Con lleno y buen tiempo se esperaba de esta última corrida de la Feria de Otoño, por el prestigio de una ganadería encaste Albacerrada y lo que presenciamos fue otro fracaso, con este de Adolfo Martín, como ya llevamos unos cuantos. De seguir, no sé quién va a cargarse la Fiesta Nacional.

 

Mansos con peligro, cornalones y con poca fuerza. A ello agregaremos la voluntad absurda de los diestros de querer hacer lo que no es posible lograr, pues donde no hay. En varias ocasiones como esta donde merece la pena exponer, ni perder el tiempo, los aficionados antiguos, que sabían muchas cosas de toros solían decir: “Faena de aliño y media que basta”. Así se acababa pronto, se evitaba el aburrimiento y todos a merendar.

 

El murciano “Rafaelillo” torero bravo y valiente expuso y con recursos se encontró con el primer cornalón como toda la corrida, manso, peligroso que se iba al bulto, dando la sensación de estar toreado. De salida barbeó las tablas buscando saltar. Cogió al banderillero José Mora causándole una cornada en el muslo de pronóstico grave. Después de varas se vino abajo, lo trasteó por el derecho, evitando el peligroso pitón izquierdo y lo mató de una estocada. Hubo saludos, El cuarto cornivuelto. Brindó la faena al público al tendido del 5 que pedían con pancartas la libertad en las Fiesta de los Toros.

 

Faena de porfía y esfuerzo para lograr lo que no es posible. Alargó la porfía para nada y alargando el tiempo sonó un aviso y acabó de un bajonazo. Hubo saludos desde el tercio.

 

El sevillano Antonio Barrera con el tercer manso, que se dejó pegar en varas sin empujar, quedó hecho un marmolillo, tomó los pases sin ton ni son y dobló de un pinchazo y una estocada. El mansote que salió en quinto lugar flojo de remos y corto de arrancada lo porfió para no lograr nada destacado, pese a ponerse pesado de tanta insistencia, lo mató de dos pinchazos sin soltar y un descabello.

 

El catalán Serafín Marín vio cómo el tercero le pegó en varas sin empujar. El toro, otro marmolillo lo pasó de muleta sin nada qué destacar y lo dejó para las mulillas de pinchazo hondo y estocada entrando con el brazo suelto. El sexto manso para no desentonar se quedaba corto ante la muleta, no había nada qué hacer. El diestro insistía torpemente, cuándo no tenía nada qué justificar, hasta que decidió despenarlo y lo consiguió de una estocada y dos descabellos.

 

Y se acabó la insufrible y la Feria de Otoño, con nostalgia de no haber visto algún torero madrileño más de los que están arrinconados

 

 

 

José Julio García

Decano de la Crítica Taurina

Periodista – Escritor

Escalera del Éxito 103