Fuente: Víctor José López EL VITO. A los Toros

LUIS PROCUNA ha vuelto a la vida que da el recuerdo, cuando se recuerdan los toreros con admiración. Revivió por los caminos de la curiosidad de los aficionados a la Peña Ventaurinos, estimulados por lo que descubrieron en la proyección en WhatsApp del filme “Torero”, un largometraje  documental sobre la vida del idolatrado torero de San Juan de Letrán, parroquia cuna del Berrendito de San Juan. Largometraje que le valió el Premio Ariel a  su director, Carlos Vela.

 El productor de la pelícua fue  Barbachano Ponce, hermano del ganadero Jorge Barbachano.

La película “Torero” fue   considerada un clásico de la filmoteca taurina. Fundamenta en los miedos de Procuna, y en los problemas sociales, morales y espirituales que aún persisten en el México profundo y que poco o nada han variado desde que en 1957 cuando se se estrenó el filme.

La película como proyecto cinematográfico ha sido criticada por carecer de una buena historia, fue  comparada con otros relatos taurinos cinematográficos que cavan más hondo en lo taurino.

 “TORERO” despertó curiosidad en la Peña Ventaurino por desempolvar recuerdos y porque revivió la figura de Luis Procuna, torero ídolo muy querido por los aficionados caraqueños cuando le descubrieron en 1946 una noche en la arena agustina del Nuevo Circo. Fue Procuna el torero más consentido que haya tenido la fiesta de los toros en la historia de Caracas.

 ¡Le perdonaban todo!

El 15 de diciembere de 1946, corrida de toros nocturna organizada en el Nuevo Circo por don Alejandro Arratia Oses es la base de una leyenda irrepetible en los anales del toreo caraqueño.

 Procuna, una semana antes de la fecha señalada, fracasó estruendosamente en la plaza agustina, provocó el petardo que terminó tras escuchar los tres avisos de su primer toro. Mitin que no pudo paliar cumpliendo con el segundo de su lote. Apenas tapó el petardo provocado, realizando una faena ajustada que no remató con la espada.  A don Alejandro Arratia, un personaje apreciado y respetado, gran taurino y conocedor de la fiesta, que supo leer entre lineas lo que había ocurrido aquella tarde en el Nuevo Circo y no vaciló al repetir el cartel: el caraqueño Julio Mendoza, Antonio Velásquez el León de León  y Luis Procuna ¿Cadalzo o gloria? No le tembló la mano a don Alejando, porque a pesar del fracaso Luis Procuna era centro de atención del público capitalino.

Me contó en una oportunidad el matador de toros  César Faraco, El cóndor de Los Andes, que aquella corrida del 15 de diciembre en Caracas fue la primera corrida con toros de casta, con toros de lidia que él vio en su vida. Faraco, un muchacho provinciano que descubría su pasión por la fiesta de los toros en la gran ciudad en un aspecto diferente al de los toros en la sierra andina. Era César un muchacho que acababa de llegar de su natal Lagunillas, de Mérida. Aquel día se había inscrito en Los Salesianos para aprender linotipia, tipografía y artes de impresión. Fue la noche que Luis Procuna y Caraqueño de La Trasquila le cambiarían la ruta de su vida óndor de Los Andes.

Luis Procuna realizó lo inesperado, fue la faena cumbre que el berrendito convirtió en un volcán de emociones hasta cortar las dos orejas, el rabo y una pata como credenciales de apoteosis al toro Caraqueño de La Trasquila. La única pata que se ha cortado en 100 años de historia en el Nuevo Circo.  Caracas se le entregó como nunca antes se le había entregado a un torero y, hasta entrada la madrugada, obligó al torero mexicano saludar desde el  balcón de su habitación en el Hotel Majestic.  Se asomó al balcón infinidad de veces, obediente del mandato del pueblo que amososamente exigía su aparición para premiarlo con palmas y vítores.

Caracas, su afición, trató a Luis Procuna como nujnca había tratado a un torero, ni volvería a tratar a torero alguno. En la foto de Carlos Lazo, Lujis Procuna en el pato de caballos en compañía de dos grandes aficionados, Luis Ernesto Navarro y don Florencio Gómez Núñez, dos autoridades que fueron amigos y admiradores de Luis Procuna

Regresando al tema de la película que se  estrenó el 9 de mayo de 1957 en el cine de Chapultepec, fue de trascendente éxito taquillero por el tirón que siempre tuvo Luis Procuna. Enlos cines de Ciudad de México como en Caracas, en Lima y también en Bogotá donde sería ídolo de Colombia. Luis Procuna demandó a Barbachano Ponce diciendo que no le había pagado el monto por los derechos correspondientes.

LUIS PROCUNA , ya que mencionamos a la muy querda Lima, estuvo en el cartel de las dos primeras temporadas de la Feria de Acho, ambos abonos  organizados por el gran aficionado Fernando Graña, un gran taurino donde los hubiera reconocido por su importancia como aficionado práctico e influencia en el planeta del universo taurino.  Fernando Graña llevó a Acho la flor y nata del toreo, con toreros,  maestros consagrados, de la talla de Fermín Espinosa Armillita Chico, Domingo Ortega, Manuel Rodríguez Manolete, el peruano Alejandro Montani y entre ellos el berrendito Luis Procuna. Los toros para la temporada “monstruo”, como anunciaron el evento en la muy entendida y taurina Lima fueron de las ganaderías mexicanas de La Punta y de Matancillas y el debut de la vacada peruana de Huando. Luis  cortó dos orejas la tarde inaugural,  a toros de La Punta, y cerró   la Feria de Lima triunfando en una tarde histórica en la que se cortaron ocho orejas y un rabo.  Procuna, con el toro de La Punta con el que le bajó la persiana a la temporada, cortó dos orejas, un rabo y le otorgaron una pata, no concedida y mucho menos ordenada por la autoridad limeña y sí cercenada irreglamentariamente por  el banderillero David Siqueiros, “Tabaquito”. Primo hermano de David Alfaro Siqueriros, el genial pintor mexicano involucrado en uno de los atentados contra la vida de León Trotsoky en Coyoacán, México. Esta pata, insisto que no reconocida, provocó polémica y aclaratoria, pero con o sin autorización Luis Procuna enloqueció a la afición del Rimac tan intensamente como como hizo en Caracas con Caraqueño de La Trasquila y México con Muñeco de Carlos Cuevas. El público, la gleba, el señorío y los exégetas de los toros se enamoraron de Procuna sin necesidad de la trampa de la “Pata en Acho”. Tanto que don Fernando Graña le volvió a contratar a Procuna para la Feria de Acho de  1947. Completaron el cartel  Antonio Bienvenida, Morenito de Talavera y Raúl Acha Rovira, torero peruano por adopción de la nacionalidad y figura indiscutible del toreo reconocido en días de la España manoletista. Fue la primera vez que entró en competencia el Escapulario de Oro del Señor de los Milagros, trofeo que, por cierto, ese año de 1947 se entregó por primefra vez,  y Procuna, remachando su coindición de ídolo indiscutieble de Lima, fue el conquistador del primer Escapulacio, confirmando la apasionada entrega de Lima para su expresión artística que, como diría Pepe Alameda, al referirse a Luis Procuna:

 –“ Torero estrepitoso, de bárbara valentía, toreaba por alto con precisión geométrica desconcertante…Torero de dominio, pues gracias a su precisión dominaba al toro, sin que nadie reparase en que aquello era toreo de dominio, que en ninguna cartilla está eso.”

Agrega el maestro, en su libro Los Heterodoxos del Toreo:

Y ahí estaba Procuna, hierático, dejándose rozar el bordado por los pitones, en el de pecho, en el costado, en los ayudados por arriba, electrizantes, para hacer que de pronto  descendiera la muleta en el remate y salirse, abandonando lo que sabía que era suyo y podía recuperar en cuanto volviera… Fue un heterodoxo absoluto, al margen de los usos y costumbres, que ni por fuera imitaba.