia Añeja. Me parece muy importante e interesante que todo aquel que se considere un buen aficionado a la Fiesta de los toros, conozca en profundidad la historia del toreo y a ser posible, desde sus inicios, incluidos aquellos casos menos agradables por tristes o luctuosos. Es la razón por la que hoy traigo al callejón de córdoba la historia de un torero que fue ajusticiado, muriendo en el patíbulo de la Puerta de Toledo, de Madrid.

La política no ha sido ajena en el mundo de los toros. Los que se visten de luces en todos los escalafones, banderilleros, picadores y espadas, en muchas épocas han alternado su profesión taurina con aficiones políticas. En ocasiones llevaron a las plazas su pasión política en la que envolvieron a los públicos, que los aplaudió o censuró rabiosamente según las circunstancias.

Se tiene como punto de arranque de la actividad político-taurina la invasión francesa que hirió la fibra patriótica del pueblo español, que rechazó todo lo que los franceses les ofreció. Ya hubo entonces un torero de alguna popularidad que huyó a Portugal, y de allí no regresó hasta que desapareció todo el peligro de tener que divertir a los extranjeros que invadieron nuestro país.

Cuando éste torero, nacido en Utrera (Sevilla), regresó a España, ya era un gran matador de toros, pero la situación política de la nación obstaculizó su carrera haciéndole perder numerosas corridas que tenía contratadas en la Villa y Corte.


En la historia del toreo existen muchos casos que bajo el denominador común de la simbiosis política y toros, afecta a la relación entre toreros incluso de una misma ciudad, como fue la tremenda competencia que mantuvieron Juan León, torero de Sevilla, nacido en la calle de Tintores en 1788, y “El Sombrerero”, también nacido en Sevilla en 1783. La rivalidad no solamente fue torera, sino política. “El Sombrerero» era absolutista y Juan León liberal.

Estos llevaron su pasión política y su atrevimiento al extremo de salir un día en Sevilla, (el 13 de junio de 1824), Juan León con vestido negro y “El Sombrerero» con vestido blanco, pues negros y blancos se llamaban los liberales y absolutistas respectivamente. Tanta imprudencia pudo costarle cara a Juan León, a quien los realistas persiguieron fuera de la plaza y a poco estuvo de pagar un alto precio por su osadía.


El publico, independientemente del arte de cada uno, se dividía en los tendidos por razones políticas. La pasión fue grande. Ambos eran toreros de gran repertorio, habilidosos, con el peculiar salero sevillano y no poco arte. La pugna que sostuvieron no era fingida, ni en el ruedo  ni en la calle, pues se odiaban a muerte.

Años más tarde, cuando había terminado el imperio de los realistas, “El Sombrerero» actúa en la plaza de toros de Madrid el 20 de agosto de 1832, junto a su hermano Luís Ruiz y Francisco Montes “Paquiro». El público recibió a los hermanos con cencerros, campanillas y cuernos. Les silbaron por todo a pesar de querer agradar en todo momento y ante el cariz que tomaba el asunto la Junta de Hospitales rescindió los contratos de Antonio y Luís por motivos políticos.


Un caso diferente fue el ocurrido al diestro Manuel Lucas Blanco, del que nos vamos a ocupar. Este matador de toros había nacido en el popular barrio de San Bernardo, de la capital sevillana, en el año 1793.

Hijo de familia humilde (empleados del matadero), allí también trabajó él de niño donde surgió su vocación taurina, del contacto con el ganado destinado al sacrificio, practicando un rudimentario aprendizaje, tanto en los corrales de dicho establecimiento como en algunas funciones en los pueblos próximos a la capital.

Su amigo y valedor Antonio Ruiz “El Sombrerero», se erigió en su protector y maestro al que le dedicó su atención en las enseñanzas a torear, corrigiéndole su primitivo estilo.

Al lado de “El Sombrerero» estuvo Lucas desde 1813 a 1816 pasando luego a las órdenes del cordobés Francisco González “Pachón», quién le cedió toros en provincias para que practicase el manejo de muleta y el estoque, ya que las aspiraciones del diestro sevillano fueron, desde sus comienzos, el llegar a la categoría de matador de toros. Como peón y banderillero aventajado, logró el ascenso a media espada. En Madrid se presentó el 29 de abril de 1821, con Juan León, para estoquear como medio espada los dos últimos toros, y ya en el año 1823 trabaja como matador de toros, categoría a la que se llegaba por los pasos acostumbrados de aquella época. Pero un suceso histórico, que tomó su importancia por su connotación política, fue la noticia que reunió la atención de todo Madrid en el año 1837.


Lucas Blanco era ferviente partidario de la política absolutista (carlista), lo cual era peligroso, declarándose partidario exaltado de dicha política, ingresando de voluntario realista, perteneciendo a la sección conocida por la cáscara amarga, por su constante persecución de los liberales, llegando a exponer sus ideas con vehemencia en la misma plaza de toros, y eso le causó muchos disgustos e influyó en su desgraciada muerte. Fue famoso el brindis que dirigió al infante Francisco de Paula en la plaza de toros de la Maestranza de Sevilla: “A mi señor infante D. Francisco; va por Usía, por la mujer, por la familia de aquí y por la de allá”.

Era conocido que el infante mantenía relaciones extramatrimoniales con una cortesana francesa.

La noche del 18 de octubre de 1837, estaba Manuel Lucas en un colmado llamado “Las Delicias de la Bética” en la calle de Fuencarral , con varios peones de su cuadrilla con el objeto de festejar su última corrida de la temporada en Madrid, y allí se encontró con Manuel Crespo de los Reyes, sargento de caballería de la milicia nacional y conocido suyo, por haber sido picador y contratista de caballos de la plaza de toros de Madrid, con quien emprendió animada conversación mientras bebían unos vasos de vino.

Al punto se terció la conversación sobre la política y se hizo general, pero hallándose acalorado por el vino, el miliciano increpó duramente al torero, la disputa se abrió, saliendo los dos a la calle y a poco el miliciano nacional caía muerto, herido por un certero navajazo en la ingle izquierda, por la que se desangró y murió a los pocos minutos. Lucas Blanco huyó del lugar, siendo detenido en la calle de Caballero de Gracia por dos serenos y algunos nacionales de caballería, quienes le ponen en manos de la justicia.

La enorme expectación que había estaba motivada por el juicio de un personaje público como era el torero Manuel Lucas Blanco, siendo aún mayor de lo esperado, al conocerse el veredicto de su sentencia a la pena capital del garrote vil.

Los toreros Francisco Montes “Paquiro», que en aquella época era ídolo taurino, acudió a la reina Cristina, acompañado de Juan León y de otros matadores de fama, en demanda del indulto. La soberana quiso concederlo, pero la presión de la Milicia fue tan agobiante, que no se atrevió a otorgarlo y Manuel Lucas Blanco fue ejecutado el jueves día 9 de noviembre de 1837, a las doce de la mañana en “el sitio acostumbrado», a la afueras de la Puerta de Toledo, a los 21 días después de cometer al accidentado asesinato.


En el mismo lugar, el día 6 de noviembre, es decir, tres días antes, llevaron al patíbulo al famoso bandolero Luís Candelas. Dando pruebas de entereza se permitió hablar al público presente antes de su ejecución y entre otras cosas dijo: “He sido pecador como hombre, pero nunca se mancharon mis manos con la sangre de mis semejantes”.

Manuel Lucas Blanco fue un diestro que contaba con muchos amigos y grandes simpatías y admiración por ser un lidiador con valor, sereno, seguro, que se adornaba poco, pero daba grandes estocadas y fue, a su vez, el único torero en toda la dilatada historia de la tauromaquia en escalar la grada del patíbulo. Quizá si no se hubiera significado como político, no habría sufrido tan vergonzosa muerte.

Antonio Rodríguez Salido

Compositor y letrista

Escalera del Éxito 176.-

José Luis Cuevas

Montaje  y Editor