En la falda de la sierra,

pedestal de las ermitas,

en la Córdoba de “El Guerra”,

el nombre de una taberna,

brillaba en “Las Margaritas”.

Con perfume de leyenda,

entre el aroma del vino,

el tomillo y el romero,

vino a nacer un torero

porque lo quiso el destino.

Allí se encendió la llama,

y los sueños de la fama,

le marcaron el camino,

entre compases de Falla,

y gestas de “Lagartijo”.

Fue su toreo poesía,

inspiración, fantasía,

música sin pentagrama,

solemne ritmo con rimas,

de su Córdoba la llana.

Prendidos de su capote

iban los duendes del arte,

y en su vuelo se mecían

las claves de la armonía,

y los compases del cante.

Se perfumaba la tarde

de gracia torera ¡grande!

de la raigambre más honda;

Manuel llenaba hasta el aire

de torero olor a Córdoba.

Otro Manuel: “El Pireo”,

la historia con rango y fama,

por su arte lo proclama

¡un figurón del toreo!