Los detalles toreros, los lidiadores, la buena colocación ante el toro, representan la autenticidad del toreo, la verdad. Lo otro es lo ventajista, la mentira de la Fiesta. Desgraciadamente por este último concepto en el siglo XXI se hace el noventa por ciento del to­reo, que representa un evidente peligro que conduce irremisiblemente a la totalidad de adulteración y entonces adiós autentica técnica de los cánones de la lidia, para convertirse en pantomima estúpida de prestidigitación por la línea artesana del falso toreo, en vez de la autentica lidia realizada con técnica, saber, sentimiento, arte y buenas y autenticas maneras de torería.

 

Los toros lidiados en esta ocasión pertenecían a la ganadería extremeña de Peñajara, encaste Baltasar Iban. Mansotes con genio, echando la cara arriba y no muy sobrados de fuerza. El segundo fue un to­ro que dio buen juego, siguiendo la muleta con nobleza y repitiendo, fue ovacionado en el arrastre. El quinto fue devuelto al corral por manifiesta flojedad de manos. En su lugar salió un sobrero de Car­men Segovia, encaste Torrestrella. Se repuchó en varas, se dobló de manos y al final siguió la muleta algo obligado.

 

El toledano Eugenio de Mora, vio que el primero se emplazó y se mostraba parado ante los capotes o se arrancaba corto. En la segunda vara corneó el peto, el estribo y derribó tras un puyazo trasero. En la tercera vara, igual comportamiento, aunque sin derribar. Tras una pa­sada en falso en banderillas, al frenarse el astado, el rehiletero Juan Carlos Ruiz hubo de exponerse a toro parado. El burel se revolvía pronto ante la muleta y con embestida descompuesta, echando la cara arriba. El diestro sufrió varios desarmes. Prodigó exceso de pases deslucidos, hasta que el matador se convenció de que no había nada que hacer y montó la espada. Con el brazo e igualado al hilo del pitón, dejó una estocada y escuchó aplausos a la voluntad. El cuarto de salida saltó al callejón por terrenos del ocho, lugar de más congregación de gente entrebarreras. Por suerte no hubo nada que lamentar. Peleó con genio en varas y tardeó en la arrancada, quedó corto de embestida y derrotaba, haciendo hilo con los toreros en sendas persecuciones. Tras un intento baldío de sacar pases con lucimiento, lo remató de estocada con el brazo suelto. Se pitó al toro en el arrastre.

 

 

César Jiménez vio como el segundo de la tarde se dejó pegar en va­ras y Jesús Arruga colocó dos pares de banderillas, llegando a la cara y clavando en los altos a ley, siendo muy ovacionado. El toro le llegó al de Fuenlabrada, embistiendo de largo. Toreo de calidad y buen estilo torero, ejecutó una destacada faena ligando muletazos largos y templados sobre ambas manos con el remate del pase de pecho, de cabeza a rabo. Toreo de buen corte, acompañado de “Oles” y ovaciones a un toro entregado. Con el brazo suelto, negligencia de un estoqueador que sabe realizar la suerte perfectamente, y hasta no hace mucho la ejecutaba de tan debida manera. Dejó una estocada y dobló el astado, que fue ovacionado en el arrastre y el matador premiado con la oreja, que podrían haber sido dos. Devuelto al corral el quinto por falta 1e fuerza, salió el sobrero que en la primera vara se repuchó y se dobló de manos e igualmente en la segunda. Jesús Arruga volvió a lucirse con la verdad de ejecución en banderillas, clavando en la cara. El toro embestía algo remolón. Le obligó y fue sacando pases ligados y mandones hasta una faena que cerró, atacando con el brazo suelto para dejar una estocada que fue suficiente. El público pidió la oreja y el Presidente se mostró complaciente; de manera que con dos orejas cortadas adquirió el derecho a salir en hombros por la Puerta Madrid, y así fue el final del festejo.

 

El joven espada de Fuenlabrada Javier Cortés que hace el toreo con buen sentido, calidad y estilo, se lució en las verónicas de saludo al tercero, que embestía con celo. Lo recibió en los medios y cayó en la cara del astado. El mismo se hizo el quite revolviéndose en la arena. El toro iba, pero echando la cara arriba y cruzándose. Lo cogió en corto cruzándose con la muleta y pudo con él, hubo de aguantar derrotes. Con el brazo suelto dejó un pinchazo, una estocada caída y cuatro descabellos. Lamentable que no se decida a hacer la suerte de matar como mandan los cánones, cuando tiene demostrado que la realiza con buen estilo y efectividad. Todo lo malo se contagia. El sexto en un derrote le quitó el capote al saludarlo; se fue para el picador al parecer en el ruedo y lo derribó. Hubo desbarajuste de lidia por un momento creado por el toro que acudía a uno y otro sitio, pues huía de todas partes. Volvió a entrar al caballo y se durmió en el peto.

 

Ante la muleta no ofreció embestida propicia para el éxito. Le porfió y trasteó y al ver que no había nada que hacer, lo despenó de dos es­tocadas. Otra vez será, la gente le espera.

                                   

 

José Julio García

Decano de la Crítica Taurina

Periodista – Escritor

Escalera Del Éxito 103