En mi repaso habitual de la prensa diaria apenas me encuentro con noticia taurina alguna. Últimamente la más repetida ha sido la del regreso a la prisión de Zuera de José Ortega Cano después de un permiso carcelario, asunto que no satisface a mi curiosidad torera. Sí he leído un reportaje de Antón Castro, gallego aragonizado, sobre el centenario del nacimiento de Orson Welles, el cinéfilo de alta alcurnia que llegó a presumir de haber toreado en tres o cuatro ocasiones y a pedir que sus cenizas reposaran en la finca de San Cayetano de Ronda, en donde nació Antonio Ordóñez. También leí la entrevista que le hizo Vicente Zabala de la Serna a José Antonio Chopera sobre el arriendo de la plaza de toros de Madrid, los funerales por el hijo de Victoriano Valencia y la muerte del ganadero francés Denis Sánchez por cogida sufrida en el campo. Hubo otro fallecimiento que ha pasado desapercibido para la grey taurina, pero que tiene su significado dentro de nuestro mundo: el del cinéfilo italiano Francesco Rosi, que en 1965 dirigió la película “El Momento de la Verdad”, de la que fue protagonista Miguel Mateo “Miguelín”, torero de muchos saberes y poderes y con una singular personalidad, todo ello reflejado en ese film del cineasta fallecido. Y  ya que hablo de cine, me referiré a la película que vi el otro día en la televisión, “Historias de la radio”, de 1955 y dirigida por José Luis Heredia, una película sentimental e ingenua en la que participaron actores de la categoría de Paco Rabal, Tony Leblanc, José Luis Ozores, Pepe Isbert y Pepe Orjas con la colaboración de dos locutores míticos, Bobby Deglané y José Luis Pecker, y en la que “el probesito” locutor chileno entrevistaba a Rafael “El Gallo” y le preguntaba por el miedo y “las espantás”. Había una esporádica alusión al poderío muletero de “Jumillano”, Emilio Ortuño, otra entrevista al canario Luis Molowny, “el Mangas” del Real Madrid, y tres concursos con el premio de 12 euros en pesetas, 2 mil, uno de ellos para enviar en avión a Estocolmo a un niño enfermo. Recordaba la pregunta definitiva: ¿Quién metió el gol definitivo en un partido celebrado en San Sebastián allá por los años 20 del siglo pasado? ¡Pichirri! Era el propio concursante, el maestro del niño enfermo. Sobre el despegue majestuoso del super cuatrimotor, la palabra FIN con música de Ernesto Halffter.  

Parece milagroso, pero siempre encuentro algún elemento taurino en mis largas incursiones por escrituras  y modernos medios de transmisión. He emprendido la lectura de los textos de Julio Camba de principios del siglo XX, cuando se fue a Argentina de polizón y se convirtió en heraldo del incipiente y apasionado anarquismo. De vuelta a España, publicó un artículo sobre Madrid en el que aseguraba que “el pueblo madrileño necesitaba experimentar sensaciones brutales que modificaran la monotonía de su existencia y le impidieran morir de tedio sobre el arroyo”. Y leer la crónica de la corrida, la cogida de Machaquito o la suerte de don Tancredo. Es sorprendente que, años después, el señor Camba muriera en la habitación 383 del hotel Palace  como uno de sus denostados burgueses o político de la transición. Y tengo la suerte de que mi amigo José María Portillo me envíe a diario muestras del flamenco más peculiar que se prodiga por España y, aunque todavía no he descubierto por que el cante auténtico hay que interpretarlo sentado, sí me he emocionado al escucharle a “El Torta” que quiere ser banderillero de la cuadrilla de Paula. Para desconcertarme un poquito más, la Bernarda y la Fernanda de Utrera cantan en pie y lo hace con ese arte que “no se puede aguantar” pese a que uno rezume ignorancia caló por todos sus poros.

Tengo amigos y me ayudan a hacer esta travesía del desierto taurino invernal con sus comentarios, documentos y noticias. La última aportación me la ha remitido Gonzalo Sánchez Conde, al que todos conocen por “Gonzalito” porque no pasan los años para él y porque sigue siendo el mozo de espadas de Curro Romero. Gonzalo, pese a que sabe que hace muchos años que estoy en “la vía muerta” de mi profesión periodística, tiene estos detalles conmigo y me ha enviado medio docena de fotos de José Ruiz Muñoz, el sobrino nieto de Curro Romero. Lo primero que se me ocurre decir es que, de momento, el joven compite con el Faraón de Camas en la elegancia en el vestir de torero, trajes muy bordados, telas oscuras salvo un malva exquisito, chaquetillas sin desbocarse y chalecos bien abrochados, corbatín anudado correctamente sobre el cuello de la camisa de chorreras, naturales y redondos, la verónica y el bien envolverse en el capote de paseo. No busquemos coincidencias.  El tiempo nos dará la solución. De momento, Gonzalo me dice que tiene ya cosas hechas en Valladolid, Olivenza, Sevilla, Santander, Valencia y varias plazas francesas. José Ruiz Múñoz, nieto de una hermana de Curro Romero, nacido en Puerto Real, criado en Triana y residente en Chiclana, el año pasado lo vi en dos transmisiones televisadas y despertó en mí un manojo de ilusiones. Ahora tiene que volver a empezar. “Begin to begin”. Hasta a los toros llega el inglés. ¡Qué sea bien venido! Francés e inglés se españolizan cuando se habla de toros. Al revés de lo que ocurre cuando se habla de fútbol (balompié).  

  

 

Periodista
Fundador de la Revista “Fiesta Española”
Escalera del Éxito 85