El negocio artesano de Manuela Palomo Pérez lleva 71 años en la Plaza de la Corredera

Crónica de Ladislao Rodríguez Galán

El oficio de espartero alcanzó en Córdoba un gran prestigio mas allá de nuestras fronteras. En la bajada a la Corredera y en la calle San Pablo proliferaban estos negocios que  mantuvieron el tipo, luchando con la tecnología que se iba imponiendo, hasta casi finales del pasado siglo.

Los tiempos cambian a un ritmo frenético y los usos y costumbres también. El plástico se cargó a la porcelana y ahora  parece que éste tiene los días contados. Sin embargo los oficios artesanales siguen luchando contra la adversidad salvaguardando su propia identidad. Y eso está pasando con el esparto, que mientras que en otras labores artesanas solo quedan vestigios como signos de un tiempo que se fue, éste se resiste a perderse en el olvido. Y el turismo ha tenido mucho que ver en esta supervivencia. No sé cuantos maestros esparteros habrá repartidos por nuestro país, pero los que quedan ponen el alma en sus trabajos, hasta el punto que han tomado suyo el lema de «renovar o morir». Y entre la cantidad de piezas que elaboran han incluido piezas como la cabeza de toro. Es decorativo colgar de la pared de la bodeguita, el rincón taurino o la peña una cabeza de un toro de esparto.

Y un punto de venta de este original artículo se encuentra en la plaza de La Corredera donde aún quedan algunos establecimientos que llevan allí «toda la vida».

Efectivamente, bajo uno de los centenarios arcos, se encuentra un punto de venta de artesanía de madera, esparto, forja y lienzos de distintas firmas. Es un rincón pequeño que tiene sus «productos» en la calle para que el público vea el material. Allí lleva toda su vida  Manuela Palomo Pérez, una mujer extremadamente enjuta pero muy luchadora, de trato exquisito con el público, y que ha sabido, junto a su hermana Loli, campear el vaivén de los duros envites que ocasiona el cambio de los tiempos.

Nos comenta que este negocio no estuvo siempre en este punto concreto, aunque si en la plaza. Originariamente el padre de Manuela se instaló, en el año 1947, en los soportales del Arco Bajo. Este hombre, comerciante nato,  había aprendido las artes de la venta de su padre que, en la calle Armas poseía una espartería y albardería. Los dos eran maestros esparteros. Para comenzar su negocio adquirió un camión de pastillas de jabón verde en Lucena, que entre toda la familia se encargaron de vender. Manuela, con diez años y una bandeja de pastillas de jabón gritaba aquello de “Cuatro pastillas un duro”.

Hace unos doce años Manuela trasladó el negocio al lado contrario de la plaza, a la zona norte, y amplió la oferta con muebles de mimbre, madera y esparto, además de otros utensilios para la decoración del hogar, tales como cuadros, faroles, etc..

Toda la vida en La Corredera ha hecho que esta mujer considere la plaza como su casa. Aparte de por el cariño que le tiene, por las más de doce horas diarias que le dedica al negocio, estando al pié del cañón. Prácticamente vive allí. Conoce la plaza como nadie. Es espectadora de excepción de todas las celebraciones que aquí se organizan, pero dice que me gustaba la plaza mucho mas antes, que estaba más “agitanada” con su gente snob, comercios más cutres y público muy diverso que acudía al mercado al aire libre. Tampoco le  parece acertado haberla llenado de terrazas con sombrillas variopintas, que afean la zona y que nada tienen que ver con la maravilla que es esta plaza única de Despeñaperros para abajo.

Est una amante de la pintura, pasión a la que dedica todo el tiempo que puede los días festivos, cuando tiene el comercio cerrado. También le gusta disfrutar de un buen cante flamenco. Así que con un pincel en la mano y el cante de fondo, es la mujer más dichosa del mundo.

Pero quizás donde se siente  más realizada es en la ayuda que presta a quien la necesita. Siempre está dispuesta. Cree que el mundo está ayuno de gente que escuche a los demás y les tienda la mano. Así seríamos más humanos, dice. Deberíamos tomar como ejemplo a Ghandi.

Nos comenta que este negocio ha cambiado mucho, lo mismo que los gustos del público. Ahora el esparto ha dejado de ser un artículo útil (serones para las caballerías, jáquimas, canastos, esteras, soplillos…) para pasar a ser artículos turísticos.  Aunque se siguen vendiendo los canastos y esteras, hay otros artículos como las cabezas de toro y los cactus que tienen muy buena salida. Sobre todo las cabezas más pequeñas porque son un motivo decorativo muy simpático y los forasteros las compran como recuerdo de su paso por nuestra ciudad, añade. También nos dice que su público es muy variado. A la Corredera baja mucho turismo tanto nacional como extranjero y se quedan sorprendidos al ver la belleza de esta plaza.»

Me cuenta que «estaba un día montando mi exposición de muebles en la puerta y veo un grupo de personas que se acerca. Cuál no sería mi sorpresa que era la famosa actriz  Ava Gadner que estaba rodando una película en Córdoba y aprovecho un descanso en el rodaje para conocer la ciudad y esta plaza. Me saludó muy cariñosamente y prosiguió su paseo».

Cuando bajen a La Corredera no dejen de visitar este negocio peculiar, que muestra sus existencias a la antigua usanza, o sea, expuestas en la calle. Manuela les regalará una sonrisa. Que en los tiempos que corren no es poco.-