Pero volviendo a La Monumental de Las Ventas, me presenté, por primera vez, haciendo realidad mi sueño, con un astado de la Ganadería Galache de Cobaleda. El toro era muy grande y separado de la vista. Casi burriciego. Lo busqué en todos los “terrenos”, pero no pude hacer mucho con él. Me dio la impresión de que ese “marrajo” estaba “avisao”. Tan pronto como pude, salí de él, con un rejón de muerte, que fue muy aplaudido. Todavía me pregunto, después de tantos años, si no sería la mano peluda de los rejoneadores españoles la que me hizo aquella faena. Vaya Usted, a saber…

Después de esa presentación, que resulto ser todo un éxito, desarrollamos nuestra rutina: una gira por España, un descanso en invierno, una estadía en Sudamérica. Algunos paseos por uno que otro país de Europa en plan de turismo. En fin…

Corría el año de 1958, ya hacía algo de tiempo que la rutina de giras venía cansando a los caballos. El viaje más la faena. La faena más el viaje. La edad, el desgaste, el trajín. En esta oportunidad, al terminar la temporada en España con un contrato para la Provincia de Zamora, íbamos a torear por vez primera en la Ciudad de Benavente. Aquella era una ciudad pequeña, pero más chica aún, era su placita de toros. Quizás, el Sr. Apoderado no debió hacer aquel negocio. No obstante, cuando la cuadrilla me lo advirtió, ya nada se podía hacer. Yo estaba dedicada solamente a mis entrenamientos y al cuidado de los caballos, porque venían muy cansados. Esa temporada veníamos trabajando mucho, pero yo estaba muy entusiasmada porque al finalizar todos esos compromisos, íbamos a embarcar para Sudamérica y tendríamos no una gira, sino un descanso.

En Venezuela las cosas no andaban bien, en enero de ese año habían derrocado a Marcos Pérez Jiménez y yo estaba un poco preocupada. Quería saber de mi familia, estar en mi tierra… Hacíamos Benavente y a Sudamérica.

Yo tenía varios caballos, “Portugal”, que era mi caballo blanco, de paso, para abrir plaza. “Moreno”, que era mi caballo negro azabache, pura sangre árabe de rejoneo, que yo usaba para matar. fue que no pudo salir del encuentro con la embestida, sufriendo el tumbe por el toro, lo que nos hizo estrellar con el “burladero” del ruedo de la plaza. “Moreno” me cayó encima.

Dice la prensa de aquella época, que fui trasladada a la Clínica “La Milagrosa”, en donde permanecí en estado de coma durante veinticinco días.

Escribo estas memorias para dar a conocer a la afición, el curso que siguió mi vida después de abandonar la Clínica en Benavente. Me trasladaron al Sanatorio de Toreros en Madrid, para mi total recuperación y transcurridos largos meses, fui traída a mi patria.

No estaba aún restablecida. Presentaba secuelas del accidente como parálisis en la parte derecha del cuerpo, por lo que nadie me entendía lo que hablaba, no reconocía a las personas que me visitaban y no podía caminar. Había perdido todas mis facultades.

Cuando regresé a Caracas, en mi equipaje traía una serie de placas y exámenes que me habían hecho neurólogos, traumatólogos y en fin, una Junta Médica, comandada por el Dr. Manuel Rojo Dueñas y Casaceca García. La operación que me practicaron fue una “craneotomía”, para tratar de detener la hemorragia que presentaba en el cerebro.

Después de hacerme varias intervenciones quirúrgicas, pude recuperar el conocimiento.

Los toreros y las toreras, cuando salimos a la arena en una tarde cualquiera, lo hacemos en compañía de una gran fe en Nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, en la gente que sufre un accidente en el ruedo, yo percibo una constante relación con Cristo “El Varón de los Dolores”, como lo llama Isaías, en su libro de la Biblia, versión Reina Valera de 1960, capítulo 53, versículo 3 y 4: “Si se tiene familiaridad con la muerte, las cosas que te molestan devienen en pequeñeces; delante de la muerte, todo cambia de aspecto.” Según mi opinión, para la sanación de las personas es muy importante la amistad y el diálogo, el compartir con quien puede darte una mano, una respuesta a tiempo, alguien que te oiga y que te comprenda. Solamente el hecho de poder hablar de lo que te angustia, ya es un alivio. Entre todos los sistemas terapéuticos que existen, por muy modernos que sean, creo que el mejor es el de la amistad. Se trata de ayudar a la persona a encontrar equilibrio y armonía en todas sus relaciones. Hace falta un respeto amplio hacia el enfermo, que tiene que nacer de lo interno y fundarse en la idea de que toda criatura que sufre representa a Jesucristo.

Una vez, toreando en Perú, con la cuadrilla de las muchachas toreras, sufrí un “puntillazo” de diez centímetros en la pierna derecha. Me retiraron a la enfermería de la plaza y no pude salir más al ruedo. Tenía que haber matado al novillo, pero de ello se encargó la sobresaliente de espadas. Pensé que no volvería a torear. Ni siquiera que podría camina bien nuevamente. No obstante, caminé, aprendí equitación y rejoneo, llegué a la catedral del toreo, como se le llama –en el argot taurino- a la Plaza de Toros de la ciudad de Madrid : “La Monumental de Las Ventas”. Eso fue posible por el andar acostumbrada a toparme con la muerte. Tanto que hasta se le pierde el miedo. Ello no significa que una vez en el trance del dolor, del sufrimiento, se desafíen los designios de Dios. Al contrario, es entonces cuando más resignación se tiene en cuanto a lo que Dios pueda decidir.

He escrito estos párrafos en mis reflexiones, porque creo que tal vez nos pueden servir a nosotros mismos, cuando nos encontramos frente a la circunstancia del dolor en cualquiera de sus expresiones y en especial, en su aspecto físico. En esos casos, siempre recurrimos a la “otra” medicina, la que nos indica la ciencia médica y eso no está mal, pues resulta vital, pero no debemos olvidar la primera sanación, que está en nosotros mismos, fundada en nuestra amistad con Dios y en la conformidad con su santa voluntad.

Siempre he sido de una profunda fe cristiana y jamás he comenzado ninguna actividad, sin encomendarla al Todo Poderosos. Por El estoy en estos momentos, escribiendo estas líneas para Uds. El solo hecho de escribir nos ayuda a aclarar nuestras propias meditaciones y grabarlas en la mente.

A medida en que pasaba el tiempo, después del accidente en la Plaza de Benavente, fueron mejorando mis recuerdos y nunca olvidé lo que me aconsejaron los galenos: no volver nunca más a la arena, para torear. Así que lo tomé con serenidad y dediqué mis esfuerzos a recuperarme. Luego de pasar el estado de coma y las diferentes intervenciones quirúrgicas, tuve la plena seguridad de que no moriría. Hoy continuo viviendo, con esa experiencia impresa como una marca imborrable en mi interior.

Dentro de mis reflexiones, indudablemente hay una especial sobre el arte del toreo o la tauromaquia. Apruebo pues el criterio de Don Carlos Villalba, en su obra “Del Toreo de las Luces al Toreo de las Indias”, en su aparte “ética con apetito y otras crónicas”, ya que nunca estuve de acuerdo con esa cacareada protección a los animales, en vista de que sus mentores no hacen lo que dicen… En cambio sí permiten que todos los años se celebre el horrendo espectáculo de San Fermín en Pamplona. Aquello sí es una verdadera carnicería, pues se trata de un encierro de toros bravos y hambrientos, que se sueltan en las calles para que persigan al público, con las consecuencias lógicas de una enorme cantidad de personas “corneadas” y hasta muertas. No culpo al público que asiste al desencajonamiento de las reses en San Fermín, por simple curiosidad y hasta por aventurar. Como tampoco culpo a quienes practican la costumbre de los “toros coleados” en Venezuela y en otras zonas de América. Sé que hay gente que asiste a estos festejos con cierta tendencia a alardea, a creerse héroes, con mucho coraje y la mayoría de las veces lo hacen con una buena dosis de licor entre el cuerpo. Me pregunto ¿por qué no hay protección para los caballos en el coleo? La Sociedad Protectora de Animales debería prohibir el coleo a favor de los caballos, porque muchas veces son estos animales los que tienen que ser sacrificados por algún tropiezo que hayan tenido entre la multitud o con los toros. Y ¿qué decir de las peleas de gallo? O es que estas aves son inferiores a los toros en su condición de animales susceptibles de protección? Hablemos claro, entre todas estas tertulias está metida la mano peluda de las apuestas y allí no hay quien haga valer los derechos de los animales.

Entonces, en el asunto del toreo, no debe hablarse sólo de la protección del derecho a la vida de los animales. Debe incorporarse la protección del derecho a la vida de los seres humanos que podemos morir durante la realización de una corrida en festejos que llenan de alegría a las ciudades y de dinero al empresariado y al comercio.

También los toreros y las toreras requerimos protección y ayuda. Ahí queda eso…!

Testimonio de Piluqui de Benavente

Pilar Huerga Mielgo

Calle Villalpando nº 6

49600 BENAVENTE (Zamora)

Esperanza Hermida Moreno

Benavente, 21 de octubre de 2008.

Estimada Esperanza:

Esto de recopilar papeles después de tantos años no es tan fácil como parece, pero bueno haré lo que pueda. De momento te mando un programa de las ferias de septiembre de 1958, en el cual aparece en lugar preferente el nombre de tu madre y el de los diestros con los que toreo esa desgraciada tarde. Una tarde en la cual, dado lo aparatoso de la caída, muchos de los que asistieron a esa corrida pensaron y marcharon convencidos de la plaza que aquella joven muchacha “de los grandes y hermosos ojos” había muerto fatídicamente dada la gravedad del accidente.

Estoy convencida que te preguntarás el porqué de mi interés en el tema, y este no es otro que siempre he querido saber de Conchita Moreno, pues tengo dos motivos muy importantes para ello. El primero por que tenía la clínica donde ingresaron y asistieron a tu madre cerca de mi casa, y también porque soy aficionada a los toros, tanto en el campo como en las fiestas que tenemos en nuestra localidad, ya que aquí contamos con algunas fiestas taurinas, como es la denominada “fiesta del toro enmaromado”. Fiesta ésta en la que me he jugado la vida muchas veces por correr al lado del astado o hacerle fotos, cosa que me ha costado algún revolcón. Por todo ello puedo asegurar que cuando una persona acaba en el suelo la sensación que ofrece encontrarse ante el toro es la de cómo si uno estuviese ante una catedral, y no le da a uno tiempo a pensar en nada más, pues la impresión es única. El toro que se corre aquí pasa de los 500 K.

El segundo motivo de mi interés por la persona de tu madre es más complicado de explicar, pero tratare de contártelo tal y como pasó. Sucede que a unos 19 kilómetros de Benavente, concretamente en el pueblo de Navianos, se encuentra un Santuario enclavado en lo alto de un ribazo, el cual está dedicado a la Virgen del Carmen, cuya romería se celebra el tercer domingo de septiembre, romería que concita gran devoción en la comarca y a la que acuden los pueblos del valle, incluido Benavente. Tiene esta romería mucha fama en todo el contorno, siendo muchas las personas que se dirigían caminando a dicho Santuario, para asistir y escuchar la misa solemne que allí tiene lugar. Pues bien con ocasión de dicha celebración dos amigas mías y yo deseábamos acudir al mismo caminando, pero por ser muy jóvenes nuestros padres no nos permitían acudir solas. Al momento nos enteramos que dos vecinas de Benavente, concretamente la Señora Felipa, conocida como “La de aguas”, y otra señora conocida como la Señora de Voces, acudían todos los años andando al Santuario, por lo cual fuimos a pedirlas que nos llevaran con ellas, cosa que hicieron muy gustosas. Aconteció que cuando fueron a buscarme a mi casa, antes de las 7 de la mañana, era totalmente de noche. Recuerdo además que el cielo estaba completamente estrellado, y que al pasar por la clínica donde se encontraba Conchita Moreno, convaleciente de su reciente percance, pudimos observar como la luz de su cuarto estaba encendida. Fue entonces cuando una de las Señoras que se dirigían en peregrinación dijo: ¡Qué pena, lo más seguro es que se haya muerto la rejoneadora! (dando con ello por supuesto que por ello se encontraba la habitación iluminada). La otra señora contestó: ¡Sí, es una pena que con lo joven y guapa que es esta muchacha haya tenido ese accidente, y lo sola que está tan lejos de su familia y su tierra!. No hablaron más, pero una de las jóvenes del grupo dijo al resto: ¡Esperar, que me quito las zapatillas!. A lo que otra de las acompañantes replicó: ¿Pero hija porqué haces esto?. A lo cual ésta respondió: ¡Para que no sean Ustedes solas las que van descalzas!. A esto último respondió la primera de las susodichas Señoras: ¡Déjala, ya se las pondrá!. Pero la joven hizo caso omiso y no se puso las zapatillas, continuando todo el trayecto descalza, y caminado así los 19 kilómetros hasta el Santuario, donde asistió a la misa y después se puso de nuevo las zapatillas. Todo ello para llegar a la localidad de Navianos de Valverde, atravesando dos pueblos y un monte, ya que en aquel tiempo la carretera era de tierra y por ella circulaban mayormente carros y caballerías. Sin embargo el grupo de peregrinas pudieron regresar en coche.

Pasó el tiempo y fuimos olvidando ese día y también a Conchita Moreno, pero hace un par de años me dijo una amiga: ¡Pilu, te voy a contar algo que no he dicho nunca a nadie!. ¿Recuerdas la primera vez que fuimos al Carmen andando y me descalcé?. A lo cual la respondí que sí, que me acordaba perfectamente. Continuó relatándome como al escuchar a la Señora Felipa y al resto del grupo lo que hablaban sobre Conchita Moreno, ella se paró y se despojó de sus zapatillas. Continuó diciéndome esta amiga: ¡Miré a la a la ventana de la habitación que se hallaba encendida y desde el fondo de mi alma, prometí de intención y pensamiento, que por ti Conchita voy descalza a pedirle a la Virgen del Carmen que no te abandone y te cure!.

La verdad todo esto me dio que pensar, entonces fue cuando empecé a preguntar por ella, y todos la recordaban, pero nadie sabía nada sobre su vida y lo que fue de ella. Posteriormente un día, y por casualidad, en un programa de televisión escuché que la nombraban y que estaba viva. Yo quería contarla esto que acaeció en relación con tu madre sobre la promesa y gesto de aquella amiga, porque estoy segura que el resto del grupo también rogó por ella sin decir nada. Ahora, trascurridos tantos años, y recordando la última parte de la entrevista que a tu madre que le hizo mi amigo Agustín Vázquez en la clínica el 16 de octubre de 1958, creó sinceramente que la Virgen nos escuchó al menos un poquito. Y que como mi amigo Agustín (ya fallecido) recoge en su libro, y a decir de los médicos que la asistieron durante su convalecencia, la curación de Conchita Moreno fue “milagrosa”.

En el deseo de que estas palabras sean de alguna utilidad para conocer todo aquello relacionado con la “milagrosa curación de tu madre”, y todo aquello que tiene que ver con el percance que sufrió y su estancia en esta ciudad de Benavente, es por lo que he querido relatarte este pasaje. En un futuro espero poder hacerte llegar alguna información más sobre ello.

Atentamente:

Pilar ( Piluqui para los amigos)