Los trofeos de los toreros: la oreja

Le parecerá mentira al lector, pero la entrega de trofeos (orejas y rabo) no se legalizó hasta 1962 quedando inserto en el artículo 68 del Reglamento, que fue el primero de forma general que reguló el tema de los “galardones” a conceder a los espadas. Hasta entonces los reglamentos anteriores ni otros más antiguos hacían mención de tales premios que la costumbre estableció como “ley» en las diferentes plazas.

Como curiosidad recordemos que el otorgamiento de orejas y otros apéndices es lo que queda de la antigua costumbre de regalar el toro al lidiador que se había lucido con él.

Ello suponía un premio económico importante que podía, incluso, a los honorarios pactados.

Antaño el espada que triunfaba cuando el éxito coronaba el arrojo como caso excepcional, el torero recibía en premio a su hazaña el toro que había muerto, cortándole la oreja y dándosela al matador, lo cual no era una mera fórmula como sucede, sino que se cumplía el mandato real, porque hay que advertir que solo cuando asistía el Rey y por orden suyo tocaba conceder o no a los matadores las reses muertas por ellos.

La primera referencia registrada nos la aporta Antoine de Brunel, un francés que estuvo en nuestro país en 1655, en su escrito sobre una corrida que presenció en Madrid describe: “Un mozo dio al toro un golpe tan fuerte (con la espada) que le alcanzó entre los cuernos, hiriéndole de tal forma que le hizo sangrar a borbotones. Después mandó pedir el toro al Rey, quien se lo concedió”.

Esta costumbre de la concesión de la res a los toreros estuvo en boga hasta el primer tercio del siglo XIX, siempre con ocasión de funciones reales o extraordinarias cuando lo honorarios de los matadores no ascendían a más de 2.400 reales, y era obligación que el contratista de la carne abonará su importe, que era distribuido entre la cuadrilla, dinero que más tarde desembolsaba el Ayuntamiento o Casa Real.

 

En el 1850 comenzó la evolución en el toreo, los espadas aumentaron sus honorarios, desapareciendo otras costumbres, como el regalo del vestido de torear, quedando reducido el honor de cortar la oreja sin emolumentos. Desde entonces fueron rarísimas las que se concedían, pues conocedor el público de lo poco que aquello significaba, se limitaba a premiar con aplausos las faenas de los diestros cuando estos ejecutaban trabajos que se salían de lo vulgar.

Al matador José Lara “Chicorro» de la época de “Lagartijo» y “Frascuelo», le corresponde el mérito de ser el último torero que tuvo el honor de haber cortado una oreja y que le dieran el toro como premio a su buen trabajo con él, y todo ocurrió en la recién estrenada Plaza de Toros de la Fuente del Berro en Madrid.

Era el 29 de octubre 1876, y en tercer lugar saltó al ruedo el toro “Medias Negras”, berrendo en negro, botinero, capirote y bien puesto, perteneciente a la vacada de Benjumea. “Chicorro» con extraordinaria limpieza le dio el salto de la

garrocha, brindando al palco real, que estaba ocupado por el Rey Alfonso XII y los príncipes de Sajonia Weimar. Enseguida se fue al toro y le arrancó la divisa, subiendo al palco regio y afreciéndosela a los Príncipes.

Cuando bajo a la plaza y en medio de una atronadora ovación colocó tres pares de banderillas, arrojándole multitud de sombreros los espectadores.

Con la muleta ralló a gran altura, matando de una entera a volapié, después de un pinchazo.

El público entusiasmado, empezó a solicitar que le concedieran la oreja, llenándose la plaza de pañuelos y el presidente, por voluntad del Rey, ordenó que se la entregaran y que le dieran el toro también.

 

La que se considera como primera oreja “oficial», fue a parar a manos de Vicente Pastor. Este acontecimiento tuvo lugar en la Plaza de Toros de la carretera de Aragón de la ciudad de Madrid, el día 2 de octubre de 1910 y el diestro realizó la hazaña ante el toro “Carbonero» de Concha y Sierra, toro que fue condenado a banderillas negras. Después de una colosal faena y de un gran volapié, produciéndose el delirio en el público, agitando pañuelos, accedió el Presidente a la demanda del respetable.

El toro fue de pelo negro, bragado, apretado de carnes, de cornamenta gacha. De salida hizo cosas de mansurrón y tras una larga serie de capotazos, tomó una vara de “Cantaritos,» de la que salió suelto. La lidia se llevó al revés, con un picador y dos toreros a la derecha, tomó otra desarmando. Cuando Pastor se fue para el toro, tenía este mucho que matar. A fuerza de arrimarse y arrodillándose en algunos pases, se hizo con él. Entrando a matar con toda la valentía de la que haya sido capaz el hombre más hombre de los que han matado toros, le recetó una soberbia estocada, que hizo rodar al toro a sus plantas. Esa hombría era la de Vicente Pastor, según la crónica publicada en ABC.

Este “Carbonero», lidiado en cuarto lugar, sustituía a uno de Guadalest rechazado por cojo, “en una tarde hermosísima y con una entrada muy buena”. Vicente Pastor, conocido en sus inicios como “El Chico de la Blusa», compartió cartel con Antonio Boto “Regaterín», que resultó herido, y Manuel Rodríguez “Manolete». La crónica de ABC finalizaba de esta guisa:

“La tercera ha sido ayer, en la 15° de abono, y en verdad que, dadas las condiciones del toro, cobarde, manso y con malas intenciones, y la brillantísima faena y estupenda estocada que empleó Vicente (Pastor) para matarlo, todo esta justificado. Lo malo será si el honor se prodiga sin motivo en tardes sucesivas, como pasa con todas las cosas cuando hay un precedente”.

 

 

Hoy, regulado el artículo 84 del reglamento, podemos considerar que la concesión de las orejas es exclusivamente democrática (una manifestación más de carácter cívico de la Fiesta). El Presidente viene vinculado por lo que pida la mayoría flameando sus pañuelos.

 

Antonio Rodríguez Salido.-

Compositor y letrista.- 

Escalera del Éxito 176.-

 El Cordobés

Finito de Córdoba

José Luis Moreno

Juan Ortega