Lo que a continuación voy a relatar, sucedió ya hace tiempo. Ya ha llovido desde entonces, como dice el popular refrán mexicano.

Fue en una tarde de verano. Con el clásico calor de la franja fronteriza, un sábado, nos dirigimos a comer, con varios amigos, al restaurante, del entonces amigo y hoy compadre, Ernesto Arriola, situado enfrente de uno de los bares más taurinos de la franja fronteriza. El ambiente hervía con la fiebre de la fiesta de toros.

Los responsables de esto, Manolo Martínez y Alfredo Leal, que aparecían en el cartel del domingo.

Al sentarnos a la mesa, el grupo de amigos, les mostré varias fotos de Manolo Martínez que me habían obsequiado. Uno de mis amigos en son de chiste, me pregunto ¿eres tú? Siguiendo la broma le conteste sí, esta foto me la tomaron en España y esta es de la plaza México y así sucesivamente, esto, llegando a oídos del mesero que nos tomaba lo que pedíamos para comer.

Todo seguía aparentemente normal, pero notamos que personas, que ocupaban algunas de otras mesa, se decían algo entre ellos y volteaban a vernos. Alguien nos mandó una botella de vino, lo cual pensé era por que conocían a alguno de mis amigos y poca importancia le di. Siguió la tertulia sin ningún otro incidente de que yo me percatara Salvo que los meseros se esmeraban por darme muy buen trato….

Cuando llegó la hora de partir, ya se estaba congregando un grupo un tanto nutrido de gente en la puerta del restaurante que tal vez habían venido del bar de enfrente. Y fue hasta entonces, que por motivos que aun ignoro, creo tal vez fue broma de alguno de mis amigos, que me di cuenta me estaban confundiendo con Manolo Martínez.

Esto era algo inaudito, porque lo único que teníamos en común el torero de Monterrey y el que esto escribe el color del cabello. En fin, mucha de gente me daba la mano y me deseaba suerte… y  hasta autógrafos me pedían… y yo, debo confesar, no tuve el valor de decirles que no era Manolo.

Lo que si decidí hacer fue salirme a la torera lo más pronto posible de esto que ya parecía un tumulto de gente, y poniendo mi mayor sonrisa al estilo de Mario Moreno, Cantinflas, salí del restaurante rápidamente, ante las malévolas risas de mis amigos que poco ayudaron para disipar tal confusión.

Dónde diablos estaba Manolo Martínez durante ese relajo?… Solo Dios lo supo.

Porqué me confundieron con Manolo?…. nunca lo supe, realmente, aunque sospecho mis amigos algo tuvieron que ver con eso ya que se aprovecharon del comentario que hice con las fotografías para seguir tomando ventaja de la broma.

Si algún día me llegan a sacar parecido, lo cual dudo mucho, con Manolo Arruza, cuando menos puedo decir que somos más o menos de la misma estatura y eso tenemos en común.

Todo está bien… solo que no se me vaya confundir con mi admirada Hilda Tenorio… Entonces si habría problemas, aunque cabe decir que recuerdo esta anécdota taurina con cariño y  nostalgia de aquellos años.