Ante la frustración por la fiesta devastada en la última temporada recurro al balsámico más conmovedor y artístico de un film rodado en nuestro País de antológico tema taurino, “Tarde de Toros”. Posiblemente haga la número veinte las veces que me he refugiado en la pureza y energía de este drama no exento del interés por contemplar unas magníficas faenas tan cercanas y extrañas en sus formas de hacer el toreo a las actuales. De nuevo, la mirada hacia estos matadores de toros protagonistas me parece más amable y esperanzada a medida que la película avanza.

 

Observo su serenidad en el ruedo, propia de su madurez. Por unos minutos quedan lejos los duros ataques frontales o solapados contra nuestra fiesta a la que pretenden enmarcar entre perfiles adulterados de negros horizontes, la venganza de Cataluña contra España, la espada de madera en Quito, los disfraces de toreros en festivales y una egoísta trilogía de exigencias por parte de las máximas figuras, exclusiva mundial de televisión, honorarios a convenir fuera de convenios generales y lo más sutil y atolondrado, eliminar cualquier intento de protagonismo a toreros proletarios que quieran hacer sombra.

 

Eran los años de “Platino del Toreo”, las décadas de los 50 y 60. Aquellos toreros no tenían otra salida que jugársela cada tarde y en todas las plazas. Una época en que la tradición en las formas clásicas del toreo y ejemplar comportamiento de los toreros eran la garantía de emoción y responsabilidad en una profesión arriesgada y selectiva. La corrida de toros resultaba una elipsis transmitida con exactitud del sentimiento a todos los que la contemplaban creando una relación de empatía entre el público a pesar de estar siempre presente en su imaginación que el destino final no pudiera ser la tragedia.

 

No podemos criticar la actuación como actores eventuales a los tres protagonistas, ni que la película pueda destilar aromas de obra maestra del cine. Probablemente, al director, Ladislao Vajda un tema tan especial le resultara asfixiante. Redujo el guión y dejó que su desarrollo fuera más abierto, que las costuras taurinas fueran auténticas con el estilo que sucede cada tarde en el ruedo y que los textos dramáticos quedaran aislados mientras la acción principal salvifica la corrida de toros como refugio de almas.

 

“Tarde de Toros”.- Argumento y guión: Manuel Tamayo y Julio Coll. Director: Ladislao Vajda (Hungría). Año 1.956. Protagonistas: Domingo Ortega, Antonio Mejías “Bienvenida” y Enrique Vera.

 

Plaza de toros de Las Ventas 16 de Junio de 1.953, la alternativa de Luis Montes “Rondeño II”, Enrique Vera. Padrino, Ricardo Puente, Domingo Ortega y testigo, Juan Carmona, Antonio Bienvenida. Los toros de don Antonio Pérez de San Fernando.

 

El ambiente es de máxima expectación. El toricantano acaba de salir de una cornada fuerte y los aficionados dudan de que la fecha sea óptima. El drama sucede a personas comunes de profesión extraordinaria con el único motivo de arropar lo más importante, la corrida de toros y sus circunstancias. No revelaré la trama por si algún lector no ha visto la película y sería una faena descubrir el misterio. Son meras anécdotas entre lo sublime.

 

Puente, al ceder los trastos a Rondeño II – Suerte Rondeño en este toro y en todos los demás. Que no te envanezcan los aplausos, ni te asusten las broncas … que de todo habrá. La actuación del nuevo matador a este su primer toro fue pésima, espantás, dudas y desconfianza.

 

– ¡Cuidado Rondeño no te tire un cuerno y te dé!

 

– Este chico no es el mismo desde la corná.

 

– ¿Me lo va a decir a mi que me han salido los dientes viniendo a la plaza?

– Pues le han salido muy de prisa o vive usté muy lejos.

 

– ¡Rondeño no abaniques al toro que le pué dar una pulmonía!

 

– Que más quisiera él, que se muriese de un catarro.

 

En el tendido 4 pegado al 3, un papá con su hijo, un niño de unos 8 años.

 

– ¿Esto te gusta papá?

 

– No, esto no me gusta a mí, ni a ningún aficionado. Pero … espera … también se aburren en el fútbol a veces.

 

– ¡Me gusta más el fútbol! – y el chaval se marcha a escuchar un partido por la radio que ha llevado a la plaza otro espectador. Bronca al matador.

 

En el segundo, al rato de saltar el toro, también lo hace un espontáneo y una extranjera grita -¡Olé toreador!.

 

– ¡Señora, que eso no es un torero, es un chalao!

 

En la devolución de trastos. – Maestro se los devuelvo sin haber hecho una buena faena.

 

– A tí te lo perdonarán porque tienes muchos años por delante … pero a mí. Y vemos torear a Domingo Ortega, “la mano derecha de Dios” Que no cuaja una buena faena en ese su primero. La culpa al espontáneo. – Puente mira al tendido desafiante:

 

– No he pedido compasión.

 

Por cierto, el arrojado y valiente torerillo fue cogido y muere en la enfermería.

 

– … ¿Y ahora qué? ¿Es mejor Puente que Carmona?

 

– Carmona siempre ha estado debajo de Puente.

 

– Porque no habrá encontrado piso.

 

– Además, yo no hablo con idiotas.

 

– Yo si.

 

– Conste que llevo 20 años abonao.

 

– ¡Póngase de pie! – al ver que es un señor bajito.

 

– Tié usté que cambiar de abono, ha crecido muy poco.

 

Antonio Bienvenida, Juan Carmona realiza una faena extraordinaria. Sensacional en banderillas, sin recortes ni carreras, como se deben clavar.

 

Dos orejas y vuelta entre aclamaciones.

– ¡Olé! ¡Eso es un torero de una vez!

 

– … Y que no cobra el angelito.

 

– Porque lo vale y cuando se vale se cobra y al que le duela … que se aguante.

 

– ¡Goool! Papá, dos cero a favor del Real Madrid.

 

– ¿Que haces ahí? ¡Vente pa cá!

 

Juan Carmona a su apoderado: – No ha sido para tanto, son triquiñuelas mías y no aplauden más que las mujeres.

 

Ricardo Puente en su segundo, en el más puro Ortega. Faena a media altura, adornos, desplantes. ¡Superior! Dos orejas y delirio del respetable. Carmona se acerca en el callejón: – Enhorabuena maestro estuviste superior y aunque no lo creas te lo digo de verdá. Los dos matadores tenían sus más y sus menos.

 

– Te creo Juan, te creo.

 

– ¿Ve animal?

 

– ¿Y por qué me llama animal ahora?

 

– Por si luego no tengo tiempo.

 

En el quinto no anda bien Carmona, se acaba de enterar de que va a ser padre. Clava un par a lo Fandi y resulta cogido en la pantorrilla derecha. Puente continúa la faena con la clarividencia de don Domingo Ortega y otro par de orejas al esportón.

 

– Por qué ha estado tan nervioso? ¿Que le pasa? – pregunta el apoderado a la mujer de Juan Carmona.

 

– Que se ha enterado que va a ser padre.

 

– ¿Que vamos a ser padres? – exclama el apoderado. Si es niño Carmona II.

 

– ¿Y si es niña?

 

– Pues … ¡Isabel II!.

 

El sexto se lo brinda Rondeño II a su padre. – El apoderado le advierte: – El público no disculpa, para eso paga. Vamos a quedarnos quietos con el toro y a torearlo bien.

 

– ¿Nada más?

 

Un banderillero: – ¿Es que quiere que el toro lo mate?

 

– Si va a seguir así toda la vida mejor es que lo mate.

 

Sensacional faena de las güenas, entusiasmo de la concurrencia. Dos orejas y olvidado el petardo en el primero.

 

La corrida ha terminado pero la vida no acaba y cada matador continúa con su existencia. Una buena tarde de toros no elimina los problemas personales, alegrías, desengaños o tristezas pero hace feliz a miles de personas que por unos instantes han olvidado sus propias miserias, su ira y sus angustias, gracias a la magia de una buena Tarde de Toros.