“Entrada general: Invitación rigurosa y traje de noche (pijama). Nota: los espontáneos serán devueltos al corral y servirán de cabestros”.

Prologuista de lujo

En otra ocasión, en 1965, dada la amistad que tenía con el torero Manuel Benitez El Cordobés, Cantinflas aceptó escribir el prólogo del libro biográfico del matador, El Cordobés y sus enemigos, escrito por L. Romero.

En una simpática y singular sintaxis así describe Cantinflas al coloso del ruedo:

Mis queridos lectores:

No pretendo ni mucho menos, como si dijéramos, presumirles de que soy muy letrado. Más bien soy falto de agricultura. Sin embargo, dentro de mi rústico intelecto, quiero hacer algo como que tirando a comentario; como si fuera una opinión o más bien un epilogo, que a lo mejor resulta un prólogo. Esto lo hago por tres razones: La primera. La segunda… y la tercera.

Ya aclarado mi propósito, no me queda si no seguir adelante con lo que deje atrás. Y en esta forma, presentar este libro que lleva entre otros objetivos, primero, que se le compre y luego que se le discuta. Porque de la discusión sale la luz y el que anda alumbrado anda contento. Y así espero que estemos todos, pues la tristeza es madre de todos los vicios. Y el que no los tenga, que con su pan se lo coma.

Así que uno se asoma a la lectura de este libro, tiene que reconocer que el autor es un viejo enamorado de la fiesta brava y sus expresiones, equivocadas o no, son sinceras y de un aficionado de buena cepa. Y ya que hablamos de cepa, sepan ustedes que hablar y conocer de toros, debería ser privilegio exclusivo de las vacas, que son las que conocen de sus debilidades. Pero como dice un conocido cronista taurino, la fiesta brava no es una graciosa huida, sino una apasionada intriga. De manera que mejor vamos a hablar de la fiesta, que es lo único que nos interesa. Y volviendo al autor de este libro, es muy loable la sincera espontaneidad con que defiende a Manuel Benítez El Cordobés, de la diatriba sistemática de que es objeto, por parte de algunos inconformes. Además, no es cosa de ocultar mi viva admiración por El Melenas, con quien me ligan lazos de amistad fraterna, no obstante de que hay muchos pelos de por medio. Siempre que se hable de El Cordobés, el asunto tendrá pelos.

Reconozco que el autor de este libro sabe de toros, eso ni quien se lo deniegue, porque luego se ve. Pa que nos hacemos, si ya somos.

Claro que dentro de esto se manda de a feo, con alevosía, premeditación y ventaja, contra toreros españoles y mexicanos, que a mi ver, son juicios no muy juiciosos. Por ejemplo: el que externa sobre Joselito Huerta, que digan lo que digan, es un torero que deja huella dondequiera que se para y si no, que lo digan los monosabios que tienen que barrer la plaza.

De El Viti dice que es un torero muy triste. Yo no creo que tenga que torear tocando las castañuelas, cada quien pone la cara de acuerdo a las circunstancias. Y así por el estilo, mejor no le seguimos, porque en lugar de prologo saldría una discusión y eso mejor se lo dejo a ustedes.

Pero lo que sea de cada quien, así como hay niños de pecho, también los hay de espalda y entre quijada y oreja, hay que reconocer que este libro esta rociado con solera taurina, desde que empieza hasta que se acaba… Y, que tiene garra, y (el que no agarra es que no encontró de´onde).

Y volviendo a mi entrañable amigo El Cordobés —el torero más discutido de la época actual— restarle meritos, sería como negar la existencia de los platillos voladores o su parentesco con los Beatles. Y como no se trata de restar sino de sumar, sumemos las orejas y rabos logrados por el genial greñudo y sumemos también las patas metidas por sus detractores, en su insidiosa y anti cordobesa campaña.

Sin salirnos de la aritmética y ante la división de opiniones, multipliquemos nuestra pasión por la fiesta… y sálvese el que pueda!… Que no creo que sean muchos… Pues en este libro, no se salva ni el autor.

Mario Moreno Cantinflas

México, D. F. 30 de septiembre de 1953.

El amo del toreo bufo

En el blog de internet monterreytaurino.blogspot.com/2010/07/mario-moreno-cantinflas se ubica una simpática entrevista realizada originalmente al cómico en los años 60 y en la cual abiertamente destaca el por qué de su acercamiento a la fiesta taurina. Parte de esta entrevista también fue reproducida en los números 112 y 113 (abril-mayo de 1980) de la revista de la Comunidad Conacyt:

“Para hablar de toros, cualquiera puede hablar… pero, para hablar de toros bravos, ya hay que cambiar de toro y de tercio… y así poder hablar de pitón a pitón, siempre dando el pecho… Porque ya se ha dicho, que no es igual ver los toros desde la barrera, que estar en la barrera y no saber de toros…Yo, desde luego, no pretendo saber más que aquellos que deveras saben, pero mi punto de vista es diferente, porque yo si he estado cerca del toro, o más bien, el toro ha querido estar cerca de mí… Que el toro es una cosa seria, sí se los puedo asegurar… Tan seria, que yo no he visto reír a ningún toro. Eso no quiere decir, que en la fiesta no haya alegría y cosas que provoquen risa. Por ejemplo, yo he visto, porque a mí me consta —sin poder asegurarlo— que muchas veces se dan casos en que no se sabe y sin embargo, ahí esta el toro. ¿Qué quiere decir?… ¡Que hay toros alegres! … ¿O usted nunca ha leído de algún cronista, que el toro embistió con alegría?…

“En cambio, nunca habrá sabido de ningún toro que haya muerto embargado de tristeza… Pero, pasando a otro tercio y con permiso de la autoridad, yo he hecho muchas veces el paseíllo y pueden creerme, que el miedo no anda en burro… ¡sino en toro!… Y es que el toro va a lo que va… y el matador viene a lo que viene. Y si el que va, se encuentra con el que viene y no hay un entendimiento, entonces ya sabe a lo que se atiene. Ahora, que yo pienso que el buen aficionado, el que sabe ver toros, debe tener en cuenta que aunque el toro es un animal noble que sale al ruedo a pelear con nobleza y en buena lid, no es justo que se encuentre con una bola de montoneros, ventajosos, agazapados detrás de los burladeros, esperando burlarse de él, frente a miles de espectadores que se hacen cómplices de ese engaño. Y al noble animal no le quedan más que dos alternativas para seguir viviendo: o es muy bueno y aguanta con bravura y con casta todo lo que le hagan, para ganarse el indulto… O es reservón, manso y muy menso y no aguanta nada, y en ese caso, también lo devuelven al corral vivito y coleando. De todas maneras, la fiesta brava es insustituible, porque ahí se conjugan el valor, el arte, las facultades, el talento y todo eso que hay que tener para pararse frente a un toro. Estas reflexiones que me hago, pudieran ser fruto de las correteadas que he sufrido, ante públicos muertos de risa, que saben de antemano que soy comediante y torero bufo y que ningún daño les hago a los toros… pero, los toros no lo saben… ¡Y ahí está el detalle!..