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Martelilla

 

                             

Agustín de Espartinas                                 Eliseo Gallardo                                Mario Aguilar

 

 

 

                                                                                                                                                      

Fotogalería de Daniel Daudet                                                                                             Crónica de José Julio García

 

 

En la tarde del domingo 6 de abril, con buen tiempo, se lidiaron novillos de la divisa de Martelilla que acusaron flojedad de remos y como consecuencia cabecearon y tomaron la muleta renqueantes, a excepción del sexto, una negro bragado que sacó nobleza y fijeza en la embestida. Todos entraron a los caballos en varas saliéndose sueltos, excepto el buen astado corrido en último lugar.

Encabezaba la terna Agustín de Espartinas, torero de buen estilo que lo dejó ver cuantas veces le fue posible. Recibió al primero a portagayola y se lució por verónicas. La flojedad del astado restó brillantez a la faena que remató de una estocada. El cuarto le trompicó en el primer muletazo, eso fue el aviso de que no daba facilidades. A base de tesón y aguante logró pases voluntariosos, y el sevillano acabó de media estocada.

Eliseo Gallardo de la localidad sevillana de La Alameda, hacía su presentación ante la afición de Madrid, y se le vio decidido. Recibió al segundo con dos largas cambiadas de rodillas. Intentó una labor muletero sobre ambas manos que deslucía la molesta  condición del novillo cabeceando constantemente y flojeando de renos. Lo remató de dos pinchazos, estocada y descabello. El quinto cumplió en varas y acudió con decisión a la muleta. Pases aceptables sin relumbrón para acabar de cinco pinchazos y media estocada.

El mejicano Mario Aguilar, de la ciudad de Aguascalientes, debutante en Madrid, cuenta 16 años de edad, y dejó ver valor sereno, buena planta y clase torera. El tercero se arrancó con ímpetu al caballo, en el encontronazo rompió la vara de la puya y derribó a la cabalgadura y al picador. El azteca aguantó la molesta embestida del novillo y pisando terreno  comprometido expuso y aguantó el cabeceo de la res, para intentar sacar faena. Se cayó en la cara del astado, tras un derrote, sin nada que lamentar. De pinchazo, media estocada que escupió el novillo, media estocada más y un descabello se lo quitó de delante.

El sexto novillo repudiado de salida por unos protestotes, que se pasaron de listos, pues fue el cornúpeta que mejor juego dio. El joven azteca cuajó una brillante faena corriendo bien la mano, con temple y mando por ambos lados, que fue jaleada. Tras recetar una estocada que resultó definitiva, fue premiado con oreja. Este final de festejo elevó el ánimo de los aficionados al abandonar la Plaza.